27 septiembre, 2011

Lo peor de Chávez

Por Tulio Ramírez

Analítica

Siempre me ha impresionado cómo los países se han recuperado de sus tragedias. El caso de Alemania y Japón son los ejemplos más recurridos cuando se quiere demostrar que por encima de las grandes catástrofes, los pueblos se reinventan y son capaces de superar la desgracia dando saltos cualitativos que, al final del día, los colocan en mejores condiciones que antes del traspiés histórico.

En menos de tres décadas ambos países, devastados material y anímicamente por la guerra, supieron sobreponerse y convertirse en lo que son hoy día, potencias industriales y financieras que dan a sus pobladores niveles de vida envidiables en cualquier parte del mundo.

El denominador común de tal proeza, no fue el haber contado con riquezas súbitas generosamente otorgadas por la naturaleza, fue el esfuerzo conjunto de hombres y mujeres de carne y hueso y líderes inteligentes que entendieron que solo con el trabajo creador y productivo una sociedad, cual ave fénix, sale adelante de entre sus cenizas.

Por supuesto, estamos hablando de sociedades que pese a los horrores producidos por la guerra y a los malos gobernantes, escogieron otros caminos: el de la reconciliación para sanar sus heridas, el del trabajo para vivir mejor y el de la tolerancia.

Este último para garantizar que las generaciones futuras no se lanzaran nuevamente por el precipicio sin fondo de la guerra o la lucha fratricida, para satisfacer supuestos destinos manifiestos que anidaban en la cabeza de líderes mesiánicos e irresponsables que arrastraron a pueblos enteros a la muerte y la destrucción, en aras de proyectos societales que se afirmaban dándole más poder al líder.

Con nuestras riquezas naturales, el talento de nuestros productores y profesionales, la creatividad de nuestros jóvenes emprendedores y el esfuerzo de nuestros trabajadores, estoy seguro que saldremos de la debacle en que se encuentra Venezuela, de eso no tengo la menor duda. Sin embargo mi preocupación es otra: la restitución del tejido social.

Lo peor de Chávez no es la destrucción del aparato productivo, las finanzas públicas y la seguridad jurídica, tampoco la tolerancia a la corrupción, la inseguridad y a la ineficiencia. Total, sabremos componer lo descompuesto, no sería la primera vez.

Lo que la historia nunca le perdonará a Chávez es la destrucción de los lazos que mantenían unida a la familia venezolana. Amigos contra amigos, hermanos contra hermanos, hijos contra padres, vecinos contra vecinos, es lo que la revolución ha incrustado en la psiquis de nuestra sociedad.

Chávez ha provocado con su discurso agresivo y excluyente una guerra civil de baja intensidad que invita de manera permanente a odiar al diferente. Pasaran muchos años para que la concordia y bonhomía que siempre caracterizó al venezolano, se instale otra vez en nuestra sociedad.

Esa es la obra de destrucción que nos dejará Chávez y recomponer nuestra vida en sociedad nos costará más que hacer producir mil fábricas o sembrar miles de hectáreas.

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