TOKIO – La magnitud del terremoto y tsunami que golpearon a Japón en marzo fue mucho mayor que la prevista en los cálculos más pesimistas de las autoridades. Después de casi seis meses sigue siendo difícil estimar los daños totales. El malestar social y la confusión, así como las fugas radiactivas de la planta nuclear de Fukushima continúan.
Y ahora el país ha recibido otro enorme golpe: de nuevo una rebaja en la nota de calificación de sus bonos. Moody’s y Standard & Poor’s ahora dan a los bonos japoneses una calificación de tan solo cuarto nivel. ¿Qué políticas deberían aplicarse en respuesta a estas desgracias económicas?
El año pasado, la economía de Japón creció a una tasa anual relativamente saludable de 3%, mayor que en los Estados Unidos o en la Unión Europea, debido sobre todo a la expansión fiscal puesta en marcha tras el colapso de Lehman Brothers en 2008. Sin embargo, para 2011 se había estimado un crecimiento más lento incluso antes del terremoto. En efecto, en el primer trimestre la economía se contrajo un 3.5% en relación con el mismo periodo del año anterior.
Ahora que el terremoto y el tsunami han destruido el capital fijo y la infraestructura, la capacidad productiva de la economía ha caído alrededor de 2% del PIB. Sin embargo, puede que eso no sea una mala noticia: antes del terremoto Japón tenía un desequilibrio entre la oferta y la demanda de aproximadamente 5% del PIB. Si bien reducirlo a un 3% del PIB ha producido precios más altos, eso es exactamente lo que necesita Japón luego de experimentar varios años de deflación continúa.
Mientras tanto, un mayor gasto público en inversión de capital y otras adquisiciones especiales darán un impulso a la demanda interna. El terremoto Hanshin de 1995 provocó pérdidas de capital del 2% del PIB. Esta vez las pérdidas se estiman en 3.4% del PIB, lo que implica un mayor aumento de la demanda interna si se emprenden las políticas públicas adecuadas.
La desventaja es que se ha afectado la confianza de los consumidores e inversionistas por igual, debido principalmente a los temores por las fugas radioactivas y escasez de energía. De acuerdo con el Centro de Investigación Económica de Japón, las interrupciones en el abastecimiento de energía podría afectar negativamente la economía japonesa durante los siguientes tres años. Por ejemplo, si el abastecimiento de energía en el área metropolitana de Tokio disminuyera 10% este año, el PIB de Japón caería un 2%.
Poco después del desastre, el gobierno anunció que la demanda y el aumento de los precios provocados por la reconstrucción producirían una recuperación económica relativamente rápida. Pienso que esta opinión es muy optimista, pues sospecho que el gobierno quiere financiar su nuevo gasto con un aumento en los impuestos. Además, la abrupta contracción del PIB en el primer trimestre puede indicar que el impacto negativo del desastre en la economía fue más fuerte de lo estimado.
En efecto, se estima que la economía se contrajo otro 2.6% en el segundo trimestre con respecto al año anterior, y que el crecimiento se reanudará entre julio y septiembre. Además, contrario a las perspectivas del gobierno, el inicio de la recuperación podría retrasarse hasta finales de este año cuando el crecimiento anual a mediano plazo llegue al 1.5-2%.
Una cuestión esencial ha sido el impacto del desastre en las cadenas globales de producción. De acuerdo con el ministro de Economía, Comercio e Industria de Japón, que realizó un estudio de las empresas aproximadamente un mes después del terremoto, al 15 de abril, más del 60% de los centros de producción en las zonas afectadas ya se habían recuperado. Se estima una recuperación del 30% en el verano y el 10% restante operará normalmente después del otoño.
Sin embargo, el impacto de incluso un número pequeño de interrupciones en las cadenas de producción puede ser altamente significativo, en particular en la región Asia-Pacífico. Consideremos Renesas Electronics, empresa mediana que tiene ventas anuales por 150 mil millones de yenes (1.9 mil millones de dólares), que representa más de la mitad de la producción mundial de los componentes esenciales de las microcomputadoras para los automóviles. En parte como resultado del daño a Renesas, la tasa de utilización de la capacidad de Toyota cayó a 50% a principios de mayo.
Del mismo modo, el fabricante de productos químicos Kureha (130 mil millones de yenes en ventas anuales) tiene una participación de 70% en el mercado global de materiales adhesivos para las baterías de ión de litio –un componente pequeño pero esencial de los teléfonos celulares. Por ejemplo, la empresa Nokia de Finlandia, importa de Japón el 12% de sus componentes celulares, y por consiguiente podría verse afectada indirectamente por el desastre.
Como resultado, es probable que más empresas diseñen y pongan en aplicación planes de continuidad de negocios (BCP, por sus siglas en inglés). En efecto, el BCP está creado para convertirse en un término clave en el discurso económico de la región. Usar los BCP para determinar productores alternativos significa que las economías regionales se integrarán de una forma nueva, en la que las empresas establecerán relaciones cooperativas incluso con sus competidores.
Por desgracia, los funcionarios públicos de Japón parecen incapaces de tener una flexibilidad similar. El desastre confirmó la imagen tradicional de Japón como un país que combina un sector privado dinámico con un sector público y una administración central débiles. Los errores del gobierno en la llamada “comunicación sobre los riesgos” con relación a la planta nuclear de Fukushima, y su lentitud para hacer llegar la ayuda necesaria a las personas desplazadas por el desastre, confirman una vez más el estereotipo.
Sin embargo, en lo que se refiere a las relaciones internacionales, el desastre podría mejorar los vínculos bilaterales con países influyentes. Por ejemplo, el primer ministro chino, Wen Jiabao, y el presidente surcoreano, Lee Myung-bak, se reunieron con el primer ministro japonés saliente, Naoto Kan, en Fukushima, cerca de la planta dañada –lo que ayuda a aliviar las inquietudes de los países vecinos sobre la fuga radiactiva.
Además, las relaciones de Japón con los Estados Unidos, que se habían deteriorado desde que el Partido Democrático de Japón llegó al poder hace dos años, parecen haber surgido de la catástrofe más fuertes que nunca. Las fuerzas de autodefensa de Japón tuvieron un papel importante en las actividades de rescate y reconstrucción en el área afectada, en las que participaron casi la mitad de sus 200.000 efectivos. Si bien esto ha debilitado enormemente las defensas de Japón, los Estados Unidos garantizaron la seguridad de Asia oriental mediante el despliegue de un portaviones y cruceros, y, junto con las fuerzas de autodefensa de Japón, los efectivos estadounidenses también buscaron personas desaparecidas.
Sin embargo, los vecinos de Japón esperan una reconstrucción y normalización rápidas, y para ello se requiere de un liderazgo político más fuerte. El terremoto y tsunami representan una profunda crisis para Japón –pero también una rara oportunidad de emprender las amplias reformas que el país ha pospuesto durante tanto tiempo.
Heizo Takenaka, ex ministro de Economía, ministro de Reforma Financiera, y ministro de Asuntos Internacionales y Comunicaciones durante la administración del primer ministro Junichiro Koizumi. Actualmente es director del Instituto de Investigación de Seguridad Global de la Universidad Keio de Tokio.
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