El 10º aniversario del 11 de septiembre ilustra claramente la extendida utilización de los horribles ataques para obtener rédito político. La primera promesa que hizo Barack Obama como presidente fue la de cerrar la contaminada por la tortura prisión de Guantánamo. Aunque este podría haber sido un paso significativo hacia el abandono del comportamiento ilegal de la administración de George W. Bush, Obama lo ha convertido en un acto meramente simbólico—e incluso éste ha sido obstaculizado por el Congreso al bloquear la transferencia de los prisioneros desde Guantánamo para que sean juzgados por tribunales civiles en el continente.
Guantánamo no es más que una prisión que simboliza la entrega por parte de los EE.UU. de sospechosos de terrorismo a prisiones en el extranjero, manteniéndolos indefinidamente sin juicio y los derechos de los que gozan los detenidos, torturándolos, y luego juzgándolos por ante tribunales militares irregulares que no cumplen con los estándares estadounidenses o internacionales de justicia. Incluso en el mejor de los casos de que el Congreso permita a Obama cerrar Guantánamo, estas políticas horrendas continuarán o seguirán teniendo el potencial para continuar.
Aunque Obama terminó con la tortura estadounidense, en casos especiales, la CIA puede entregar prisioneros—es decir, transferirlos a países que los torturen—a fin de que los Estados Unidos puedan mantener sus manos limpias. Además, pocos días antes del 10º aniversario del 11/09, John Brennan, el principal asesor de Obama en la lucha contra el terrorismo, replicó al Congreso y dijo que ningún nuevo recluso será trasladado a Guantánamo, pero que podrían ser puestos bajo custodia militar y llevados a los Estados Unidos para ser juzgados por un tribunal militar. Además, la administración parece estar de acuerdo con la detención sin juicio de sospechosos de terrorismo indefinidamente, si hay pruebas insuficientes para juzgarlos en una corte civil o un tribunal militar—lo que sigue siendo una violación del antiguo derecho de habeas corpus. También, para eludir el envío de detenidos a Guantánamo—y por lo tanto evitar ser bloqueados para trasladarlos a los tribunales civiles—la administración recientemente interrogó a Ahmed Warsame, un líder de al-Qaeda en la Península Arábiga, durante dos meses a bordo de un buque de la Marina de los EE.UU. antes de enviarlo a Nueva York para un juicio civil. Creo que permanecer sin los derechos de los detenidos durante dos meses es mejor que carecer de ellos por tiempo indefinido, algo que muchos sospechosos de terrorismo aun tienen que enfrentar. Por lo tanto, simplemente cerrar Guantánamo pero continuar con la detención prolongada o indefinida sin juicio, la entrega a terceros, la posible tortura, y los tribunales militares irregulares en otras partes no es una mejora tan grandiosa, pero es un hueso que Obama puede arrojar a la izquierda sin ser llamado “blando con el terrorismo”.
En el frente de la seguridad nacional, el gobierno también pretende hacer algo para tranquilizar a un público aún nervioso. El gobierno pasó a una alerta elevada en el 10º aniversario, con policías pululando por todas partes en el centro de Washington, DC, y otras ciudades. Sin embargo, varios días antes, Brennan indicó correctamente que al-Qaeda por lo general ataca cuando se encuentra operativamente preparada, no en los aniversarios importantes.
Janet Napolitano, la Secretaria de Seguridad Interior de Obama, sostuvo recientemente que, “Estamos avanzando hacia un enfoque de inteligencia basado en el riesgo de cómo revisamos [a los pasajeros que realizar vuelos]”. Después de 10 años, el gobierno se encuentra ahora sólo “avanzando” al utilizar un enfoque tan obvio. Lo que no se dice es que el enfoque que el gobierno usó antes (y que en verdad sigue utilizando) es el de poner en marcha medidas de seguridad de alta visibilidad que hacen más para disipar los temores del público que para frustrar a los terroristas—por ejemplo, el requisito de que los pasajeros se quiten los zapatos cuando atraviesan la línea de detección. Napolitano opinó que “la solución para muchos si no todos estos inconvenientes es una mejor y mejor tecnología”. No, señora Napolitano, la solución no es crear estúpidos procedimientos de seguridad que agobian a los ciudadanos mientras resuelven únicamente una amenaza de bajo nivel. Ella también arremetió contra el hecho de exceptuar a los niños y ancianos de las requisas, ya que los malhechores podrían aprovechar estas brechas en la seguridad. Pero al tratar de alcanzar el riesgo cero—que es lo que el Gobierno sólo pretende hacer—las absurdidades se acumulan porque se añaden procedimientos que rara vez son reevaluados.
Frances Townsend, asesora de seguridad nacional en la administración Bush, admitió: “Cuando implementamos la prohibición de las 3 onzas (88.72 centímetros cúbicos) de líquido en el verano de 2006, ¿pensé que sería algo para siempre? No. Tiene que ver con la complacencia y la pereza de la burocracia”. Dada la admisión de Townsend, ¿no deberíamos preguntarnos además qué valor hubiese tenido una prohibición temporal sobre los envases de líquidos mayores de tres onzas?
La moraleja de esta historia es que el gobierno rara vez hace bien las cosas en la lucha contra el terrorismo. Pero dada esta lamentable trayectoria, ¿por qué los estadounidenses siguen teniendo tanta confianza en las medidas de seguridad y justicia del gobierno adoptadas para la lucha contra los terroristas?
Ivan Eland es Asociado Senior y Director del Centro Para la Paz y la Libertad en The Independent Institute en Oakland, California, y autor de los libros Recarving Rushmore: Ranking the Presidents on Peace, Prosperity, and Liberty, The Empire Has No Clothes, y Putting “Defense” Back into U.S. Defense Policy.
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