Una manifestación de mujeres exige la entrega de Gadafi en Trípoli. | Reuters
- El régimen desplegó a miles de 'topos' a los que premiaba con casas y coches
- Los rebeldes quieren llevar a juicio a los implicados en crímenes
- Los que no tienen las manos manchadas de sangre podrían reciclarse
Cuando Muamar Gadafi amenazó con perseguir a los rebeldes "calle por calle, avenida por avenida, casa por casa" no sólo tenía la intención, sino también los medios de hacerlo gracias a su ejército de informadores y de hombres armados desplegados a lo largo de la capital libia.
En un anodino edificio de oficinas de la calle Baladiya, contiguo a la Plaza de los Mártires, la antigua Plaza Verde bajo el reinado del coronel Gadafi, se esconde el nudo de una compleja red de espionaje del antiguo régimen.
"Esta era la sala de mando para todo Trípoli", explica Abdelkarim Gadder, encargado de localizar a los espías del régimen caído, indicando tres mapas satélite con imágenes de las calles, callejuelas y puntos de referencia de Trípoli.
"El número de puntos de control y de canales de comunicación se dobló tras el comienzo de la resistencia", afirma, haciendo referencia a la insurrección lanzada a mitad de febrero.
Cámaras de vigilancia
Las imágenes enviadas por las cámaras de vigilancia desfilaban sobre enormes pantallas de televisión para ayudar a los servicios de seguridad y a los informadores a identificar a aquellos que participaron en las protestas.
Los agentes de Gadafi procedían después a los arrestos casa por casa.
"Había un topo para cada casa", subraya Gadder. "El régimen de Gadafi sabía quién vivía en cada apartamento y quién estaba contra él".
Da el ejemplo de un barrio de Souk al Joumaa, al sudeste de la capital, convertido en una bolsa de resistencia contra el régimen poco después del comienzo de la revuelta.
"Justo para este pequeño barrio había cinco puntos de control fijos y 14 móviles, 170 hombres armados del régimen apoyados por otros 90", dispuestos a intervenir para reprimir a la oposición", continúa, hojeando un clasificador que detallaba los efectivos para cada barrio.
Militares y civiles
Los servicios de seguridad se componían de militares y civiles. Sus nombres figuran en los voluminosos archivos. Los agentes en su mayoría armados, pertenecían sobre todo a las fuerzas armadas, el ministerio del Interior y de Asuntos Exteriores, los servicios secretos, la seguridad nacional, la policía militar, las fuerzas de seguridad de Trípoli y los consejos revolucionarios.
Había al menos 500 espías de grado inferior, sobre todo chóferes de taxi que trabajaban en Trípoli bajo el régimen de Gadafi.
No cobraban más de 400 dinares (330 dólares) al mes, pero tenían derecho a recompensas materiales. Los oficiales de grado medio y alto, varios miles, podían cobrar hasta 1.200 dinares.
"No era el salario lo que importaba. Eran los coches, las mansiones, el dinero para tratamientos médicos", explica.
La mayoría continúan en libertad aún, se lamenta Gadder, añadiendo que ahora él tiene como misión buscarlos y llevar ante la justicia a los implicados en crímenes.
Reciclaje en el nuevo Gobierno
Los que no tienen las manos manchadas de sangre podrían integrar los nuevos servicios de seguridad. Pero no es fácil distinguir a los unos de los otros debido a la desaparición de una gran cantidad de pruebas, dado que los secuaces de Gadafi las destruyeron con la entrada de los rebeldes en la capital el 20 de agosto.
"Han destruido todos los ordenadores, no disponemos más que de documentos escritos", explica.
Otras informaciones desaparecieron con los bombardeos de la OTAN sobre el cuartel de Abdulah Senussi, el jefe de la Inteligencia libia bajo el régimen de Gadafi.
"No sabremos jamás lo que ha desaparecido. Faltan muchas cosas", sobre todo los datos relativos a los mercenarios a sueldo del régimen.
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