En esa zona de Tamaulipas se vive una guerra de bandas criminales que, pese a ser muy sangrienta, no es registrada en los medios.
Topacio Elizondo Rocha estaba embarazada. Esa noche, como casi siempre, se durmió temprano en el pequeño departamento que compartía con su madre y su hermana. Su progenitora era una reconocida voz del coro de la iglesia de San Antonio, localizada en el centro de Ciudad Mante, Tamaulipas, y ella y su hermana hicieron amigos en los grupos juveniles de acción católica. Las muchachas eran famosas por ser las hijas de Juan Elizondo, un boxeador que alcanzó cierta fama en la zona.
Por eso, cuando en la madrugada del pasado 14 de septiembre de 2011 corrió la noticia de que un grupo de pistoleros de Los Zetas entró a la humilde vivienda y acribilló a las tres mujeres con rifles de asalto, pocos lo podían creer. Si la masacre fue ominosa, el silencio que la rodeó fue inconcebible: ninguna cadena de radio, el noticiero del canal 13 local o alguno de los periódicos (El Tiempo, El Matutino, Expreso y 5 Noticias) registró el crimen.
De ese tamaño es el control del cártel sobre la región. Así de profundo es el miedo de los comunicadores en este rincón del sur de Tamaulipas, cuyos 100 mil habitantes se encuentran distribuidos en los municipios de Mante, González, Ocampo y Xicoténcatl, además de los poblados El Limón y Magiscatzin: un paraíso de áreas despobladas llenas de brechas, ríos, cuevas y una imponente serranía que llena los ojos de verdor. Ésa es sólo una de las razones por la cual se convirtió en nido de Zetas.
Otra es que queda a una hora de camino de Ciudad Victoria y a dos de Tampico, a cinco de Monterrey y a seis de la frontera con Estados Unidos. La región se conecta tanto con San Luis como con Veracruz, por ello Los Zetas la tomaron como centro de operaciones para lanzar ofensivas y replegarse fácilmente aprovechando el conocimiento que tienen del terreno. Alberto, un chofer de sobrada experiencia, no tiene dudas: “Al Mante lo cuidan mucho los de la última letra (eufemismo para referirse a Los Zetas) porque está lleno de brechas, y si las conoces no necesitas las carreteras; de aquí puedes llegar a Victoria, a Ciudad Valles (en San Luis Potosí), a Tampico, y así se evitan los retenes que llegan a poner los soldados”.
LA BATALLA DE MARZO
La disputa entre el cártel del Golfo y el de Los Zetas por la región de Ciudad Mante tiene fecha de inicio: lunes 22 de marzo de 2010, un día que se volvió memorable. Entre la bruma de las seis de la mañana una ristra de al menos 50 camionetas de reciente modelo chocadas, incendiadas y baleadas quedó extendida por ambos lados del camellón del bulevar Lázaro Cárdenas, que lleva a Tampico. Las unidades lucían una “X” o las siglas “CDG” en los cristales, identificándose con uno de los bandos, y las otras, en su mayoría de color blanco, ostentaban una “Z” roja. La chatarra quedó regada a lo largo de unos cinco kilómetros, de acuerdo con testimonios de residentes y choferes de los autobuses Mante-Xicoténcatl que diariamente realizan ese recorrido.
Las versiones varían en los detalles pero coinciden en que las persecuciones y los balazos ocurrieron durante la madrugada. Para cuando salió el sol ya no había cuerpos. Sólo se apreciaban algunas manchas de sangre en tapicerías y banquetas. Nunca hubo un versión oficial de los tiroteos y en la prensa apenas apareció una pequeña nota de siete párrafos sobre la refriega. Fueron los ciudadanos quienes subieron en YouTube (“En Mante no pasa nada”) y en los blogs Del Narco y Del Terror videos y fotografías donde se ven las paredes de casas y negocios tapizadas de agujeros, árboles y arbotantes derribados, casquillos y vehículos baleados y chocados. Según esos testimonios, la batalla se extendió hasta el poblado de González, ubicado a 45 minutos de Mante y a hora y media de Tampico. Cuentan testigos que en la plaza principal los casquillos se contaban por docenas, como confeti de feria.
