Una violación constitucional del tamaño de la no selección de los consejeros faltantes del IFE ya no causa sorpresa a nadie.
Ricardo AlemánSi hace poco más de dos décadas, en tiempos del partido hegemónico, el PRI hubiese violado la Constitución —igual que hoy la violan todos los partidos—, al negarse a cumplir un mandato constitucional equivalente a la designación de los faltantes consejeros del IFE, el escándalo hubiese sido mayúsculo.
Si algo similar hubiese ocurrido hace 20 o 25 años, la gritería y la escandalera hubieran sido ruidosas; legisladores de oposición, líderes sociales y políticos, intelectuales y periodistas de filiación democrática —tanto de izquierda como de derecha—, hubieran puesto el grito en el cielo y advertido que, una violación constitucional como ésa, era evidencia contundente de lo impostergable de la salida del PRI del poder.
El escándalo hubiera sido tal, que los partidos opositores, como el entonces naciente PRD —que dice llevar la revolución democrática en sus siglas— y el histórico PAN —que en esos años reclamaba llevar en las venas el apostolado democrático—, hubieran prometido que, cuando ellos llegaran al poder, la defensa de la Constitución sería la prioridad, por sobre cualquier otra consideración.
Los discursos en las tribunas parlamentarias remacharían que ésa, la violación constitucional, era una prueba contundente de un PRI nada democrático, de partido hegemónico al que históricamente le vale madre el respeto a la Constitución, en tanto que editoriales y espacios periodísticos de opinión seguramente censurarían con toda rudeza esa perversión priista de torturar la Carta Magna.
Pero resulta que hoy —20 o 25 años después de ese imaginario—, cuando el PRI ya no es el partido hegemónico, cuando existe pluralidad política y electoral; cuando vivimos en democracia y la transición democrática da sus primeros pasos; cuando existe libertad de expresión y los otrora opositores PAN y PRD ya son gobierno y tienen voz igualitaria en las cámaras del Congreso, la violación a la Constitución ya no es tan grave, ya no asusta a nadie y, lo peor del caso, que el cinismo de la clase política también ha tocado a todos.
Incluso podríamos hablar del cinismo democrático. ¿Por qué? Porque una violación constitucional del tamaño de la no selección de los consejeros faltantes del IFE —que les guste o no a los políticos profesionales, puede poner en riesgo la elección presidencial de 2012— ya no causa sorpresa a nadie: ni a los revolucionarios democráticos del PRD, tampoco a los apóstoles de la democracia del PAN, y menos a los intelectuales del lopezobradorismo, del calderonismo, del priismo. Por no hablar del periodismo militante, que prefiere esconder la cabeza.
Y, en cambio, encontramos a cínicos del PRI, como al jefe de la Cámara de Diputados —nada más y nada menos que el jefe de la casa del pueblo—, Emilio Chuayffet, que se avienta la puntada de señalar que, en efecto, “lo deseable sería respetar la Constitución”, pero que en la práctica eso no es posible. ¿Por qué? Porque en la democracia, la pluralidad, el arte de la política en los tiempos de transición democrática y pluralidad, no es posible que los tres principales partidos se pongan de acuerdo en una obligación legal, de moral política, de ética legislativa, como respetar la Constitución. ¿Qué tal?
Si una declaración como esa la hubiese formulado el PRI de Salinas, de Zedillo, de Miguel de la Madrid, los opositores del PAN y del PRD hubieran hecho un verdadero escándalo. ¿O no?
¿Pero dónde están hoy los gritos de los señores del PAN, de Felipe Calderón, de Gustavo Madero; de Jesús Zambrano, de Marcelo Ebrard y AMLO; dónde están los gritos de los intelectuales del lopezobradorismo, de esos mártires de la izquierda que se esconden en la hoja parroquial de la izquierda; dónde están los ilustres académicos de avanzada, los liberales que daban la vida por las causas democráticas y por el respeto a la Constitución?
No están, su voz no se escucha, sus gritos no suenan, porque el cinismo de políticos, partidos, líderes, presidenciables, periodistas, intelectuales y militantes del PRI, del PAN y del PRD también ha alcanzado la categoría de cinismo democrático. ¿Por qué no se escuchan esas voces que hace pocas décadas inundaban el espacio político-electoral?
La respuesta es lamentable. Porque todos se benefician de la violación constitucional: activistas y simpatizantes de derecha e izquierda que hoy son igual de cínicos que los priistas de hace 20 o 25 años.
¡Y que sigan las violaciones constitucionales, total, lo que cuenta es el reparto del poder! La clase política que merecemos. Al tiempo.
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