25 octubre, 2011

Aplasta el capitalismo y destruirás la civilización

Por Art Carden.
En algún lugar hay dos estudiantes universitarios en ciencias sociales que necesitan temas de trabajo. Esos estudiantes deberían estar viendo el movimiento Ocupa Wall Street con buenos ojos, porque, según evoluciona, va a ofrecernos una serie interesante de aplicaciones, ejemplos y pruebas de distintos principios de las ciencias sociales. Un estudiante debería estudiar la evolución sobre el terreno de propios campos de ocupación. Otro debería ver la evolución de las percepciones de las ocupaciones y cómo han cambiado al aparecer datos sobre las opiniones de los ocupantes.
El antiguo encuestador de Clinton, Douglas Schoen, ha prestado un valioso servicio al hacer una encuesta (que explica en el Wall Street Journal) que “probablemente represente el primer ejemplo sistemático de la opinión sobre Ocupa Wall Street”. Según Schoen, los ocupantes están unidos por “un profundo compromiso con políticas de izquierdas”.

Estoy de acuerdo con los ocupantes cuando ambos respondemos “no” a una pregunta como “¿deberíamos rescatar a las grandes instituciones financieras que han hechos muchas malas inversiones?” Los ocupantes más radicales me pierden con demandas de que “aplastemos el capitalismo” y “hagamos abolir la propiedad privada”. Para mí no está claro que hayan pensado qué supondría esto exactamente.
Tal vez vean esto como el principio de una revolución anticapitalista y anticomercial, pero hasta cierto punto ya hemos tenido esta conversación. El siglo XX fue un largo (y sangriento) debate acerca de modos alternativos de organización social. Incluso en su forma corrompida y clientelar presente, el “capitalismo moderno” (que Deirdre McCloskey define vagamente como “propiedad privada e intercambio sin limitaciones”) es una gallina que pone huevos de oro y no solo para los superricos. Si está usted en desacuerdo, pregúntese cuántos de éstos que afirman hablar por “el 99%” tienen teléfonos inteligentes, que Luis XIV no podría haber comprado con todo el oro de Francia. Los problemas de los que los ocupantes echan la culpa al “capitalismo” no los causa la “propiedad privada e intercambio sin limitaciones”. Los causa la interferencia institucionalizada con la “propiedad privada e intercambio sin limitaciones”.
Al margen de esto, un poco más de intervención pública no es probable que suponga una enorme diferencia. Preveo problemas a largo plazo que no aparecerán en la superficie hasta mucho después de que sus defensores y patrocinadores dejen de estar en el cargo, pero el Obamacare por sí mismo no va a convertir a Estados Unidos en Corea del Norte. Sin embargo, no podemos descartar lo que la economía tiene que enseñar y esperar que la civilización resista. Ludwig von Mises, uno de los más eminentes defensores del orden liberal clásico del siglo XX, acababa así su obra magna, La acción humana:
El cuerpo del conocimiento económico es un elemento esencial en la estructura de la civilización humana; es el fundamento sobre el que se han construido el industrialismo moderno y todos los logros morales, intelectuales, tecnológicos y terapéuticos de los últimos siglos. Corresponde a los hombres determinar hacer uso apropiado del rico tesoro que les proporciona este conocimiento o dejarlo sin utilizar. Pero si no lo aprovechan todo lo que puedan y desdeñan sus enseñanzas y advertencias, no anularán la economía; eliminarán la sociedad y la raza humana.
Las cosas estaban mucho peor que cuando Mises escribió eso (1949) que ahora, pero estamos a unos pocos años de que se gradúe la primera promoción de universitarios que no habían nacido cuando se derrumbó la Unión Soviética. Se ha dicho que quines no aprendan del pasado están condenados a repetirlo. Y haríamos bien en estudiar la historia intelectual, política, social y económica que hizo a Mises escribir con tanta urgencia y pasión para que no nos veamos condenados a repetirla. Trágicamente, eso es exactamente lo que ocurrirá si quienes nos urgen a “aplastar el capitalismo” y “abolir la propiedad privada” alcanzan sus deseos.

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