Tres días después, frente a la tienda Soriana y junto a una sucursal del banco HSBC, en uno de los cruceros más transitados de la ciudad, amanecieron los cadáveres de dos agentes ministeriales —uno recién llegado de Ciudad Victoria— con un mensaje donde se advertía que fueron ejecutados por apoyar a Los Zetas. Desde entonces es del conocimiento popular que Mante es territorio Zeta, hasta llegar a González, donde empieza el dominio del cártel del Golfo. Los taxistas de un municipio no viajan en sus autos al otro, pues son considerados halcones y se arriesgan a ser desaparecidos.
LLUVIA DE HALCONES
Las historias surgen al vuelo, pero son cautelosas, agazapadas entre una conversación trivial salpicada de resquemores; la confianza se gana palabra por palabra y bajo el camuflaje del ciudadano común. Ni pensar en mostrarse como periodista en esta ciudad poblada de jóvenes halcones (espías de los cárteles), que rondan por todos lados en sus motonetas atentos a cualquier detalle sospechoso y ataviados con la arrogancia que les da estar del lado de los fuertes. Una breve conversación con El Tola, un joven de 14 años que cursa el tercer año de secundaria, resulta aleccionadora: “¿Para qué voy a estudiar si no voy a salir de jodido? Prefiero andar zumbando (paseando en la moto) y disfrutar con mi lana (entre 100 y 200 pesos diarios), aunque sea nomás un mes o 15 días”.
Una mañana de octubre, un camión y una camioneta con soldados circulaban por la calle Manuel González. La recomendación fue muy clara: “Ni se te ocurra sacar la cámara, aquí no se acostumbra tomar fotos”. Los militares pasaron bajo el agobiante sol del mediodía, y dos cuadras detrás de ellos iban siguiéndolos dos motociclistas, un adolescente y un joven adulto acompañado por un niño de unos 10 años de edad. Al teléfono, el primero reportaba sin ningún disimulo: “Aquí van las ranas (como llaman a los soldados por su uniforme verde), por la González, rumbo a la Prepa Mante”.
Al día siguiente los militares instalaron un retén para revisar exclusivamente papelería de motocicletas y motonetas. Ni cobradores ni repartidores de pizza se salvaron: se decomisaron 17 unidades. “Una vez se pusieron duros los soldados y había varios retenes, y lo que hicieron los halcones fue cambiar las motos por bicicletas y unos hasta a pie andaban, pero, eso sí, sin soltar el teléfono celular”, cuenta David, un mecánico que trabaja cerca de la salida a Ciudad Valles. Él recuerda que una mañana del pasado abril vio frente a su negocio a un camión cargado de motos. Una docena de adolescentes hacía fila para recibirlas. “Ahí estaban, repartiendo las motos enfrente de todos; pero, bueno, hasta armas he visto que reparten antes de entrar al centro (de la ciudad)”.
EL GÜERO AFI
Lo llaman El maestro o El licenciado, pero lo conocen mejor como El Güero AFI, pues cuando estudiaba Derecho hizo prácticas profesionales en la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Luis Arturo Velásquez Torres tiene 34 años y es alto, de cabello castaño y complexión atlética. Quienes fueron sus compañeros de escuela en el Instituto Mantense de Estudios Profesionales (IMEP) recuerdan que desde joven le gustaba llamar la atención; manejaba su camioneta Ram guinda con la música a todo volumen.
Reportes de la Policía Ministerial (PM) lo señalan hoy como el encargado de Los Zetas en la región, responsable del cobro de cuotas, secuestros, robo de autos y trasiego de drogas pero, sobre todo, de no cederle el territorio al cártel del Golfo. Subió al poder luego de que su antecesor, conocido como El Cubano, desapareció en 2007 a los hermanos Alberto y Ramón Garrido Salazar, el primero candidato del Partido Acción Nacional a la presidencia municipal de Ciudad Mante. Como lo hizo sin permiso de sus superiores, fue ejecutado por “calentar” innecesariamente la plaza.
Después, en mayo de 2009, fue detenido Rigoberto Rodríguez Rangel o Nelson Garza Lozano, alias El Luchador, y en julio del mismo año le fue dictado el auto de formal prisión por el juez Segundo de Distrito con sede en Ciudad Victoria. El Luchador era el responsable del cártel del Golfo en la región. Ambos movimientos permitieron que creciera el poder de El Güero AFI, al grado de que se le responsabiliza de la ejecución del ex candidato del Partido Revolucionario Institucional a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, asesinado el 28 de junio de 2010 en las afueras de Ciudad Victoria. A Velásquez Torres se le atribuyen propiedades varias como bares, ferreterías y depósitos, y transacciones como la compra-venta de casas usando a familiares como prestanombres. Actualmente se encuentra prófugo, pues sus rivales han intentado asesinarlo y las autoridades catearon una de sus casas, ubicada en la calle Guadalupe Victoria, sin éxito alguno.
En la PM consideran que fue suya la idea de las “pescas milagrosas”, como la ocurrida la nochebuena del 2010, cuando sus pistoleros instalaron un retén en la calle Hidalgo, a 30 metros del palacio municipal, para detener a los automovilistas y despojarlos de dinero, regalos de Navidad e identificaciones. “Esa vez a nadie le quitaron su carro, nada más estuvieron cerca de una hora llevándose dinero y regalos. Decían que era para su Navidad”, recuerda un testigo que cenaba en la cafetería Mante, justo frente al lugar de los hechos. En la víspera del año nuevo las calles lucieron, predeciblemente, vacías. Durante el último año este tipo de asalto se ha repetido innumerables veces contra los ocupantes de automóviles particulares y de autobuses que cubren la ruta Mante-Tampico y Mante-Ciudad Victoria.
Otra de las modalidades criminales propias de Ciudad Mante son los saqueos a plena luz del día por parte de comandos que utilizan mazos para abrir los portones de casas de nivel alto, sin importar si hay gente dentro, como le sucedió a la familia Betancourt. Esto ha ocasionado un éxodo ciudadano evidente en los numerosos letreros de “Se vende” y “Se renta” colgados por toda la ciudad. Otros inmuebles simplemente lucen abandonados: sus propietarios simplemente se fueron para ya no regresar. Las víctimas se cuentan por decenas: entre otros están el propietario de la afamada pescadería El Bobito, un pastor y su hijo, y el ingeniero Eugenio Zermeño, propietario de una gasolinería, quienes decidieron irse con su familia a Estados Unidos luego de sufrir una extorsión de parte de Los Zetas.
ALTAR DE MUERTOS
Hace un año los mantenses se toparon con una de las más escalofriantes escenas que ha visto la ciudad: en la caja de una camioneta blanca ocho cuerpos decapitados amanecieron el 31 de octubre de 2010 al pie del monumento a Benito Juárez. Cuatro mujeres y cuatro hombres, todos menores de 25 años, entre ellos el hijo de una trabajadora del sector Salud. Sus asesinos, presuntamente del cártel del Golfo, informaron en una manta que las víctimas eran halcones de Los Zetas.
Los cuerpos desnudos estaban apilados al fondo de la pick up y al frente fueron colocadas las ocho cabezas, algunas con los ojos vendados. La matanza habría sido consecuencia de una balacera registrada en el poblado El Limón, el 13 de octubre del mismo año, en la cual policías federales abatieron a por lo menos cinco Zetas y obtuvieron información de la identidad de los halcones en Ciudad Mante. Estos hechos tampoco fueron consignados por periodistas ni autoridades, pero videos de YouTube y sitios como www.todopormexico.com muestran los estragos de esta lucha. La primera semana de noviembre, en el mismo lugar donde se encontraron los decapitados y simulando un altar de muertos, amaneció una caja con otras nueve cabezas que a las pocas horas fueron recogidas por elementos de la PM. Tampoco hubo reportes de prensa.
Las balaceras y los robos de vehículos, especialmente de camionetas pick up, son constantes. Los automóviles de lujo que quedan en la zona están escondidos en las cocheras o bajo mantas que acumulan polvo. Aquí las madres de familia ya no usan los asientos de seguridad para sus bebés, no desde que a una maestra de jardín de niños la despojaron de su mini Van sin que alcanzara a bajar a su hijo. Dos horas más tarde encontró el vehículo abandonado y al niño sano y salvo.
La presencia militar se ha vuelto evidente en la región, pero sus pobladores lamentan que sea sólo en la zona urbana y no en los cientos de kilómetros de áreas rurales que se encuentran desprotegidas y plagadas de halcones y de pistoleros de Los Zetas, como aquellos que asesinaron a Topacio, la mujer embarazada, junto con su hermana, estudiante de enfermería y su madre, cantante de iglesia, presuntamente en venganza porque el hermano de las muchachas se pasó a las filas del cártel del Golfo. Ningún medio informó de esos asesinatos, pero en la esquina de las calles Manuel González y Xicoténcatl, los vidrios quebrados de la familia Elizondo Rocha son una imagen elocuente de la guerra silenciosa que se vive en Ciudad Mante.
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