Mucha gente me ha preguntado qué tanto está afectando la violencia a la economía del país. Me parece una pregunta muy pertinente e interesante. Yo se lo he preguntado a algunos economistas del CIDE y El Colegio de México. Lo que me dicen es que ya hay proyectos académicos para desarrollar modelos econométricos que midan el impacto económico de la violencia. Ojalá tengamos resultados pronto.
La violencia tiene muchos efectos económicos: puede inhibir la inversión, incrementar los costos de operación o disminuir el número de turistas extranjeros que nos visitan, por citar algunos de ellos. En esta columna me concentro en qué ha pasado con la inversión extranjera directa. ¿Se han ido empresas de otros países asustadas por lo que está pasando en México?
No parece ser el caso. Por el contrario, siguen llegando nuevas. A pesar de la violencia, México es un destino atractivo para establecer fábricas productoras de manufacturas de exportación. En este rubro nos ha ayudado la devaluación del peso durante la crisis de 2008-2009, que hizo más competitiva nuestra economía. También ha contribuido el incremento que han tenido los salarios en la industria manufacturera de China y los problemas logísticos de enviar mercancías desde ese país asiático hacia Norteamérica. Y es que no es lo mismo trasladar productos de Shanghái a Chicago que desde Monterrey o Nogales.
Los datos de la inversión extranjera directa muestran cómo México sigue siendo un destino atractivo. En 2010 recibimos casi 20 mil millones de dólares. Durante el primer semestre de 2011 la cifra alcanzó los diez mil millones. Todavía estamos lejos de los 30 mil millones que llegaron en 2007, pero no está mal lo que está arribando tomando en cuenta la crisis recesiva de 2008-2009 de la cual el mundo no se ha recuperado del todo. En este rubro destaca, sin duda, la inversión extranjera en la industria automotriz. Gracias a ella México se ha convertido en el noveno productor de automóviles del mundo con un estimado de producción de 2.4 millones de unidades este año, 6% más que en 2010. Armadoras importantes, como Mazda, Honda y Toyota, han decidido construir nuevas plantas en México.
Parecería, entonces, que la violencia no ha ahuyentado la inversión extranjera directa. Lo que no sabemos es si tendríamos más si es que no hubiera tantos actos criminales (extorsiones, secuestros y homicidios) en algunas plazas de la República. Por eso urge el desarrollo de modelos econométricos que midan el impacto económico de la violencia.
Mientras no haya un estudio de este tipo, aparecerán noticias que den la idea de que los inversionistas extranjeros están huyendo de México muertos de miedo. Ayer, por ejemplo, apareció una historia acerca de ello en The Wall Street Journal titulada “Para fabricante de EU, la violencia anula el atractivo de operar en Monterrey”. Comienza diciendo: “La violencia relacionada con el narcotráfico —no los cambios en los costos ni la compleja logística— es la principal razón por la que Rick Binder afirma que Global Finishing Solutions LLC está dejando México”. Según la nota, esta pequeña compañía, que produce cabinas para la industria aeroespacial, tuvo que cerrar su fábrica en Monterrey porque “no pudimos lograr que los gerentes se trasladaran allí”. Regresaron a Wisconsin no obstante que le tienen que pagar a sus trabajadores en EU entre 25 y 27 dólares por hora cuando le pagaban a los mexicanos entre 3 y 3.5 dólares.
La misma nota termina, sin embargo, con una información positiva: “Una empresa que ayuda a firmas estadunidenses a establecer operaciones a lo largo de la frontera con México, señala que algunas empresas tienen dudas debido a los titulares de violencia en México, ‘pero la percepción es mucho peor que la realidad’”. Y se informa que “hay un continuo influjo de empresas estadunidenses que buscan establecer operaciones” en nuestro país. Una buena información dentro de las malas noticias relacionadas con la violencia en México.
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