29 septiembre, 2011

La implosión de Perry

   El gobernador de Texas, Rick Perry, candidato presidencial arepublicano, llega a la Conferencia de Liderazgo Republicano celebrada en el Grand Hotel en Mackinac Island, Michigan, el sábado pasado.
El gobernador de Texas, Rick Perry, candidato presidencial arepublicano, llega a la Conferencia de Liderazgo Republicano celebrada en el Grand Hotel en Mackinac Island, Michigan, el sábado pasado.
Carlos Osorio / AP

Mientras Rick Perry se tropieza con sus palabras, Mitt Romney aburre y Michele Bachmann se enfanga en sus fantasías imaginándose que el país entero se ha volcado a la extrema derecha, Jon Huntsman, el único candidato republicano moderado, espera pacientemente a que los extremistas se hagan pedazos entre ellos y a que el ala moderada de su partido se percate de que la única manera de derrotar a un candidato-presidente, por más debilitada que esté su imagen en este momento, es optar por alguien a quien la mayoría de los estadounidenses considera “elegible”.

Huntsman tiene razón. Después de tres actuaciones lamentables en los tres debates en los que ha participado el hasta ahora puntero en la carrera por la nominación del Partido Republicano, la cúpula republicana empieza a externar sus dudas sobre la viabilidad de la candidatura de Rick Perry. Del resto ni quien se acuerde.

No falta, por supuesto, quien diga que en Texas la norma es la dificultad que tienen los políticos para expresar sus ideas y nos recuerde que a pesar de su enredada sintaxis, dos texanos llamados George Bush llegaron a la presidencia. La gran diferencia es que el problema de Bush, el viejo, era verbal. No sabía expresar con claridad lo que sabía. El problema de Perry es que ni sabe de lo que habla ni sabe cómo hablar.

Pero el habla no es el único problema de Perry. Ahora, la misma extrema derecha que le endiosó cuestiona su ortodoxia conservadora porque lo considera “suave” en el tema migratorio. Le sataniza por apoyar la ley estatal que permite a los estudiantes que están ilegalmente en el país, porque sus padres los trajeron de niños, tengan acceso a la universidad pagando la misma colegiatura que cualquier residente del estado.

Perry justifica su apoyo al Dream Act estatal aduciendo que facilitar la educación de estos muchachos no es solo lo correcto moralmente sino lo más conveniente. En su momento los empresarios texanos le hicieron ver al gobernador que abandonar a estos jóvenes a su suerte después de educarles hasta la secundaria era un desperdicio y que negarles la educación que les facultaría para obtener trabajos bien compensados pondría en peligro el futuro del sistema de pensiones del estado.

Pero el tema migratorio en estos debates es solo una distracción promovida por los radicales de derecha y no es una de las principales preocupaciones de la mayoría de los estadounidenses ni lo que ha causado alarma en la nación y sobre todo en la cúpula republicana. Lo inquietante es oír al gobernador intentar explicar un asunto complejo.

“Perry,” declaró Pete Wehner, quien trabajó con George W. Bush durante su presidencia, “ha participado en tres debates. En el primero estuvo mediocre. En el segundo se mostró más débil que en el primero y en el debate de anoche (9-22-11 en Orlando, Florida) estuvo peor que en los dos anteriores. La imagen que Perry proyecta es de alguien que no está bien preparado, que se siente inseguro y, a veces, sus respuestas son francamente incoherentes”.

Y como muestra basta el botón que ya circula en You Tube, en el que responde a una pregunta sobre cómo reaccionaría el presidente Perry si los talibanes obtuvieran armas nucleares de Pakistán. Perry confunde a Pakistán con India, se hace bolas con Taiwán y termina absolutamente confundido. Su ignorancia en temas de política exterior es tan grande como la que Sarah Palin evidenció en su momento de fama.

Así las cosas, lo que los primeros tres debates han mostrado es la implosión de un gobernador que a todas luces carece de las cualidades que debe tener un presidente. Y que al mismo tiempo, ya empieza a desilusionar también a los ultra conservadores del Tea Party que en un principio lo habían arropado apasionadamente y que le son cruciales para obtener la nominación.

Huntsman tiene razón. En el elenco republicano hay un grave problema de forma y de fondo. Salvo el propio Huntsman, los republicanos no tienen un solo candidato viable, elegible o presentable ante una audiencia nacional. Peor aún, el proceso electoral republicano impide que un moderado como Huntsman sobreviva el giro a la extrema derecha que su partido ha dado.

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