La historia en breve
Ciro Gómez Leyva
Lo he escuchado tête à tête al menos de un ex gobernador. Y de un gobernador. Y de un ex senador. Y de un diputado. Y de un ex presidente municipal. Todos priistas. Todos, de alguna manera, conocedores del tema, incluso con experiencias “exitosas”. Todos coincidiendo en que “Calderón es un pendejo”, porque no hay mejor salida que pactar con los
criminales.
Para esos priistas, el criminal no es El Chapo Guzmán o el Zeta 40. Es el jefe de la plaza, la ciudad, la zona de la ciudad. Se debe hacer contacto con él y ofrecerle una razonable libertad de operación a cambio de que no se meta con los ciudadanos ni altere la paz pública.
Esa es la pax priista. O al menos ésa es la que propalan muchos priistas. Me cuesta entender que se sorprendan porque el presidente Calderón le dice a The New York Times que quieren revivir pactos del pasado con la idea de que funcionarán ahora: “Esa es la mentalidad de muchos de ellos, me preocupa que esa opinión pueda prevalecer”.
En vez de desgarrarse las vestiduras, de desgañitarse gritando que el Presidente los agravió, podrían marcar un discurso claro y una ruta de navegación en el tema de la violencia y la inseguridad. Hoy no los tienen. Al menos en público. Porque en privado, cómo se les llena la boca criticando las “pendejadas de Calderón, que se quiso poner a jugar a la guerrita”; asegurando que ellos sí saben cómo hacerlo, y que “vas a ver cómo van a cambiar las cosas cuando gane Peña”.
Y repitiendo que el método más eficaz, “ni modo, es ponerse de acuerdo” con los criminales. Lo dicen. Claro que lo dicen.
Sería muy interesante que Enrique Peña Nieto se expresara con claridad sobre el tema.
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