09 septiembre, 2011

Huele a Chávez en Panamá

Ricardo-martinelli Por José Benegas

Caminos de la Libertad, Panamá

Ricardo Martinelli fue electo presidente de Panamá en el 2009 como una promesa de la libertad. En su discurso inaugural aseguró: “Haré todo lo que esté a mi alcance para avanzar en los ideales de una economía libre, desafiando el péndulo ideológico de América Latina". Lejos de semejante anuncio Martinelli es hoy por hoy uno más de los presidentes que se dedican a pasar por encima de las instituciones abusando de un mandato conseguido en las urnas. El es la prueba en realidad de que no hay péndulo ideológico en América Latina, sino un negocio de concentración de poder, castigo a la disidencia y utilización del Estado para comprar voluntades a favor de intereses que responden a la única matriz de utilizar al Estado para provecho personal de un grupo que busca eternizarse.

“Si camina como pato, se mueve como pato y parpa como pato, es un pato” Las invocaciones ideológicas en Latinoamérica no obedecen a escuelas de pensamiento o cosmovisiones, sino al interés de justificar la depredación al Estado y con el Estado a favor de una nueva clase rentística oligárquica por medios que se repiten: una cuota alta de crispación, división de la sociedad y persecución de los objetores, sin otra definición de fondo que no sean slogans del menor valor intelectual posible. Solo por caracterizarlos con algo conocido todos estos regímenes son hijos del sistema de propaganda al modo y con la crudeza del nacional socialismo, aunque se quieran identificar con la izquierda o con la derecha. En ese club están Hugo Chávez, Evo Morales, Cristina Kirchner, Rafael Correa, Daniel Ortega y habrá que sumar también ahora a Ricardo Martinelli. Es un en todos los casos un proceso estatizador con la imposición de la voluntad del gobernante por encima de la constitución y la ley.

A los seis meses de asumir la presidencia Martinelli desplazó del cargo a la procuradora general de la nación Ana Matilde Gómez con el apoyo de la Corte Suprema nombrada por él. La excusa fue que Gómez había ordenado una escucha telefónica para investigar a un fiscal que era acusado de extorsionar a un detenido. Hasta entonces no estaba claro en la ley si la intervención telefónica debía ser ordenada por la procuradora o por un juez, la Corte se pronunció por la invalidez de esa orden después, pero un caso de una simple de nulidad fue transformado en un delito para despedir a Gómez. No es que tuviera algo contra la procuradora el presidente, pero su reemplazo le permitió contar con un procurador dedicado a abrir investigaciones sobre dirigentes de la oposición que dejara de lado las sospechas sobre sus propios funcionarios. Fue lo que ocurrió con el nuevo procurador Giuseppe Bonissi, quién de todos modos debió renunciar tiempo después en el marco de una investigación a sus subordinados, también por presunta extorsión contra detenidos.

En marzo de este año el periodista español con residencia legal en Panamá Paco Gómez Nadal fue expulsado del país por nada más que irritar al presidente bajo la excusa de haberse entrometido en la política interna.

El espionaje sobre personajes de la oposición, periodistas y objetores en general y la utilización de esa información o inspecciones impositivas para doblegarlos se ha hecho moneda corriente. El presidente en persona de acuerdo a un cable de Wikileaks publicado por el New York Times amenazó a la embajadora norteamericana Barbara Stephenson con echar a la DEA de Panamá si el organismo de lucha contra el narcotráfico no colaboraba con él en el espionaje de teléfonos de opositores políticos. Asistentes a la última reunión del presidente con sus ex aliados panameñistas aseguran que fue también el propio presidente quién amenazó a un diputado que se oponía a su proyecto de segunda vuelta electoral con sacar a la luz carpetas con antecedentes. Como en Venezuela, Argentina o Ecuador o Bolivia, se impone un aparato policial político propio de cualquier dictadura alrededor de los organismos fiscales y de seguridad.

