Día con día
Héctor Aguilar Camín
Cabecea un periódico mexicano: “Piensan en narcopacto en el PRI: Calderón”. Cabecea otro: “Hay priistas que quieren pactar con el narco”, y en su página interior: “Priistas quieren regresar a pactos del pasado: Calderón”.
Pero no es eso exactamente lo que dijo Calderón. Las cabezas vienen de una entrevista con el presidente Calderón y de una nota publicadas en The New York Times. De la entrevista sólo tenemos los extractos que el propio diario hizo, no la entrevista completa. El extracto citado, cuyo tema explica previamente el diario, es el siguiente:
The New York Times: On the prospect that the Institutional Revolutionary Party, or PRI, which dominated Mexico for decades, might return to power and fall into a corrupt relationship with organized crime.
Felipe Calderón: It depends on who it is. There are many in the PRI who agree with the policy I have, at least they say so in secret, while publicly they may say something else. There are many in the PRI who think the deals of the past would work now. I don’t see what deal could be done, but that is the mentality many of them have. If that opinion prevails it would worry me.
Quien habla de que el PRI, en caso de volver al poder, puede “caer en una relación corrupta con el crimen organizado”, es el diario. Lo que dice Calderón es lo siguiente:
“Depende quién. Hay muchos en el PRI que están de acuerdo con mi política, al menos eso es lo que dicen en privado, aunque en público puedan decir otra cosa. Hay muchos en el PRI que piensan que los tratos del pasado funcionarían hoy. No veo qué trato pueda hacerse, pero es la mentalidad que tienen muchos de ellos. Si esta opinión prevaleciera, me preocuparía.”
Es lo mismo que dicen las cabezas de los diarios, se dirá, pero no es lo mismo. Para empezar porque todo el alegato de Felipe Calderón es matizado y condicional. Las cabezas, en cambio, son rotundas.
A nadie puede escaparse la intención política del señalamiento: sugerir en Estados Unidos que el PRI puede no ser confiable como seguidor de la estrategia anticrimen que Washington respalda, y aun exige.
No sé si ésta sea parte de la estrategia electoral de Felipe Calderón para inducir en los políticos y la opinión pública estadunidenses la creencia de que el PRI hará las paces con el narco, devolviéndoles la parte del país que tenían y haciendo a un lado a Washington en la materia.
Me interesa más su duda sobre si esos “tratos del pasado” son posibles hoy, e incluso lo que su declaración da por sentado: que aquellos tratos existieron.
Nada me interesaría tanto como empezar a oír definiciones claras de parte de priistas, panistas y perredistas sobre lo que harán realmente con la herencia de combate al crimen de Felipe Calderón, porque no parece viable ni seguirla ni pararla.
Qué hacer en esa materia se perfila ya como el tema central, aunque no sé si el más importante, de la elección de 2012.
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