Cuando hace diez años el FMI retiró su programa de apoyo a Argentina, su delegado, Thomas Reichmann, abandonó la residencia presidencial en helicóptero. Fue una nítida manifestación del abismo existente entre la elite y el pueblo enojado que asumió el coste de los errores de cálculo de las altas esferas.
Los disturbios y la indignación de la gente por la crisis -una mezcla tóxica de una deuda pública desoladora y una divisa sobrevalorada que aumentó el desempleo y la inflación- obligaron al presidente Fernando de la Rúa a dimitir en diciembre de 2001. Le siguieron rápidamente dos presidentes; aumentó el descontento; se intensificó la ley marcial; el país se declaró insolvente y la economía se hundió un 11%. El Gobierno argentino abandonó el vínculo del peso con el dólar y la divisa nacional sufrió una caída superior al 60%.
¿Es éste el destino que le espera a Grecia? La única y escasa posibilidad de que la moneda única sobreviva bajo su forma actual es un avance que normalmente tardaría entre 20 y 30 años, y que debería condensarse en los próximos meses. Desde mi punto de vista privilegiado en Atenas, eso es mucho pedir. Por tanto, son muchos los griegos que se preguntan cuál será la causa inmediata de la salida de su país del euro.
El detonador podría ser político; los Gobiernos del norte de Europa encaran desafíos electorales si apoyan nuevos rescates. Muchos gobernantes alemanes se muestran decididamente en contra del pago de los paquetes de rescate y del avance a una deuda pública común. Philipp Rösler, ministro de Economía alemán, planteó esta semana la posibilidad de un "impago ordenado" para Grecia. Pero la presión no sólo viene de Alemania: Jan Kees de Jager, ministro de Economía holandés, se refirió la semana pasada a la "sanción final" de expulsar a Grecia de la eurozona. Pero esta semana Angela Merkel ha advertido del efecto dominó que se produciría en caso de que uno de los 17 miembros de la eurozona la abandonara.
El detonador podría proceder del FMI, como sucedió en Argentina. El Fondo podría determinar que no se están consiguiendo las reformas necesarias con los miles de millones que se han dado hasta ahora a Atenas. Si el FMI paraliza los próximos 8.000 millones del rescate, el Estado griego se quedará sin un duro a finales de octubre.
Se ha visto un cierto progreso: unos menores recortes en el sobredimensionado sector público, un aumento del vergonzoso horario laboral de los funcionarios públicos y el freno a las prácticas restrictivas en las profesiones. Pero los funcionarios de la troika -el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo- han expresado su preocupación, por no decir consternación, por el lento ritmo de la reforma. El déficit sigue por encima del objetivo: es probable que este año se acerque al 9,5% del PIB en lugar del 7,6% previsto.
Pero Atenas podría dejar de pagar voluntariamente. Los pagos de los intereses ascenderán el próximo año a cerca de 14.000 millones frente a unos ingresos totales de 56.000 millones. La economía real se desplomará y las medidas de austeridad agravarán el problema -no se puede ordeñar la vaca cinco veces al día-. Es probable que la economía se hunda un 5% este año y Evangelos Venizelos, ministro de Economía, ha admitido que la recesión continuará en 2012. La tasa de desempleo alcanzó en junio el 16%, cifra muy superior al 11,6% de hace un año; el gasto de consumo desciende, y desde que estalló la crisis, cerca del 15% de las tiendas de la región de Atenas ha cerrado. A pesar de ello, la troika insiste en otros 5.500 millones en medidas de austeridad.
El precipitado gravamen sobre la propiedad de dos años, anunciado la semana pasada por Venizelos, promete ser tan impopular como lo fue el impuesto al sufragio en el Reino Unido. Posee algunas características similares: un tributo sobre la totalidad de los hogares, independientemente de los ingresos, de unos 4 euros por metro cuadrado. Es el segundo impuesto sobre la propiedad de este año, y sin duda comportará una caída en los precios de la vivienda -una cuestión especialmente delicada ya que la propiedad es una parte importante de los ahorros de la gente y representa casi el 85% de la riqueza privada. Mucha gente invirtió en propiedades en la época del dracma como cobertura contra la inflación.
Esta exacción se descontará a través de las facturas de electricidad, pero el sindicato del sector energético no está dispuesto a colaborar en ello. Al mismo tiempo, los recaudadores de impuestos amenazan de nuevo al sector industrial. La evasión fiscal sigue extendiéndose, la recaudación es irregular y la carga cae injustamente.
Este mes, los contribuyentes empezarán a pagar el impuesto de solidaridad extraordinario y excepcional -es decir, permanente-, comprendido entre el 1 y el 5% de los ingresos superiores a 12.000 euros al año. Pero los numerosos evasores y tránsfugas fiscales se escaparán de esta carga adicional. Una vez que los tributos extraordinarios empiecen a morder y las recientes vacaciones soleadas no sean más que un recuerdo lejano, volverán las masivas manifestaciones callejeras con ánimo de venganza. ¿Cuántos días de protesta serán necesarios para que el Gobierno ceda?
Ya hay problemas con la reestructuración de la deuda acordada en verano. Ya se ha pedido a los bancos y a otras instituciones crediticias privadas que contribuyan a un impago gestionado de la deuda pública griega. Esto recuerda al megacanje de 2001 en Argentina, en el que los poseedores de bonos acordaron canjear los antiguos títulos por los nuevos para que la deuda soberana fuera menos onerosa. Se esperaba que el 90% de los titulares de bonos de la deuda griega lo acometiera, pero por el momento sólo lo ha suscrito el 70%. El ministro de Economía dijo en Atenas que no se admitirá un índice de participación escaso.
Si esto no se resuelve, podría desembocar en un impago forzoso desordenado con el consiguiente riesgo de contagio, o incluso un rescate todavía mayor, lo que supondría el riesgo de un contragolpe político aún más pronunciado en Alemania y en otros países.
Atenas no parece captar la importancia
En Argentina, el principio del fin llegó con los primeros síntomas de una gran demanda bancaria en noviembre de 2001, seguida por las restricciones en las retiradas de efectivo. Existen signos inquietantes de una gran demanda bancaria griega: los depósitos han experimentado una caída del 21% desde el máximo de 238.000 millones de septiembre de 2009 a los 188.000 millones de julio. La gente ha empezado a sacar efectivo a hurtadillas de los cajeros automáticos para evitar al personal bancario debidamente entrenado para impedir retiradas de depósitos.
Y como si esto fuera poco, los políticos helenos, que demuestran un talento especial para la autodestrucción, no parecen captar la importancia de la tarea. No es de extrañar que haya oscuros rumores de que una parte de la elite esté planificando el nuevo dracma. El escenario del impago de Grecia ya está montado, e incluso su salida del euro. Sin duda, parece que los mercados ya estén preparados para ello.
Cuando la troika decida que ya no queda nada más por hacer, o por parte de los Estados del norte de la zona euro se niegue su autoridad para actuar, Atenas podría quedar en ruinas con un dracma devaluado o quizás con un euro latino y una democracia inestable. Queda una última pregunta: ¿Habrá un helicópero Chinook suficientemente grande para recoger a todos los funcionarios de la troika que decidan abandonar precipitadamente Atenas?
Jason Manolopoulos. Autor de La odiosa deuda de Grecia (Anthem Press) ©The Times.
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