Los pisos de operaciones bursátiles alguna vez fueron la prerrogativa de negociantes de bolsa con sobredosis de adrenalina. Ellos ejecutaban agresivamente las órdenes de los agentes, que a su vez confiaban en investigaciones, experiencia e instinto para decidir en qué valía la pena invertir.
Hace ya un tiempo, las computadoras volvieron redundantes a los corredores en el piso de la bolsa, pero los brokers se han mantenido como los dueños del universo de la inversión, con la libertad de comprar y vender lo que les parezca.
No obstante, una amenaza se cierne sobre ese último bastión del viejo orden.
Las decisiones sobre inversiones ya no las hacen los financieros, sino más y más los matemáticos con doctorados y los inmensamente complejos programas de computador que ellos crean.
La investigación básica y la intuición están siendo usurpadas por fórmulas algorítmicas. Las operaciones de valores basadas en métodos de análisis cuantitativo se están tomando las capitales financieras del mundo.
Nuevo paradigma
Desde hace rato, los matemáticos vienen jugando un papel vital en el manejo de riesgo de las instituciones financieras, pero sus habilidades se están usando cada vez más para hacer dinero, no solo para evitar perderlo.
Las firmas ahora están empleando a estadísticos talentosos para buscar patrones o tendencias en la conducta de los mercados y crear fórmulas para predecir los movimientos del mercado al futuro. Esas fórmulas son introducidas luego en computadoras poderosas que compran y venden automáticamente de acuerdo a los disparadores generados por los algoritmos.
Crack relámpago
El 6 de mayo de 2010, el Índice Dow Jones de Industriales cayó 700 puntos, aunque en cuestión de minutos se recuperó. ¿Culpable? Una cascada de ventas ordenadas por programas de comercio cuántico.
Si los programas no hubieran sido corregidos, hubiera sido el día de peores pérdidas de la historia de Wall Street.
Estos programas cuantitativos apuntalan todas las transacciones en ráfaga -conocidas como transacciones de alta frecuencia o HFT, por sus siglas en inglés-, en las que las acciones pueden cambiar sucesivamente de dueños en cuestión de segundos.
También son usados en operaciones más tradicionales, en las que el período de tenencia puede ser de días, semanas o meses.
Algunas operaciones están completamente automatizadas, pero la mayoría requieren de supervisión humana para evitar problemas drásticos.
Scott Patterson, reportero del Wall Street Journal y autor de The Quants, usa la analogía de un avión con piloto automático, que puede volar solo pero en el que un piloto especialmente entrenado puede tomar el timón en cualquier momento.
Estos programas son inmensamente poderosos y están dándole un seguimiento continúo a los movimientos en los mercados, los patrones de las negociaciones y las noticias, y son capaces de cambiar de estrategia en cuestión de fracciones de segundos.
El más poderoso hasta cuenta con inteligencia artificial que puede adaptar las estrategias solo.
Nadie puede estar seguro de cuánto éxito tienen estos programas cuantitativos pero, como dice Patterson, "han sido usados por el tiempo suficiente como para asumir que son extremadamente lucrativos".
Su proliferación ciertamente lo indica. Un comentarista dice que dos de las más grandes firmas de HFT, Tadebot y Getco, son responsables de alrededor del 15 al 20% de todas las negociaciones de títulos en Estados Unidos.
Como son compañías privadas, sin embargo, es difícil saber con precisión cuánta influencia tienen.
Ciertamente, un estudio realizado con el respaldo del gobierno británico estimó que los HFT representan entre un tercio y la mitad de las transacciones en Europa y más de dos tercios en EE.UU.
"La vasta mayoría de firmas usan estrategias cuantitativas", dice Patterson.
Reacción en cadena
El impacto y las ramificaciones de las operaciones cuantitativas es generalizado, pero poco claro.
Un estudio, realizado en el Reino Unido por el programa Foresight, encontró que la práctica ayudaba a reducir los costos del comercio y a mejorar la liquidez, y que además no influía negativamente en la eficiencia del mercado.
