21 septiembre, 2011

El FMI alerta del riesgo de otro colapso financiero por la fragilidad de la banca europea

El agravamiento de la crisis

El Fondo urge a Europa a acometer ya una nueva ronda de inyecciones de capital en las entidades financieras.- Se reafirma en su estimación de pérdidas para el sector por la crisis de deuda pública.- Calcula el impacto en hasta 300.000 millones, 44.000 por la devaluación de títulos españoles

ALEJANDRO BOLAÑOS | Washington

"El tiempo se agota". El equipo técnico del Fondo Monetario Internacional ve cada vez más probable que el sistema financiero vuelva a entrar en barrena. Y que provoque, otra vez, un retroceso en las economías occidentales, que aún no se han repuesto de la debacle a la que puso nombre la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers, hace poco más de tres años. El compendio de cifras, gráficos y modelos matemáticos que da forma al nuevo informe de Estabilidad Financiera, divulgado hoy en Washington, exuda la pulsión de la urgencia. Y tiene un destinatario colectivo: los líderes de la Unión Europea.

El informe, presentado por el director de Asuntos Financieros del Fondo, el español José Viñals, advierte de que la historia, aunque sea una historia que no llega al lustro, puede repetirse. En 2008, la quiebra de Lehman Brothers, símbolo de la crisis financiera anclada en las hipotecas basura estadounidenses, provocó una súbita sequía de crédito en Europa y Estados Unidos. Ahora, lo que quema en los balances de los bancos son los títulos de deuda pública de un puñado de países europeos. Y el resultado, subraya el departamento de Asuntos Financieros del FMI, puede ser similar: otro parón económico, lacerante para sociedades que sufren, en muchos casos, elevados niveles de desempleo y los rigores del ajuste presupuestario en las prestaciones públicas.

"Se necesitan, con urgencia, esfuerzos creíbles para fortalecer la resistencia del sistema financiero", reclaman los expertos del Fondo. El informe del FMI saluda las decisiones de los bancos centrales (mantener los tipos de interés muy bajos o facilitar líneas de crédito a corto plazo), pero reitera que eso solo salva el problema de la "liquidez, no de la solvencia", erosionada en el caso de la banca europea por la tenencia de bonos públicos que pierden valor día a día en los mercados.

Más ayudas públicas a la banca

Para pasar la prueba de la credibilidad ante los mercados, sostiene el Fondo, hay que acometer ya una nueva ronda de inyecciones de capital en los bancos, que les permitan compensar con holgura el impacto de la crisis de deuda pública en sus balances. Una fórmula que, dado el recelo de los inversores privados ante los bancos europeos más frágiles, obligaría a apurar el vaso de hiel de las ayudas públicas a un sector que acumuló enormes ganancias antes de la crisis.

"Sin colchones adicionales de capital, los problemas que ya tienen muchos bancos para acceder a financiación, aumentará la presión para que reduzcan su nivel de endeudamiento, y eso les llevará a cortar el crédito a la economía real", argumenta el Fondo. El informe elude precisar si esta nueva ronda de capitalización debe ser obligatoria para los bancos más débiles, como reclamó la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, hace dos semanas. Pero sí pide que se usen fondos públicos, bien nacionales o bien con el apoyo del fondo de rescates de la UE (en cuanto se apruebe su ampliación de funciones), si esas entidades no consiguen captar dinero en el mercado.

El FMI focaliza los riesgos en los bancos europeos que tienen títulos de deuda pública de los países más cuestionados (Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y Bélgica) y que son muy dependientes de los mercados para su financiación. Son también algunas de las entidades (italianas, francesas, alemanas o belgas) más señaladas por el enorme descenso de la cotización en Bolsa, cercano al 40% en lo que va de año. El informe se reafirma en la estimación que da la medida del riesgo, que ya generó una agria polémica con las autoridades europeas. Según sus cálculos, las pérdidas, medidas a partir de la devaluación que marca el precio de los CDS o seguros de impago de deuda desde principios de 2010, alcanzarían los 204.000 millones de euros. Los títulos italianos (71.000 millones), por su volumen y los griegos (56.000 millones) por la intensidad del desplome son las principales vías de agua. Detrás, los títulos españoles (44.000 millones) mucho más extendidos que portugueses e irlandeses y menos apreciados que los belgas.

Riesgo de 300.000 millones

El Fondo, que eleva el riesgo a 300.000 millones si se tiene en cuenta la línea de financiación de los bancos europeos a las entidades de los países más presionados, sostiene que el resultado habría sido casi idéntico si hubiese tomado como medida la prima de riesgo frente al bono alemán en el mercado secundario de deuda, mucho más transparente y líquido que el de los CDS. Y reitera que no es una medida de cuál es el volumen de capital necesario en las entidades europeas, que es como fue presentado en el origen de la polémica, una filtración del estudio al diario Financial Times. "Haría falta una prueba de estrés mucho más compleja, entidad por entidad", señala el informe.

El Fondo no cuestiona de forma directa los resultados de las pruebas de resistencia a la banca europea, publicados a principios del verano, y soslayados por los mercados. Pero sí sugiere dudas sobre como contabilizan las entidades las pérdidas de valor en su cartera de bonos públicos: solo hay una valoración alineada con el precio real en aquellos títulos con los que opera día a día en los mercados, pero no en los que son susceptibles de ser vendidos en el futuro o en los que decide mantener hasta el vencimiento de la deuda. Y, aunque relegado a un pie de página, reclama que las pruebas se hagan también a nivel nacional, una condición que solo cumple España de forma voluntaria. Y a la que se oponen otros como Alemania.

En lo que discrepa de forma radical el Fondo es en los tiempos. Descrita una situación de colapso inminente, que puede devolver a la recesión a la zona euro y EE UU, el plazo dado por la UE (entre seis y nueve meses) a los bancos con una base de capital más débil para buscar dinero en el mercado privado, antes de activar las más que probables inyecciones públicas, suena, por contraste, excesivo.

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