Por Jorge Castro
La crisis global 2008/2009, que se desató en EE. UU. con el derrumbe de Lehman Brothers (15-09-08), no fue sólo una crisis financiera que se transmitió de inmediato al mundo y se transformó en recesión mundial – la más profunda desde la década del ‘30 -, sino un punto de inflexión histórico , un nuevo comienzo, que dio origen a una fase históricamente novedosa del proceso de acumulación capitalista.
La recesión global de 2009 ofreció una doble particularidad: su brevedad (duró sólo 6 meses) y su carácter estructural, que modificó para siempre el proceso de acumulación, tanto en el mundo avanzado como en el emergente. Los países avanzados entraron en una etapa de bajo crecimiento económico, elevado desempleo y extrema volatilidad de los mercados (consecuencia de un salto cualitativo en la percepción del riesgo), también denominada “nueva normalidad” .
El mundo emergente, que representa 80% del crecimiento global en 2011, comenzó a crecer sobre la base de su demanda interna y el consumo de su población, lo que lo obliga a modificar, a través de un arduo proceso de reformas políticas y económicas, las estructuras que le permitieron crecer antes de la crisis.
El punto de partida de los países emergentes y de los avanzados para enfrentar las nuevas condiciones globales es completamente distinto.
En el período 2007/2011, el PBI chino se expandió 44,5%, mientras que los de EE.UU. y la Zona Euro crecieron 0,8% y 0,4%, respectivamente.
Además, el virtual freno de la economía norteamericana (creció 1% en el segundo trimestre y 0,8% en los primeros seis meses del año) es parte de una tendencia de largo plazo. La tasa de crecimiento anual ha declinado de 4,3% en 1969 a 3% en 1990, y alcanzaría 2,6% en 2011. Se estima que entre 2012 y 2020 se expandiría 1,5% / 1% por año por el retiro masivo de los “baby boomers”.
China no sólo creció 9,5% en los primeros seis meses del año, sino que comenzó a modificar su inserción internacional.
A partir de 2012, más de la mitad de sus exportaciones se destinarán a los países emergentes y dejará atrás al mundo avanzado, su principal mercado en los últimos 30 años.
La razón de este giro en la inserción internacional de la República Popular es que el comercio Sur-Sur (Asia/América del Sur) crece 4 veces por encima del promedio mundial (el vínculo bilateral China/ Brasil aumentó 54% en 2010).
El crecimiento desigual es el rasgo característico del mercado mundial contemporáneo y revela no una situación circunstancial o cíclica, sino la irrupción de un nuevo mecanismo de acumulación global, con eje en los países emergentes (China, India, Brasil), que crecen sobre la base de su demanda interna.
Este nuevo mecanismo se encuentra en plena transición y no se completará hasta que EE.UU. crezca sostenidamente sobre la base de sus exportaciones y el aumento de la inversión/productividad, y los emergentes lo hagan a través de la demanda interna y el consumo popular, en un contexto de integración e interconexión cualitativamente superior del sistema mundial.
Este cambio interno en todas partes al mismo tiempo tiene un significado tanto político como económico (reformas estructurales) y equivale a una nueva globalización – o reglobalización -, en las condiciones del sistema mundial posterior a la crisis 2008-2009. Este es el contenido de la crisis global de los primeros 6 meses de 2011. Por eso proliferan los riesgos y se exacerba la desconfianza, porque ha surgido un sistema mundial extraordinariamente interconectado, que experimenta sin excepciones una transformación estructural de fondo , económica y política.
El temor al riesgo y la extrema volatilidad de los mercados no es un fenómeno de debilidad psicológica, sino una manifestación de lucidez. Este es el carácter de la crisis del sistema global en 2011. Se identifica con una nueva época en la historia del mundo.
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