De hecho, indicó que HFT y las estrategias cuantitativas habían "mejorado la calidad del mercado en general".
No obstante, resaltó una preocupación importante, que los conocedores describen como curva de retroalimentación positiva.
Esto esencialmente significa que un pequeño disparador lleva a una serie de eventos similares, cada uno amplificando al anterior, hasta que el impacto conjunto es significativo.
Imagine que el valor de una acción cae, lo que dispara su venta en un programa cuantitativo, y reduce aún más su precio. Eso a su vez dispara una venta en otro programa, y el precio baja aún más... y la historia se sigue repitiendo.
El problema es exacerbado por el hecho de que muchos programas usan las mismas formulas, así que están amontonando y soltando las mismas acciones.
Nada demuestra el problema mejor que el llamado "Flash Crash" de mayo del año pasado, cuando la bolsa de EE.UU. se desplomó al perder unos US$800.000 millones en menos de cinco minutos.
Cuando apagaron los pilotos automáticos y frenaron los sistemas, se restauró el orden y el mercado se recuperó en cuestión de media hora.
Un caso excepcional desafortunado, dicen algunos. Otros subrayan consecuencias mucho más perjudiciales, señalando a las estrategias cuantitativas como un responsable clave a las ventas masivas de acciones que en 2008 rebajaron el valor de la bolsa estadounidense a la mitad.
Los fondos de cobertura, dicen, vendieron sus valores rápido para compensar sus pérdidas en las inversiones hipotecarias tres el colapso del mercado de propiedad de EE.UU., disparando un efecto dominó en los sistemas de negociaciones basadas en métodos cuantitativos, con consecuencias devastadoras.
El estudio de Foresight no encontró evidencia directa de que las transacciones automáticas incrementaron la volatilidad de los mercados, pero muchos están en desacuerdo, entre ellos Patterson.
El historiador del mercado de valores David Schwartz es otro que no duda que HFT ha desestabilizado a las bolsas.
"Yo creo que ciertos tipos de HFT causan mucho daño", dice.
"He visto muchos ejemplos en los que una racha repentina de transacciones frecuentes han hecho que los precios caigan".
El problema es probarlo. Nadie sabe exactamente quién está haciendo las transacciones, y las bolsas no tienen ningún incentivo para investigarlo pues están ganando mucho dinero con ello, señala Schwartz.
"Inevitable y peligrosa"
Otros argumentan que el problema es más fundamental. Los matemáticos, dicen, no entienden a los mercados.
Ellos se ocupan de los absolutos, no del irracional comportamiento humano que es el conductor de tantas decisiones de inversión.
Como dice un prestigioso actuario: "los precios son determinados por la oferta y la demanda, no por los matemáticos".
¿Podría ser, entonces, que los estadistícos académicos son congénitamente incompatibles con el trabajo por el que les están pagando?
Paul Wilmott, un prominente conferencista en finanzas cuantitativas, ha cuestionado si son "capaces de pensar más allá de las matemáticas y formulas".
"¿Aprecian el lado humano de las finanzas, el efecto rebaño de la gente, las consecuencias imprevistas?".
Pues si los matemáticos no lo aprecian, no hay mucho chance que los programas de computador que crean lo tengan en cuenta.
Como concluye el estudio de Foresight: "Los futuros robots de las bolsas serán capaces de adaptarse y aprender con muy poca intervención humana. Se necesitarán muchos menos agentes humanos en los principales mercados financieros del futuro".
Y eso no es malo, para algunos, particularmente cuando se tienen en cuenta los recientes casos de tráfico de información confidencial y fraude, pero Patterson no duda que la proliferación de las transacciones cuantitativas es al mismo tiempo "inevitable y peligrosa".
A pesar de que parezca inverosímil, dado el desdeño generalizado que producen los corredores de bolsa en el momento, si los matemáticos y sus algoritmos terminan siendo un mal sustituto, podríamos terminar clamando por su retorno.
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