El día 2 de septiembre la Secretaría de Energía emitió un comunicado en que anunció, finalmente, iniciarían las negociaciones formales para concluir un acuerdo que regule la “utilización y reglamentación de los yacimientos de hidrocarburos que atraviesen la frontera marítima internacional”. Imagino que no usaron la palabra “explotación” porque lo que todavía debe definirse es si México y Estados Unidos explotarán el recurso conjuntamente, de manera coordinada, o inclusive, si conviene explotarlos en el futuro cercano. Como bien indica el comunicado, esta última ronda de negociaciones se desprende del compromiso al que llegaron los presidentes Calderón y Obama en la materia en mayo de 2010. Sin embargo, ha sido un tema de la agenda bilateral y de la política mexicana desde el sexenio de Ernesto Zedillo, y podría decirse que aún antes.
El Golfo de México está dividido entre el mar territorial y la zona económica exclusiva de México, Estados Unidos y Cuba, y dos polígonos de aguas internacionales que en inglés llamarían Doughnut Holes (“Hoyos de dona”). De acuerdo con el derecho internacional, los recursos de la plataforma continental debajo de esas aguas internacionales sí podrían ser aprovechados por el país con costas adyacentes, es decir, más cercano, por lo que también está sujeto a delimitación entre estos países. El mapa debajo muestra esos dos polígonos y los límites que hoy tenemos con Estados Unidos:
Los límites de la plataforma continental del polígono que está al occidente se firmaron en el año 2001. El tratado incluye una moratoria para realizar cualquier actividad productiva en una franja fronteriza de 2.8 millas náuticas, que venció a principios de este año. La clausula de la moratoria había sido negociada precisamente porque no existía un acuerdo sobre cómo explotar los yacimientos transfronterizos, dentro del polígono o en el resto de las fronteras ente México y Estados Unidos. Y es cierto que ya durante más de diez años, desde Estados Unidos se han realizado intensas actividades de exploración en regiones fronterizas. Véase, por ejemplo, la figura debajo que tiene enmarcados los descubrimientos entre 2000 y 2007. Por ello sí es necesario que, de una vez por todas, se reglamente la posible explotación de esos recursos. La mayoría de los cuales, además, están fuera del polígono occidental, en la frontera de la zona económica exclusiva.
Este acuerdo se refiere al fenómeno popularmente conocido como “efecto popote”, que sirvió en más de una ocasión para atizar la opinión pública; por ejemplo, bajo el mote de “operación popote” por el Senador panista José Ángel Conchello (en 1997 en un artículo de la revista Siempre!), pero más recientemente durante las negociaciones de la reforma energética en 2008, por el mismo gobierno federal. Lo cierto es que la evidencia muestra que ese riesgo geológico-político no era ni tan inminente ni tan voluminoso. Mucho de ello fue presentado en el Octavo Foro de Debate sobre la Reforma Energética en el Senado de la República en junio de 2008.
En cierta manera, existe una lógica para haber aplazado la negociación de un acuerdo de este tipo. Existe primero una explicación política, porque los regímenes petroleros de Estados Unidos y México son diametralmente opuestos y aún existe la pretensión de hacer del modelo mexicano mucho más parecido al estadounidense. Pero hay también una explicación institucional, pues tuvo sentido esperar a la construcción de las herramientas más adecuadas para realizar el ordenamiento territorial del petróleo, que antes no se había hecho. Es decir, teníamos que construir primero una autoridad en esa materia. Hay que recordar que antes sólo Pemex era juez y parte. Hoy tenemos la Comisión Nacional de Hidrocarburos y sus comisionados, que de alguna manera le permiten a la Secretaría de Energía tomar control del proceso de negociación en serio, con un respaldo técnico y que, además, es similar y con un estatus paralelo al Mineral Management Service de Estados Unidos que será central del lado estadounidense.
En el futuro cercano será pertinente discutir la relevancia y consecuencias de lo que se concluya en los acuerdos, que ya deben tener algún avance, para haber sido anunciados públicamente. Desde la plaza pública lo importante, en todo caso, es no permitir el uso político de falsos argumentos, y promover la discusión sobre el papel que puede asumir Pemex también fuera de nuestras fronteras.
José María Valenzuela. Internacionalista.
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