A los de la nueva generación los mueve más bien la sed de poder. No les tocó engullirse el trago amargo de perder la Presidencia por primera vez en su historia
Leo ZuckermannQué bueno que los políticos lean a los mejores editorialistas de México, como Soledad Loaeza. En noviembre de 2009, la profesora de El Colegio de México escribió en La Jornada: “De los priistas puede decirse lo mismo que dijo el príncipe de Talleyrand de los aristócratas franceses cuando volvieron del exilio adonde los mandó la Revolución: ‘Ils n’ont rien appris, ni rien oublié’. Así ellos, los priistas. No han aprendido nada ni tampoco han olvidado. No actúan como si la derrota no hubiera ocurrido, sino con la arrogancia del perdedor que sabe que el tiempo le dará la oportunidad de volver, aunque sea por las malas razones. Así que lo harán, pero con deseos de vengarse del partido que los venció, así como de los ciudadanos que les dieron la espalda. Su comportamiento en los gobiernos estatales y en el Congreso indica que su objetivo es la pura y simple restauración con un toque de venganza”.
Ahora fíjese usted lo que dijo Ernesto Cordero el domingo en su primer acto como precandidato del PAN a la Presidencia: “No es el PRI de antes el que me preocupa, sino el PRI de ahora, el PRI de la inmoralidad de [Mario] Marín, del autoritarismo de Ulises Ruiz, de la irresponsabilidad de [Humberto] Moreira. Al perder la Presidencial el PRI ni aprendió nada ni ha olvidado nada, no son un mal recuerdo, son una triste realidad”. Lo mismo que argumentaba Loaeza hace dos años, pero sin darle crédito a ella ni a Talleyrand.
Talleyrand se refería a la breve restauración monárquica en Francia cuando Napoleón fue derrotado y exiliado a Elba. Luis XVIII y la aristocracia regresaron al poder sin haber aprendido las lecciones de por qué había caído la monarquía después de la Revolución. Comenzaron a cometer los mismos errores que sus antecesores. Con una diferencia: no habían olvidado el terror revolucionario y tenían una sed de venganza. El resultado fue atroz. Con un puñado de hombres, Napoleón regresó a Francia y derrocó de nuevo a la monarquía. Pero las otras potencias europeas se encargaron de derrotar al emperador en cien días. La monarquía volvió a restaurarse, aunque no por mucho tiempo.
La pregunta es si el PRI efectivamente no ha aprendido nada ni olvidado nada. Hace dos años, Loaeza decía: “Sobre advertencia no hay engaño. ¿Cómo gobierna Ulises Ruiz en Oaxaca? ¿Qué promete el desvergonzado nepotismo del gobernador de Coahuila, Humberto Moreira? ¿Cuánto nos costaría a nivel federal el culto a la personalidad que sin pudor alguno promueve Fidel Herrera en Veracruz? ¿Estamos preparados para que el Diario Oficial sea desplazado por las revistas de celebridades como Quién y Caras en un futuro gobierno del encopetado Enrique Peña Nieto? ¿Qué nos espera de un partido cuya actuación en el Congreso está movida única y exclusivamente por intereses particulares, que no son ni siquiera los de los priistas, y cuyo potencial depende sólo de los errores del gobierno en turno?”
Si vemos estos hechos, el argumento de Loaeza es convincente. Sin embargo, creo que hay priistas que sí aprendieron de la derrota de 2000 y de la realidad de operar en una democracia. Saben, como lo atestiguaron en Oaxaca o Puebla, que si cometen abusos de poder, el electorado los castiga en las urnas. Marín, por ejemplo, no sólo tuvo una mala gestión de gobierno sino que se empeñó en imponer a un candidato a gobernador impopular que era su amigo y subordinado. Y el PRI perdió Puebla. Peña Nieto aprendió la lección. Un año después, en el Edomex, puso al candidato que maximizaba las oportunidades de ganar la elección y no a un amigo o pariente. Y el PRI ganó.
En cuanto al recuerdo y la sed de venganza, hay priistas que piensan así. Pero son los de la vieja guardia. A los de la nueva generación los mueve más bien la sed de poder. No les tocó engullirse el trago amargo de perder la Presidencia por primera vez en su historia. Más que estar irritados por eso, están pensando en el dulce sabor de una victoria futura.
En fin, que el tema es debatible. Lo más importante es que será uno de los asuntos centrales de la campaña presidencial. ¿Aprendieron algo los priistas en el “exilio” opositor? ¿Tienen una sed de venganza por haber estado 12 años fuera de Los Pinos? ¿Usted, qué piensa?
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