por James A. Dorn
James A. Dorn es Vice-presidente para Asuntos Académicos de Cato Institute y especialista en China y coautor de China's Future: Constructive Partner or Emerging Threat? (El Futuro de China: ¿Socios Constructivos o Amenaza Emergente?).
Luego de dos rondas de relajamiento cuantitativo, el desempleo todavía está por encima de 9% mientras que la inflación de precios al consumidor se ubica en 3,6%. Técnicamente hablando, EE.UU. ahora puede estar frente a una “estanflación”. Aún así, algunos economistas están pidiendo hasta un 4% de inflación para estimular la economía.
Imprimir dinero no es una panacea para la economía enferma de EE.UU. El dilema del desempleo y el crecimiento lento se debe a problemas estructurales y a la incertidumbre alrededor de las políticas, más no a la falta de un estímulo monetario. Las tasas altas de impuestos marginales, especialmente sobre el capital, la incertidumbre acerca de los costos de las pensiones y la atención médica y la falta de reglas acerca para formular las políticas fiscal y monetaria han perturbado el curso normal del comercio.
En particular, al mantener las tasas de interés demasiado bajas por demasiado tiempo, la Reserva Federal bajo la dirección de Ben Bernanke ha tasado por debajo de su valor el crédito y ha aumentado la toma de riesgos, fomentando burbujas de activos en los mercados de bonos y de productos primarios.
La Fed de Bernanke ha mantenido la tasas de interés sobre los fondos federales cerca de cero desde diciembre de 2008 y esa tasa es probable que persista hasta mediados de 2013, como se anunció en la última reunión del Comité Federal de Mercado Abierto. Los tipos de interés bajos indican que la Fed está apuntando a los precios de los activos —que está anclando las tasas de interés a niveles bajos para inflar los precios de los bonos y otros activos.
Las inversiones que normalmente no se harían se realizan. Pero esas “malas inversiones” no pueden ser sostenidas una vez que los tipos de interés vuelven a la normalidad. F.A. Hayek hace mucho indicó los peligros de que una manipulación monetaria tase por debajo de su valor al crédito y promueva la toma de riesgos. El dinero y el crédito fácil hacen más que afectar el nivel de precios; estos también distorsionan los precios relativos y la producción, de esta manera, asignando mal los recursos. Las tasas de interés artificialmente bajas afectan de manera negativa la estructura productiva y causan una recesión cuando las tasas de interés suben y las burbujas se revientan.
Cuando el Presidente Nixon acabó con el estándar de oro en agosto de 1971, el dólar perdió su ancla —a pesar de que era un “ancla floja”. Hoy el mundo está en un estándar puro de dinero fiduciario, lo cual equivale a no tener un estándar. La Reserva Federal debe cumplir con su “mandato doble”, el cual requiere una adhesión a la estabilidad de precios y al pleno empleo, pero no hay penalidades si fracasa.
La crisis financiera de 2008-2009 ha aumentado el poder discrecional de la Fed pero nadie ha sido despedido por no lograr prevenir la crisis. Al comprar cantidades masivas de deuda pública, la Fed ha sacrificado un dinero estable para financiar un gasto público excesivo. Monetizar la deuda y asignar el crédito en lugar de estabilizar el crecimiento de la demanda nominal y lograr la estabilidad de precios a largo plazo, han llevado a la Fed a aguas peligrosas.
La política monetaria se ha politizado más. La Fed pretende ser “independiente” pero en realidad Bernanke y compañía se han vuelto parte del gabinete de Obama, con la excepción de unos pocos disidentes.
La falta de cualquier regla monetaria que restrinja a la Fed y la falta de cualquier principio de convertibilidad, como existía bajo el estándar de oro clásico, significa que la Fed tiene un monopolio sobre el dinero base (la moneda sostenida por el público más las reservas), cuya oferta está determinada por un pequeño grupo de funcionarios de la Fed, quienes presumen poder predecir el futuro.
Bajo un verdadero estándar de oro, la cantidad óptima de dinero está determinada por las fuerzas del mercado —la oferta del dinero se ajusta espontáneamente a la demanda de dinero y la estabilidad de precios a largo plazo se logra. El valor a largo plazo del dinero es seguro, a diferencia de lo que sucede con el régimen de dinero fiduciario sin reglas o sin convertibilidad.
En teoría, un banco central con discreción podría limitar la cantidad de dinero y lograr la estabilidad de precios a largo plazo al controlar el crecimiento de la demanda nominal y final. Pero en la práctica, el problema del conocimiento y los problemas mostrados por el análisis económico de la política hacen de tal banco ideal una ilusión.
James Madison, el principal arquitecto de la Constitución de EE.UU., reconoció el problema del dinero fiduciario y discrecional del gobierno y el beneficio de un estándar basado en un metal valioso como el oro y la convertibilidad hace mucho tiempo. En 1831 escribió: “La única garantía adecuada para el valor uniforme y estable del dinero de papel es que sea convertible al oro. La moneda que menos fluctúa y la única que es universal”.
La política de la Reserva Federal está mal concebida porque la institución en si misma lo está. Como Madison dijo: “Entiendo que un valor igual a aquel de un metal valioso podría ser entregado en papel o cualquier otro medio, al hacer una cantidad limitada necesaria para propósitos necesarios; pero, ¿qué nos asegurará la adhesión inflexible de los garantistas legislativos a sus propios principios y propósitos?”
Esta es una pregunta que necesita una respuesta.
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