Otto Granados
En una reunión reciente, el presidente nacional del PAN admitía que luego de setenta años de gobiernos priistas a ellos les ha costado mucho aprender a hacer política desde el poder.
En 2000 ganaron no por la capacidad técnica, intelectual y política de Vicente Fox, sino por el hartazgo que en ese momento sentía el elector promedio con el PRI, así como la siempre seductora idea de que las cosas pueden cambiar rápidamente.
Seis años más tarde, en estricto sentido, tampoco fueron las prendas de Felipe Calderón la causa eficiente, sino que el miedo hacia AMLO se tradujo en un voto útil que, por medio punto, le dio la victoria al PAN.
Pero ni esas coyunturas electorales ni once años de gobierno han logrado que el PAN sepa hacer política en condiciones de crisis. El caso de Monterrey, donde los errores cometidos por el PAN han sido ejemplares, es revelador.
Uno es que, tras la tragedia del casino de esa ciudad, tanto Calderón como el panismo, formal e informal, sobrcalentaron el estado anímico de la sociedad y enfocaron las baterías hacia la autoridad estatal calculando, tal vez, que podría haber sido un golpe definitivo.
El cálculo fue erróneo porque la captura de los autores materiales de la masacre no sólo debilitó la narrativa del panismo contra el gobierno priista de Nuevo León, sino que, al estallar el escándalo del hermano del alcalde de Monterrey y las revelaciones de WikiLeaks que lo involucraron junto con otros tres presidentes o ex presidentes municipales panistas en hechos presuntamente delictivos, la temperatura colectiva, que todavía estaba muy elevada, se reorientó en su contra.
La furia, como el agua, sale por donde puede y la rendija era el alcalde regio.
El segundo error ha sido querer matar al mensajero en lugar de responder el mensaje. El problema con los videos en que aparecen el hermano o el colaborador cercano al alcalde no es si la autoría corresponde a la venganza de un adversario sino los hechos que documentan. Lo que hay que aclarar, puntualmente, es lo que en verdad ocurrió tras las escenas que aparecen en ese material.
Y el tercer error es defenderse intentando desviar el proyectil, en este caso hacia el gobierno estatal. La exigencia fallida de la dirigencia nacional del PAN de que el señor Larrazabal se separara del cargo mientras se investiga el episodio fue una memez porque agravó el conflicto interno y porque habría sido más inteligente negociar la designación de un fiscal especial o independiente porque habría orillado al gobierno estatal a aceptarla y le daba al PAN la opción de cuidar que el caso camine sin dados cargados.
Ahora tienen un alcalde en rebeldía, un panismo local dividido y un PRI campante.
Al general Obregón le atribuyen haber dicho que, en política, lo importante es cometer el primer error porque todos los demás son consecuencia.
En Monterrey, nunca más cierto que ahora.
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