Durante el Debate General de la ONU que se realiza todos los años y que convoca a más de 150 Jefes de Estado del mundo, pudimos constatar como los Jefes de Estado de América Latina, además de enfocar sus mensajes sobre los temas más importantes de la agenda mundial, no dejaron de lado la defensa de los intereses de sus respectivos países.
Así vimos cómo la Presidenta Kirschner defendió la soberanía de las Malvinas; Evo Morales trató el tema de la salida al mar de Bolivia y recibió la respuesta del Presidente Piñera resaltando la tesis de Chile. Por su parte, la Presidenta Chinchilla, de Costa Rica, denunció las agresiones territoriales de Nicaragua; el Presidente Santos esbozó los logros al normalizar las relaciones con Ecuador y Venezuela; el Presidente Lobo, la posición en defensa de los intereses de Honduras, y así sucesivamente.
El Presidente Chávez desde su sede alterna en La Habana, envíó un mensaje al Secretario General de la ONU. En vez aprovechar el tema central del debate que adoptó la 66ª Asamblea General, que es el tema de la mediación, podría haber destacado el apego de Venezuela a los mecanismos de solución pacífica de las controversias, establecidos en el Acuerdo de Ginebra y, al mismo tiempo, reiterar de manera amistosa pero contundente la defensa de la soberanía venezolana reivindicando los alcances para asegurar la salida de Venezuela por el Delta, asegurando una fachada atlántica y rechazando la decisión unilateral de nuestro vecino de prologar a 350 millas sus nuevas fronteras marítimas, en base a consultas con Trinidad, Barbados y Suriname, pero no con Venezuela, que es el más importante y más afectado, porque se trata de la extensión marítima que se prolonga –en parte- desde las costas que están en el territorio en reclamación.
Pero la comunicación al Secretario General de la ONU no trata sobre temas que interesan a Venezuela -como hicieron sus colegas al defender temas de soberanía de sus respectivos países- sino que es una comunicación desequilibrada que, si bien apoya al Estado Palestino, niega prácticamente la existencia del Estado de Israel al que califica como genocida, sionista, imperialista y resalta una serie de improperios que sobran, y que sólo se identifican con discursos como los de su hermano Ahmadinejad.
Esta desproporcionada actitud es el resultado del culto a la personalidad que adelantan los incondicionales que rodean al líder máximo y que han transformado el discurso “bolivariano”, no en el aporte constructivo de mediación (que era el tema central del debate) para la transformación del “mundo unipolar en multipolar”, sino en proyectar la quimera de un
Mundo Hugo-Polar, sin faltar una misa en el Bronx con fotos del Sumo Pontífice criollo, aclamado por el Canciller Ateo de Cuba; el Canciller judío de Argentina y el Presidente boliviano, seguidor de la Pacha Mama, en una iglesia evangélica, todo ello utilizando una cadena de oraciones católicas. Más que un acto ecuménico, parecía una escena del
Mundo Hugo-Polar en lo espiritual. ¡Triste papel el que nos ha tocado vivir!
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