Todos contra todos en la política mexicana. ¿Vamos a aguantar este patético espectáculo que huele a pura inmundicia?
Leo ZuckermannQué patético es observar a la clase política mexicana pelearse por ver quién es el peor. Una lucha de deyecciones donde todos acaban defecados. El primero le avienta excreciones al segundo quien le regresa estiércol. El tercero guarda silencio porque sabe que si arroja boñigas a los dos primeros, éstos se voltean y le lanzan evacuaciones. Todos contra todos. ¿Vamos a aguantar este patético espectáculo que huele a pura inmundicia?
El gobierno panista filtra una información explosiva. Resulta sospechoso que lo hagan hasta ahora pero, en fin, el hecho es que el ex gobernador de Coahuila, hoy presidente nacional del PRI, endeudó a su estado de manera truculenta e irresponsable. Durante su gestión, Humberto Moreira multiplicó por cien la deuda. En este proceso mintió y presuntamente falsificó documentos oficiales. Sin embargo, en Coahuila no pasa nada porque Humberto le heredó el poder a su hermano Rubén. El clan familiar controla la política estatal incluido el Congreso local que rápidamente legaliza una deuda que, por cierto, no queda claro adónde fue a parar. Algo se desembolsó para pagar gasto corriente y de inversión, pero también aparecen casos extraños de enriquecimiento inexplicable. Funcionarios de la administración de Moreira pasaron a ser multimillonarios de la noche a la mañana. Uno de ellos, pieza fundamental en el entramado, se encuentra fugado.
El presidente nacional del PRI se encuentra en problemas. No sabe cómo contestar. Otrora dicharachero y peleonero, Moreira guarda silencio. Y, en eso, ocurre el incendio en Monterrey que deja 52 muertos. El acto criminal destapa una cloaca: la corrupción de los casinos en México. El caso más sonado es el del alcalde panista de Monterrey. Mientras Fernando Larrazabal combate los centros de apuesta, su hermano, Jonás, recibe dinero sospechoso en uno de los casinos. ¿Para qué? Jonás argumenta que se trata del pago por unos quesos oaxaqueños que vende. Por su parte, Fernando alega que se trata de una trampa que le tendieron los casinos a su administración.
Los reflectores mediáticos han cambiado de dirección: de Moreira a Larrazabal; del priista al panista. El PAN, que en vista de la próxima elección quiere diferenciarse del PRI, le solicita al alcalde regiomontano que se separe temporalmente del cargo para enfrentar las acusaciones de presunta corrupción en su gobierno. Larrazabal los manda a volar. Dice que no se va. En el ínterin aparece más información para seguir echando heces a los panistas: resulta que Larrazabal es el operador político en Monterrey de la campaña del precandidato calderonista a la Presidencia, Ernesto Cordero. El PRI está de fiesta. Los tricolores se pitorrean de Larrazabal y Cordero. Al mismo tiempo, defienden a su líder nacional: argumentan que Moreira es una blanca palomita.
Cordero, en su primer discurso ya como precandidato, ataca “al PRI de la inmoralidad de Mario Marín, del autoritarismo de Ulises Ruiz y de la irresponsabilidad de Moreira”. El dirigente nacional del PRI le revira al aspirante panista: “Es un cínico que huele a juego de casino, y hay que ver qué vínculos tiene con los casinos”. Cordero contraataca: “Yo invitaría al representante del nuevo PRI, Humberto Moreira, a que en lugar de andar de ocurrente nos diga en qué se aplicaron y dónde están los 33 mil millones de pesos con los que endeudó al estado de Coahuila”. Pum, pum, pum.
Y el tercer luchador de esta pelea, el de la izquierda, se queda muy calladito porque así se ve más bonito. Sabe que si se mete, los priistas y los panistas le recordarán al público que el afamado “señor de las ligas”, René Bejarano, al que vimos cómo se metía en sus bolsas el dinero que le dio un contratista del Distrito Federal, de nuevo es miembro del PRD. De hecho, es uno de los políticos con más peso dentro del partido.
Bienvenidos a la lucha por el poder en México. Una pelea de excreciones que apenas comienza. Y lo que viene…
¿Vamos a aguantar tanta mierda?
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