Maribel Hastings
Ciudad Juárez / El Paso – Las nuevas directrices del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de priorizar las deportaciones y centrarse en quienes realmente constituyen una amenaza a nuestra seguridad no llegaron a tiempo para un joven Soñador que fue deportado a Ciudad Juárez bajo cuestionables circunstancias y en clara violación de regulaciones. Su historia, empero, tuvo un final feliz, pues tras vivir más de dos meses en la meca del crimen organizado, el joven recibió un permiso humanitario del Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS) y se encuentra de vuelta en suelo estadounidense con su familia.
A petición de la familia, no revelaremos nombres ni apellidos de los involucrados en la saga que se inició en mayo pasado cuando el joven, aún menor de edad, fue detenido en su pueblo de Nuevo México, procesado y deportado en medio de la noche a una de las ciudades más peligrosas del planeta. Estando en Juárez cumplió los 18 años de edad.
El joven, que se gradúa de secundaria el año entrante y que podría beneficiarse del DREAM Act, se convirtió en un ejemplo de los excesos de la Patrulla Fronteriza local en ciertos sectores.
En mayo, el joven, traído a Estados Unidos por su familia cuando tenía cinco años de edad, disfrutó de un día de jugar baloncesto y de nadar con sus amistades. Se encontraba en un vehículo con una amiga, legalmente estacionado, cerca de su hogar, y sin haber violado ninguna ley de tránsito cuando fueron abordados por patrulleros fronterizos a más de 100 millas de la franja.
Aparentemente las zapatillas deportivas húmedas del jovencito, o su pelo o ropa húmedos fueron razón suficiente para que se pensara que había acabado de cruzar el río pese a estar a 100 millas de la frontera.
Lo acusaron de ser un individuo que había huido de la Patrulla Fronteriza y al que venían persiguiendo. A su amiga estadounidense la amenazaron con acusarla de contrabando de indocumentados.
En su perfecto inglés, el joven indicó que era un estudiante de secundaria y proveyó el nombre de la escuela.
Pero fue detenido. No tuvo acceso a asesor legal. No pudo notificar a su familia o amistades. Le dijeron que no tendría comunicación con nadie hasta no firmar un formulario de salida "voluntaria". Tras firmarlo sin saber lo que estaba firmando, dice, lo llevaron a El Paso y de ahí fue deportado a Ciudad Juárez donde vivía en precarias condiciones, en una ciudad plagada de violencia, sin oportunidades y sin ver una luz al final del túnel.
"No me dejaron llamar a nadie. Me dijeron que sólo me permitirían hacer una llamada después que firmara el documento. Me detuvieron a las 9:00 de la noche. Al otro día, a las 8:00 de la mañana, yo ya estaba en Juárez", nos cuenta.
"Esto cambió mi vida. Me sentía solo. Esto (en Juárez) está muy difícil. Hay mucho criminal. No salía de la casa", agrega.
David Leopold, abogado del joven, enfrentó escollos por parte de la Patrulla Fronteriza para obtener documentos sobre la detención y deportación de su cliente.
Argumentó que la Patrulla Fronteriza local violó los derechos de un menor de edad que a pesar de no tener documentos legales tenía todo el derecho a una audiencia justa de su caso.
Lo detuvieron de noche, de incógnito, sin acceso a su familia, amistades o un asesor legal; no le permitieron una llamada telefónica ni a familiares, amistades, o a alguna organización que lo asesorara previo a firmar su orden de salida "voluntaria".
Al final, el joven deportado por la Patrulla Fronteriza (CBP) obtuvo un permiso humanitario del USCIS.
Este tipo de alivio no es muy común y se reserva para casos especiales donde las personas deben demostrar circunstancias extraordinarias, explicó el abogado del joven.
"En este caso, el gobierno evaluó cuidadosamente los hechos, entre ellos, que se trata de un joven que lleva la mayor parte de su vida en Estados Unidos y que en esencia fue sumariamente detenido y deportado por la Patrulla Fronteriza en medio de la noche. La conducta atroz de la Patrulla Fronteriza violó abiertamente el debido proceso de ley y los derechos del joven como menor de edad. Retornarlo a Estados Unidos con su familia fue lo correcto", agregó el abogado.
El joven, uno de los cientos de miles que podría beneficiarse del DREAM Act o de una orden ejecutiva que ampare a este grupo de jóvenes de la deportación, se convirtió por unos meses en una estadística más del millón de deportados por la administración de Barack Obama que siempre ha argumentado que no deporta Soñadores.
Queda por ver si las nuevas directrices anunciadas la semana pasada evitan que otros Soñadores tengan que pasar por la pesadilla que vivió este joven. Y es que a veces las directrices de Washington no siempre coinciden con las acciones sobre el terreno de agencias migratorias que a veces operan bajo sus propias reglas.
"No puedo expresar con palabras lo contento que estoy", dijo el joven.
Dice que aprendió lecciones en esta prueba: "Que debo amar lo que tengo y no pedir más... bueno, excepto que se apruebe el DREAM Act porque está difícil para muchos chavalos que están pasando por lo mismo que yo pasé", concluyó.
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