TRIBUNA
una cosa es expropiar y otra, bien distinta, indemnizar, esto es pagar lo que no sólo se debe, sino que en derecho corresponde
Emilio J. Cárdenas
Hugo Chávez -en lo que presumiblemente debe tenerse por una expresión más de su paranoia nacionalista- ha expropiado ya 988 empresas de todo tipo y dimensión. Lo ha hecho por las más diversas razones. Incluyendo las persecutorias, vengativas y hasta caprichosos, como es el caso de las expropiaciones de las pequeñas propiedades agrícolas lecheras que hasta no hace mucho eran de propiedad de uno de sus más prestigiosos rivales políticos, el influyente ex embajador venezolano ante las Naciones Unidas, Diego Arria.
En lo que va de este año solamente, la guadaña expropiadora bolivariana cayó inexorablemente sobre nada menos que 401 empresas, acelerando así la llamada “nacionalización” de la economía venezolana, o sea aislándola aún más del resto del mundo. Destrozando de esa manera su ya escasa credibilidad y demoliendo la poca productividad que queda en distintos sectores de su cada vez más frágil economía.
Además, una cosa es expropiar y otra, bien distinta, indemnizar, esto es pagar lo que no sólo se debe, sino que en derecho corresponde. Para lo primero, Chávez es inusualmente veloz. Para lo segundo, todo lo contrario.
No sorprende entonces que -a estar a las noticias que nos llegan desde el “Wall Street Journal”- Hugo Chávez haya dado instrucciones precisas de prepararse para retirar prestamente a Venezuela del mecanismo arbitral multilateral que se utiliza -normal y mayoritariamente- para resolver las disputas entre los Estados con los inversores extranjeros: el del llamado “ICSID”, del Banco Mundial.
De esta manera Chávez complementa una serie de acciones que parecen estar destinadas -todas y cada una de ellas- a tratar de evitar que los activos estatales venezolanos queden de alguna manera “expuestos” a la posibilidad de que quienes quieren cobrar lo que creen les pertenece, puedan efectivamente hacerlo.
O de que, peor quizás, ellos sean eventualmente objeto de congelamientos en virtud de sanciones económicas nacionales o multilaterales que, de pronto, puedan ser impuestas a Venezuela, a la manera de lo recientemente sucedido al decaído socio estratégico de Chávez, el libio Moammar Gadhafi.
Los abogados de la Venezuela de Chávez, esto es las conocidas firmas norteamericanas: “Arnold & Porter”, de Washington, y “Curtis, Mallet-Prevost, Colt & Mosle”, de Nueva York, preguntadas que fueron sobre esta cuestión evitaron hacer cualquier comentario. Por lo que cabe recordar aquello de “quien calla, otorga”.
El retiro venezolano del “ICSID” no debería tener, sin embargo, efecto en ninguno de los 18 casos que Venezuela enfrenta ya en los tribunales arbitrales de ese organismo, que han sido promovidos por empresas extranjeras del sector del petróleo, del cemento y de la minería. Porque la salida del mecanismo en cuestión no tiene efectos retroactivos, ni adquiere vigencia efectiva sino después de transcurridos seis meses de que sea formalizada la respectiva denuncia ante el Centro.
Ese plazo es, además, extendido por varios de los tratados bilaterales de protección de inversiones que Venezuela ha suscripto, extensión que -dependiendo del caso- podría agregar entre 10 y 15 años adicionales a la imposibilidad de alejarse del “ICSID”.
Cabe recodar que el mes pasado, Chávez retiró tácticamente unos 6.000 millones de dólares de reservas venezolanas de libre disponibilidad que estaban depositados en distintos bancos norteamericanos o europeos y los transfirió, en cambio, a manos “amigas”, o sea a entidades financieras rusas, chinas y brasileñas. Además, repatrió las tenencias venezolanas de oro que estaban físicamente en bancos del exterior; razón por la cual unas 211 toneladas de oro -que valen algo así como 11.000 millones de dólares- están ahora descansando en las arcas del Banco Central venezolano.
Expropiar es una cosa. Hacerlo conforme a derecho otra, muy distinta. Quizás por esto, un Chávez que parece no tener la menor intención de pagar el justiprecio de lo que expropia, pueda estar ya caminando en la dirección comentada y acercándose a la situación de los países que viven fuera del sistema normal que vincula económicamente a las naciones, pareciéndose cada vez más a los llamados países “parias” entonces, como es el caso de Corea del Norte. Pobre Venezuela, por el costo que deberá pagar por las alucinaciones y desaciertos de Hugo Chávez.
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