El primer ministro turco Erdogan endurece en Trípoli su discurso hacia El Asad
F. PEREGIL - Trípoli -
Recep Tayyip Erdogan aterrizó ayer en Trípoli con un ojo puesto en Siria y otro en Europa. El primer ministro turco llegó a la una y media de la tarde a la plaza de los Mártires, rezó junto a unas 2.000 personas, se levantó rodeado de una veintena de guardaespaldas, se dirigió a un escenario situado bajo la ventana desde la que Muamar el Gadafi había amenazado en febrero con limpiar Libia casa por casa y sentenció: "El tiempo de las dictaduras ya ha terminado. Habéis demostrado al mundo que ninguna Administración puede mantenerse mediante la fuerza y contra la voluntad del pueblo. Ahora llega el poder del pueblo y os felicito por vuestra lucha".
El dirigente turco promete ayuda a las ciudades bajo control de Gadafi
Para el presidente interino de Libia, Turquía es el modelo a seguir
El mandatario turco, cuya imagen en el mundo árabe se ha visto engrandecida conforme endurecía sus relaciones con Israel, llegó a Libia tras visitar previamente Egipto y Túnez, los otros países de la primavera árabe. Nada más comenzar su discurso se metió en el bolsillo a un público ya de por sí entregado recordándoles que en ese día se cumplía el 80º aniversario de la muerte por ahorcamiento de Omar el Mujtar, símbolo de la lucha independentista contra la Italia de Benito Mussolini, y que estaba en un lugar de mártires. Pero enseguida aprovechó para marcar su territorio en el nuevo equilibrio de las relaciones internacionales.
Primero arremetió contra el presidente sirio, Bachar el Assad, en un día en el que se supo que habían muerto al menos 40 personas en Siria a manos de las fuerzas del orden: "No olvidéis esto: aquellos que reprimen al pueblo no podrán sobrevivir porque la opresión y la prosperidad no pueden convivir juntas". Y a continuación vino lo que se podría interpretar como una clara referencia a los intereses de Francia y Reino Unido, cuyos máximos dirigentes, Nicolas Sarkozy y David Cameron, visitaron un día antes la ciudad: "No permitáis que actúen los que quieren controlar las riquezas libias. Libia es de los libios".
Erdogan comenzaba a jugar ayer sobre el terreno sus primeras cartas para no quedarse fuera en el reparto de los contratos petroleros que los nuevos dirigentes empezarán a asignar. Aunque Turquía no reconoció la legitimidad del Consejo Nacional de Transición (el Gobierno de facto de los sublevados) de forma inmediata, como hizo Francia, sí mostró más tarde su ayuda al evacuar a miles de civiles desde Misrata cuando esta ciudad estaba sitiada por fuerzas leales al coronel Gadafi.
El primer ministro turco prometió enviar hoy ayuda humanitaria para las ciudades que se encuentran aún bajo el control de los hombres de Gadafi y se dirigió a los habitantes de Sirte, ciudad natal del dictador, como si estuvieran en la misma plaza de los Mártires: "Venid ya. Unos 10.000 hermanos y hermanas están sedientos, abrazad a vuestros hermanos de Trípoli y Bengasi. No hay razón para que os quedéis fuera de esto".
El discurso de Erdogan, ya de por sí acalorado, se volvía aún más enardecido con la voz del orador que traducía cada frase del turco al árabe. El público, en su mayoría hombres, agitaba banderas turcas entre alguna pancarta que hacía referencia a la hermandad entre los dos países. "Ahora sí que puedo llevar con orgullo la bandera libia", decía una mujer de origen turco, afincada en Trípoli. Para algunos de los allí presentes como ella, Turquía es el modelo a seguir.
Para el presidente interino de Libia, Mustafá Abdel Yalil, también es Turquía el modelo. Y así lo hizo saber ante la prensa: "El islam es capaz de crear progreso y desarrollo", señaló. También manifestó que, a pesar de que las elecciones están programadas para dentro de 18 meses, está dispuesto, si el pueblo así lo quiere, a celebrar un referéndum para adelantar dicha fecha cuando Libia sea totalmente liberada.
Finalmente, en una comparecencia conjunta ante los periodistas, en el mismo hotel donde Gadafi confinó a la prensa extranjera durante la guerra, Erdogan volvió a cargar contra Bachar el Asad: "Quien envía tanques contra su pueblo no puede gobernar a ese pueblo. Tendrá que afrontar las consecuencias".
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