Merkel ya se prepara para salvar a sus bancos, mientras el miedo se apodera de los mercados y se rompe el BCE.
La deuda pública griega a diez años cerró este viernes en los mercados secundarios marcando una rentabilidad del 20,41%. Es decir, si alguien adquiriese bonos helenos y todo siguiera el camino previsto (que el Gobierno de aquel país fuese capaz de cumplir con sus obligaciones) ganaría mucho dinero. Al mismo tiempo, los CDS (seguros contra impagos) para bonos a cinco años marcan un nuevo récord de 3.700 puntos básicos (hay que pagar esa cantidad por asegurar 10.000 euros) y eso implica que los inversores consideran que hay un 95% de posibilidades de que en el próximo lustro el Gobierno griego no pague sus deudas.
El resumen de todo esto es que el mercado ya descuenta la quiebra de Grecia. Hay pocos analistas que duden ya de que esto se va a producir. Las incógnitas se dirigen ahora hacia el cómo y el cuándo. El problema es que los políticos europeos parecen tener más miedo a aceptar lo inevitable. Es evidente que no es fácil dar la sentencia definitiva, incluso aunque todo el mundo asuma que es imposible de evitar. Pero mientras, la tensión se ha instalado en la economía y la política europea. Cualquier rumor desata enormes bajadas y subidas en las bolsas. El euro está en una montaña rusa (pero con más bajadas que subidas). Y cada viernes, los parqués del Viejo Continente se llenan de comentarios que aseguran que "de este fin de semana no pasa". Parece imposible que esto siga así mucho tiempo, pero cada semana que pasa sirve también para desmentir a los agoreros.
La cronología de una jornada de infarto
En esta ocasión parece que nos encontramos ante una situación diferente, porque la jornada del viernes ha sido tan movida y ha tenido tantas noticias que parece imposible que se llegue al lunes sin novedades importantes. Todo esto se fue fraguando a lo largo de la semana: primero vinieron las noticias de que Grecia estaba al límite del colapso. Tal y como publicó Libre Mercado, el Gobierno heleno no tendrá dinero para pagar los servicios básicos (sueldos de funcionarios o pensionistas) en octubre si la UE y el FMI no activan el siguiente tramo del rescate. Pero ahora que se sabe que el Estado no cumplirá con su objetivo de déficit arrecian las voces de los que piden que no se le siga entregando dinero a fondo perdido si no hay un compromiso claro e inequívoco con los recortes de gasto público.
Evidentemente, esto ha disparado los CDS sobre deuda griega y la rentabilidad de sus bonos (superando el 90% en las letras a un año). Esto quiere decir, lisa y llanamente, que el país ya no es capaz de conseguir financiación por sí mismo y que depende por entero del rescate.
En este punto, todos los ojos se vuelven a Alemania, donde la oposición al rescate de Atenas crece por minutos. Los socios de Gobierno de Angela Merkel quieren un referéndum en el que se pregunte a los ciudadanos sobre si quieren seguir ayudando a los países del sur de Europa. Entre el equipo de la cancille, también afloran las dudas, acrecentadas por la última derrota electoral en uno de los bastiones clásicos de la CDU y que muchos atribuyen a la posición contraria de los alemanes a los rescates. Y en medio de todo esto, hoy se conoce la dimisión de Jürgen Stark, el alemán economista jefe del BCE, por sus diferencias de opinión con Jean-Claude Trichet en los programas de compra de deuda pública italiana y española que el organismo comenzó hace unas semanas, en un intento a la desesperada de contener la caída en la cotización de los bonos de ambos países.
Las consecuencias
El resultado de todo este movimiento es que ya ha quedado claro que Alemania no apoyará indefinidamente a sus socios periféricos. Ni Merkel, ni su ministro de Economía, Wolfgang Schauble, ni Jürgen Stark, ni los liberales del FDP están dispuestos a seguir extendiendo cheques al portador sin ninguna contrapartida.
Este viernes también se ha sabido que el Ejecutivo germano tiene previsto un Plan B de recapitalización de sus bancos para evitar que la caída de Atenas se los lleve por delante. El sistema financiero alemán -y francés- tiene muchos activos griegos que ahora mismo valen mucho menos de lo que dicen sus balances y una quiebra desordenada podría acabar con muchas entidades. Desde hace meses se plantea esta posibilidad, pero que el Gobierno de Merkel se haya atrevido a filtrar que están preparados para esta eventualidad (la quiebra) ha provocado que se dé por seguro que se producirá. Alemania no es un agente externo en esta cuestión, sino el director de escena. Grecia sobrevivirá mientras Berlín esté dispuesto a seguir poniendo sus fondos y su aval.
Y qué implicaciones tiene todo esto para España. Pues para empezar que la caída de un país de a Eurozona romperá el mito de que no es posible que eso ocurra. Italia y España son los primeros interesados porque una vez que cae la primera ficha del dominó, los inversores se preguntarán por qué no van a caer las demás y buscarán valores refugio. De hecho, la prima de riesgo (que es el diferencial entre el bono español y el alemán) se está disparando en las últimas semanas por dos fuerzas que se mueven en sentido contrario: por un lado, hay menos confianza en los periféricos, pero por otro la deuda pública alemana está en mínimos históricos porque está sirviendo como guarida para todos aquellos que quieren un sitio seguro para esperar a que escampe.
Las razones del sí y del no
Con todo esto en mente, es difícil predecir el resultado de este proceso. Los que apoyan la quiebra de Grecia defienden que es mejor hacerlo cuanto antes, que sea de forma ordenada (incluso sin abandonar el euro) y con el apoyo de sus socios de la UE. En su opinión, clarificar las cosas sólo puede ser positivo y marcaría un punto de salida desde el que comenzar de cero. Sería doloroso para toda Europa (el sistema financiero francés, por ejemplo, lo pasaría muy mal, porque está muy expuesto), pero lanzaría una señal inequívoca a los gobiernos de que no todo vale y de que es necesario apretarse el cinturón y vivir de acuerdo a las posibilidades de cada uno.
Para los partidarios del no, permitir la salida de Grecia sería como encender una cerilla en un bosque seco. Desataría un incendio de proporciones imposibles de prever. Nadie sabe cómo acabaría, ni a qué países alcanzaría. En su opinión, no merece la pena poner en peligro a media Europa por un Estado tan pequeño, que es relativamente fácil de rescatar (el próximo paquete de ayuda es de unos 8.000 millones de euros, una cantidad alta pero accesible para la UE y el FMI).
¿Cuál de las dos visiones prevalecerá? Es imposible saberlo. ¿Quebrará Grecia este fin de semana? Para conocer esa respuesta sólo habrá que esperar dos días pero, independientemente del resultado, la cuestión es que la difusión de un mero rumor, unida a la dimisión de Stark, ha desatado una nueva oleada de pánico bursátil, prueba de que los inversores contemplan ya como muy probable esta posibilidad en cualquier momento.
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