En materia económica la gestión de Martinelli se caracterizó por un incremento sideral del gasto público (con obras faraónicas sobre las que se multiplican denuncias de sobreprecios) y el aumento de la deuda externa qie alcanzará al final de su mandato un 50%. Además de un error económico que distorsiona incluso las estadísticas de crecimiento, esto también es un medio de concentración de poder, reparto de favores y disciplinamiento del sector empresario al que compromete y tiene a su disposición. También una forma de acallar voces de consultoras y generar una dependencia del sector privado respecto del público que no existía. Panamá ni siquiera se encontraba en recesión como para que pudiera pensarse que se trató de un programa keynesiano. Mientras incumplía su promesa de implantar el flat tax, aumentó el impuesto al valor agregado en un 40% e introdujo un sistema de cajas registradoras fiscales obligatorio que abaratará el control de futuros abusos impositivos. Generó inflación con la creación de monedas metálicas, siendo que en Panamá el curso forzoso de papel moneda está prohibido por la Constitución. Puso en marcha un aparato clientelar con un sistema de beca universal a todos los niños en edad escolar y otro de una dádiva de cien dólares a cada persona mayor de setenta años.

Las sospechas de corrupción por sobreprecios y compras directas son moneda corriente. La realización de obras monumentales que no se justifican como la creación de una Torre Financiera o la cinta costera alrededor del casco antiguo que compromete incluso la declaración de patrimonio histórico que le otorgó la UNESCO, son indicativas de decisiones políticas no motivadas en necesidades o urgencias. Amigos, socios y ministros de Martinelli fueron beneficiarios directos de una política de titulación de tierras. Los casos más escandalosos ocurrieron con dos de sus ministras a las que se les escrituraron cientos de hectáreas y con un supuesto florista al que se le adjudicó un terreno con un valor aproximado de u$s 40 millones, en sociedad con allegados del presidente. El vicepresidente y ex aliado del presidente y recientemente expulsado canciller manifestó públicamente que este último episodio había tenido que ver con su salida del cargo.

Nombró en la Corte Suprema de Justicia a personas sin calificación, solo por la cercanía personal con él o su mujer y creó una nueva sala para nombrar a 3 nuevos jueces y tener control sobre el aparato judicial.

Siguió una política de cooptación de partidos políticos hacia el suyo. Dividió al primitivo Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (MOLIRENA) y contra la voluntad de sus fundadores forzó una fusión con su partido Cambio Democrático que ha sido cuestionada en su legalidad. Martinelli llegó al poder con con 16 diputados, pero como ocurre en aquél otro lado del péndulo que identificó, consiguió curiosamente que se le sumen 8 del panameñismo, 15 del opositor PRD y todos los del Molinera, contando hoy con mayoría. Los oficialistas repiten sínicamente que se trató de adhesiones espontáneas, pero todos saben que ese transfuguismo es consecuencia de la política de “carpetazos” y premios con presupuesto público realizada de modo sistemático.

El último episodio fue la expulsión vía Twitter del vicepresidente Varela de la cancillería que estaba a su cargo en base a una de tales grabaciones ilegales que Martinelli no tiene problemas en reconocer, lo que provocó la ruptura de la alianza entre Cambio Democrático y el panameñismo que preside el funcionario despedido, motivo de la crisis política actual.

Con estos ejemplos se ve con claridad hacia dónde se desliza el país con un gobierno que está aprovechando el crecimiento que heredó para tomar el control total económico y político al mejor estilo “socialismo del siglo XXI”. Osvaldo Muñoz, periodista del diario venezolano de circulación local El Venezolano de Panamá, comparó los métodos de Martinelli con los de Chavez. El primero, señala, “ha pretendido manejar el país como maneja su cadena de supermercados. Ha sido un ejercicio signado por la confrontación, con un estilo más a lo Jalisco que cualquier otra cosa y donde la persecución a quienes le disienten ha sido una constante. De verdad que muchas de las acciones de Martinelli se parecen a lo que hace Chávez en Venezuela”. Si este diario de gran influencia entre la comunidad venezolana hace esta observación, habría que preguntarse en qué terminará la aventura Martinelli cuando los capitales exiliados de la persecución chavista diagnostiquen que Panamá sigue el mismo camino. Y qué harán los Estados Unidos si se provoca el caos en un país cuya seguridad es especialmente sensible a sus intereses estratégicos.

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