20 septiembre, 2011

Partidocracia ruin

Desde la reforma electoral de 1990 que creó el Cofipe e inició la construcción del IFE, en reemplazo de la Comisión Federal Electoral, se buscaba la consolidación de los partidos políticos en México. El IFE de 1991 fue un gran paso, pero seguía atado al Gobierno.

Fue hasta 1994 cuando aparecen los consejeros ciudadanos, para luego, en 1996 llevarse a cabo la reforma que le dio autonomía y que arrancó un proceso que le daría pauta a los partidos políticos para lo que hoy desafortunadamente padecemos: el secuestro político y de la política pública por parte de los partidos.

Y es que luego de numerosos años de debate, estas reformas parecía que podrían ser la forma de modernizar y legitimar el ejercicio del poder en México. Sin embargo, la llegada del financiamiento público a estos organismos y la ausencia de rendición de cuentas aparecieron de la mano como mecanismos de operatividad para los mismos. Ahí empezó la destrucción de los partidos políticos que hoy quiero destacar.

Con el financiamiento público a los partidos se defendía la no cooptación de dichas organizaciones a manos de los grupos de interés, económicos o incluso criminales que pudieran llevar sus intereses y no los de la sociedad a dominar la agenda de estos institutos políticos.

Se argumentaba cuando empezaron a fluir millones y millones de pesos a ellos que la madurez de estos partidos políticos mexicanos garantizaría las puertas abiertas para cualquier ciudadano al poder público y que ésta sería la mejor manera de transitar hacia la consolidación de nuestra democracia.

La historia de los partidos políticos desde entonces en México es lamentable. De manera casi mágica, se consolidaron en estructuras, oficinas y presupuestos, pero con ello bloquearon reformas que les exigían transparencia y rendición de cuentas y se cerraron al escrutinio público.

Hoy nadie puede responsabilizar a los partidos de la desavenencia política que vivimos. Por el contrario, éstos son controlados por pandillas de políticos que se mueven del Gobierno a los partidos y de los partidos al Gobierno. El reciclado es tal que parecen una nueva, distinta y distante clase de mexicanos.

He criticado en este espacio, en varias ocasiones, lo poco útiles que han resultado los partidos políticos para México. Hoy quiero enfatizar tres graves vicios que estos organismos tienen hoy y que si no se revierten, el País perderá años valiosos de desarrollo potencial y acuerdos para un mejor futuro.

El primer vicio es la poca claridad de objetivos. Hace 20 años uno podía fácilmente identificar las diferencias conceptuales y prácticas de los partidos en México. En aquel entonces, todos ellos se definían con claridad respecto a temas laborales, sobre los acuerdos de libre comercio, sobre la relación con Estados Unidos, sobre cómo los ciudadanos podían acceder a ellos y qué tipo de representatividad les ofrecían.

Hoy yo no puedo distinguir ni leyendo sus estatutos la diferencia entre un PRI, un PAN y un PRD o inclusive un Partido Verde o la cosa esa llamada Convergencia o Partido del Trabajo. La partidocracia tan aplaudida sólo por los políticos ha llegado a igualar a los partidos como institutos idénticos. Los partidos ocupan el poder para reciclar a los miembros de la clase política, pero no para tomar decisiones, no para gobernar.

La segunda depravación de los partidos tiene que ver con la mezcolanza entre los mismos y el Gobierno. Hace no más de 12 años se criticaba fuertemente que un político fuera a un evento partidario en horas de trabajo. Hoy usan recursos públicos para apoyarse mutuamente. Los partidos políticos se han convertido en oficinas del Gobierno y el Gobierno se ha convertido en sucursal de los partidos.

Tercero, los partidos requieren de servidores públicos corruptos para seguir ganando elecciones, pues ya no importan las ideas valiosas, sino qué tanto se puede comprar los votos por presión, precio o despensas.

Como cofradías de poder, el común denominador de los partidos es trabajar para quedarse en el poder, pero nunca para usar el poder en cumplimiento de las tareas de gobernar. Las reformas que el País necesita se aplazan convenientemente de acuerdo al calendario electoral y el calendario electoral es el que define las tareas económicas.

Una verdadera vergüenza es la colusión entre el Gobierno y los partidos políticos. Hoy evidenciada en Monterrey con paleros que aplauden a un Alcalde cuestionado porque les paga su sueldo o con reventadores de reuniones pacíficas también pagados por su Gobierno que buscan nulificar la libertad ciudadana de manifestarse en paz.

Urge emprender la competencia política sin recursos públicos, permitiendo la reelección de legisladores y Munícipes para que dejen de aliarse a su partido siempre, y por vez primera en la historia de México hagan alianza con la ciudadanía por el desarrollo de todos.

Vidal Garza Cantú

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