11 septiembre, 2011

Las pugnas del PRD

Ese partido fue la creación artificial de un proyecto necesario, pero apresurado e integrado por grupos sin ideología.

René Avilés Fabila

El despido de uno de los principales operadores de López Obrador, Martí Batres, fue recibido como algo sorprendente. A veces conmueve la ingenuidad de los medios. Si ponemos al PRD en una nuez, como lo hizo Alfonso Reyes con México, lo que ahora vemos es algo natural. Muertos los caudillos, por razones distintas, Cárdenas y Obrador, nadie es capaz de controlar a la multitud de mafias que pugnan por el poder en ese desprestigiado organismo. En la primera etapa, los ex priistas coexistían con aquellos que venían de luchas sociales. En el fondo subyacía el afán del triunfo no para modificar a México sino para mejorar la hacienda familiar. Como sea, el PRD fue la creación artificial de un proyecto necesario, ciertamente, pero apresurado e integrado por grupos resentidos sin ideología, dueños de frases hechas y de una jerga seudo revolucionaria que arrojó un populismo ramplón y mágico. Los resultados son evidentes.

El DF se convirtió en el baluarte central del perredismo: de allí salió Cárdenas a su última intentona presidencial, AMLO repitió la maniobra y ahora Ebrard aspira a lo mismo. Para llegar a donde está, Marcelo no ha tenido escrúpulos y ha contado con una población entre ingenua, harta del priismo y con medios de comunicación cambiantes, a veces de escasa memoria y complacientes. Del PRI (parte de la derecha) pasó al centro fundando su propio partido con Manuel Camacho; ahora jura ser un hombre totalmente izquierdista. Fox le tomó la medida y lo corrió de su jefatura de policía capitalina. AMLO lo reacomodó preparándolo para heredarlo. Pero antes, conforme a la tradición nacional, le sacaron los ojos a Cárdenas poniéndole una ridícula corona de líder moral. Hoy Obrador siente lo mismo cuando Marcelo, con astucia (que no inteligencia) lo ha ido desplazando de la contienda presidencial y están a punto de entrar en un modesto choque de tranvías.

Abajo de los dos ambiciosos líderes ex priistas, un montón de mafiosos luchan por las sobras. A estas alturas es ingenuo suponer que alguno de ellos podría llegar a la Presidencia pasando por encima de Peña Nieto, Creel o Cordero. Pero las migajas del DF son excelentes: senadurías, diputaciones, delegaciones, etcétera, con posibilidades milagrosas de ganar dinero. En esta lucha, Martí Batres quedó del lado del Peje, en tal sentido, al agudizarse la sorda pugna que ambos niegan, tomó claro partido al pasar obligadamente al lado de corruptos como René Bejarano y Dolores Padierna, el caballo troyano del tabasqueño en la capital.

Ebrard no se ha hecho a sí mismo: en primer lugar es producto del poder priista de Manuel Camacho (un tiempo favorito de Salinas), luego pasó a ser hijo adoptivo de AMLO y pronto será su verdugo. El parricidio no es novedoso, tampoco lo es que el PRD pierda unas elecciones presidenciales. La manipulación de Obrador y Ebrard en la criatura de Cárdenas ha sido demoledora: permitieron políticas irracionales, el crecimiento superlativo de la corrupción y la llegada al poder de analfabetas funcionales. Por ello, algo perderán. En algunas encuestas, el PRI con Beatriz Paredes les quitará el DF, en otras, más razonables, se limitarán a perder alguna delegaciones. Si el panorama nacional parece claro, el capitalino es confuso.

Lo indudable es que la expulsión de Batres del gobierno capitalino no es una maniobra titánica, sino un vulgar reacomodo de fuerzas. Más que enfrentar directamente a AMLO, Ebrard se quitó de encima a un aspirante al DF, para abrirle el paso a Mario Delgado o a Alejandra Barrales. Falta ver la respuesta de los fanáticos de Obrador, quien en unas encuestas va debajo de su ex discípulo y en otras, las propias, marcha triunfal a Los Pinos. Lo único evidente es que dentro del PRD y partidos afines hay una buena cantidad de turbios personajes buscando suceder a Ebrard. Es un jugoso negocio.

No hay comentarios.: