TRIBUNA
las políticas públicas y sus autores funcionan, pensando en su propia carrera política más que en los malos resultados de sus decisiones
Guillermo W. Méndez
Hace muchos meses leí un correo que circula por internet bajo el asunto “Clase magistral de economía”. Como hasta amigos que considero serios en materia económica lo leen, se sonríen y lo reenvían, decidí en esta ocasión comentarlo brevemente. Dicho mensaje, describe la “reactivación económica” de un pequeño pueblo. Entre los supuestos que el correo exige admitir, se sugiere que se trata de una ciudad costera que vive del turismo, y que en plena temporada alta sufre un vendaval y el turismo no llega.
Otro supuesto importante, además del temporal, es el que afirma “hace rato que la crisis viene asolando a este lugar, todos tienen deudas y viven a base de sus créditos”. Esta parte que se menciona de paso en el relato, es de suma importancia para la economía. Más importante que la crisis atmosférica es preguntarse por qué hay crisis económica y pobreza en el lugar. Esta es la parte más importante de toda la historia, incluso más importante que la solución que el correo plantea a continuación.
La solución a la crisis del lugar, según el relato, dice que llega un “mafioso ruso forrado de dinero”, y cuando este paga la habitación del hotel, el hotelero toma el billete y paga al carnicero, éste corre con el billete a pagar al molinero, este, a su vez, paga con el billete a una dama que vende servicios del sexo, la cual a su vez, usa el billete para pagar al hotelero a donde lleva a sus clientes. “El ruso decide no tomar la habitación, reclama su billete y se va”. Lo que a algunos parece divertido es que se trata del mismo billete. Lo que no causa ninguna risa son las implicaciones que se sacan de la historia.
Dice lo siguiente: “Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira al futuro con confianza. Moraleja, si el dinero circula se acaba la crisis”. Primero, esta solución es eminentemente Keynesiana, en el sentido de que lo que una economía en crisis necesita es poner dinero en manos del público, por la razón o excusa que el gobierno estime más rápida. El dinero en poder del público aumentará la demanda y se reactivará la economía. Segundo, esta es una economía de un único billete, no hay más dinero en circulación, lo cual sugiere que la cantidad de dinero en poder del público, sea mucha o poca, en esta economía no importa. Tercero, hay una parte del “billete mágico” que no se menciona, quien lo recibe, prefiere asegurar con él la oferta de sus servicios presentes y la sobrevivencia de su negocio a futuro, antes que pagar el crédito por lo ya consumido.
Cuarto, como no se mencionan los intereses, seguro que los acreedores esperarán un poco más o prestarán un poco más. Esta cadena de supuestos, acciones más, acciones menos, con tasas de interés que tienden a cero, es lo que tiene a los países europeos y a Estados Unidos actualmente en crisis .
La parte que se pasa totalmente inadvertida en todo esto es que “la crisis venia asolando de tiempo atrás al lugar”. Esto es importantísimo, porque las causas de esa crisis se deben a la falta de confianza de los inversionistas para crear empleo, o visitar la hotelería de esta ciudad costera. La falta de seguridad tiene que ver con políticas públicas que afectan la propiedad, distorsionan los precios y causan pérdidas. Las malas políticas públicas del lugar no dan lugar a preservar los incentivos de la propiedad, a hacer uso adecuado de la información de los precios y a innovar frente a posibles pérdidas.
Generalmente, eso se debe a que las políticas públicas y sus autores funcionan, pensando en su propia carrera política más que en los malos resultados de sus decisiones. Es confianza, confianza y más confianza lo que se requiere y eso es lo que la “torre de control” de la Banca Central no capta, haciéndose indiferente frente a la propiedad, los precios y las pérdidas. La gente si lo capta, y por eso las bolsas caen y, por lo mismo, no hay empleo, aun cuando las tasas de interés repten.
Guillermo W. Méndez
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