por Alberto Benegas Lynch (h)
Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
Como es del dominio público, la idea de los “indignados” europeos se ha trasladado a Wall Street, Chicago, St. Louis, Boston, Washington DC, Atlanta y Los Angeles. Lo primero que debe destacarse es que todas estas manifestaciones ocurren porque el sistema prevalente no funciona y hace agua por los cuatro costados. Solo pueden defender el mamarracho de sistema que vive hoy el llamado mundo libre los prebendarios y los señoritos del statu quo que fabrican suculentos negocios a la sombra de los amigos del poder que la juegan de empresarios.
En verdad resulta paradójico que las leyendas desplegadas en estas nuevas revueltas apoyen la reelección de Obama y se dirijan contra Wall Street que como escribe Ann Coulter “ha financiado en escala hasta hoy desconocida a Obama quien, en retribución, les entregó astronómicos salvatajes y Goldman Sachs se ha convertido en el cuarto poder del gobierno”. También las pancartas de marras la embisten contra el capitalismo, el lucro, la especulación, favorecen los impuestos a los ricos, apuntan al igualitarismo patrimonial y, consecuentemente, patrocinan la redistribución de ingresos.
Veamos esto por partes. En primer lugar no hay tal cosa como capitalismo debido a la intromisión permanente y sistemática del Leviatán que, como hemos consignado antes, hace que el gasto público —solamente de la administración central— se haya duplicado en la última década, el déficit fiscal es del 14% del PBI, de cada dólar gastado 42 centavos es deuda, las regulaciones contraproducentes ocupan 75 mil páginas, la manipulación en la tasa de interés de la Fed y la monetización sideral de la deuda conspiran contra las bases fundamentales de la economía, en un contexto de guerras y bases militares contraproducentes, legislaciones que afectan derechos individuales en nombre de la seguridad, “ayudas externas” que consolidan regímenes estatistas y corruptos, la permanencia del sistema bancario de reserva fraccional manipulada por la banca central que pone en vilo al sistema financiero cada vez que hay una cambio en la demanda de dinero, disposiciones laborales que afectan grandemente el mercado de trabajo y la insistencia en promesas de imposible cumplimiento como es la quebrada “seguridad social” y similares. No debe extrañar entonces que las reyertas que comentamos sean justificadas y apañadas públicamente por Nancy Pelosi, Obama y otros capitostes del establisment, todos contrarios al espíritu capitalista.
En verdad hace rato que el capitalismo viene bombardeado sin descanso por los socialismos y keynesianismos que no le han dado respiro para transformarse en un sistema fascista, es decir, aquel que permite la propiedad privada nominalmente pero en la práctica los aparatos estatales manejan los flujos de fondos. Esto ya lo había advertido hace décadas Carlotte Twight (abogada y doctora en economía) en su libro America`s Emerging Fascist Economy (New York, Arlington House, 1975). Quedan islotes de libertad —algunos, por suerte, grandes— los cuales aun producen una notable prosperidad, pero el conjunto se va transformando en andrajos de capitalismo, convirtiéndose en una especie de adefesio irreconocible para el lugar de la tierra que ha experimentado la revolución liberal más fértil en lo que va de la historia del hombre.
A esto debe subrayarse lo dicho más arriba respecto de los pseudoepresarios y sus tejes y manejes en los despachos oficiales, lo cual se ilustra magníficamente en el reciente libro de Charles Gasparino titulado Bought and Paid For. The Unholy Alliance Between Barak Obama and Wall Street. Estos vínculos non sanctos han sido puestos de manifiesto con anterioridad por el empresario estadounidense Charles G. Koch con los siguientes interrogantes cuyas respuestas también ofrece: “¿Qué está pasando aquí? ¿Los dirigentes empresarios de EE.UU. se han vuelto locos? ¿Por qué están aniquilándose debido a la entrega de ellos mismos y sus empresas a manos de reglamentaciones gubernamentales? […], la contestación, desde luego, es simple. No, los empresarios no comparten el deseo del suicidio colectivo. Ellos piensan que obtienen ventajas especiales para sus empresas al estimular la intervención gubernamental en la economía. Pero se están engañando. En realidad están vendiendo su futuro a cambio de beneficios a corto plazo. En el largo plazo, como consecuencia de haber hecho que el gobierno sea tan poderoso como para destruirlos, sufrirán las consecuencias de su ceguera”.
En segundo lugar, estrechamente ligado al primero, el lucro —el cuadro de resultados, el sistema de ganancias y pérdidas— es imprescindible al efecto de asignar los siempre escasos factores productivos del modo más eficiente posible: quien acierta en los gustos de los consumidores obtiene beneficios y quien yerra incurre en quebrantos.
En tercer término, la especulación es inherente a toda acción humana puesto que significa nada más y nada menos que conjeturar que se pasará de una situación menos satisfactoria a una que le proporcione mayor satisfacción al sujeto actuante y desde su perspectiva. Se trate de actos sublimes o ruines, todos están marcados por la especulación: los propios manifestantes de hoy están especulando con ser escuchados en sus demandas, del mismo modo que el que estas líneas escribe especula con que lo dicho le resultará claro y convincente al lector.
Cuarto: gravar más pesadamente a los más eficientes significa un castigo a la productividad lo cual, precisamente, daña en grado sumo a los más necesitados puesto que las tasas de capitalización constituyen la única causa de ingresos y salarios en términos reales. Sin duda que si los patrimonios se obtienen fruto del saqueo con la complicidad gubernamental y el privilegio también otorgado por los mandones del momento, los resultados no serán los indicados ya que implican un desvío de recursos de los requeridos por la gente en el mercado hacia la politización del proceso.
Quinto: la igualdad en una sociedad libre es ante la ley no mediante ella. Las diferencias patrimoniales son el resultado del plebiscito diario en el mercado, lo cual es decidido por la gente con sus compras y abstenciones de comprar. Lo relevante no es el delta entre los relativamente más ricos y los relativamente más pobres sino que todos progresen y esto se logra, justamente, permitiendo la asignación de factores hacia las áreas que la gente estima prioritarias dadas las circunstancias imperantes. Por otra parte, es de interés destacar que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos y, nuevamente, la indispensable movilidad social se obtiene en procesos abiertos y competitivos.
Por último, la llamada redistribución de ingresos se traduce en que los gobiernos por medio de la fuerza vuelven a distribuir lo que pacíficamente ya había distribuido la gente en el supermercado y afines. En realidad, como explica Thomas Sowell en Stanford, deberíamos dejar de hablar de distribución “puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”. Este malentendido surge de la utilización de agregados y el tratamiento en textos de economía de producción y distribución como si se tratara de dos procesos separados en lugar de verlos como la cara y la contratara del mismo proceso. Esta desafortunada escisión hace que se trate a la producción como un bulto que aparece de algún lado y que debe ser “distribuido”.
En resumen, las sonoras y variopintas quejas en EE.UU. no deben echarse en saco roto. Hay en estas demostraciones muchas personas de buena voluntad que se encuentran afectadas en sus trabajos y desengañadas por un sistema en bancarrota. Es hora de volver a los valores y principios liberales propugnados por los Padres Fundadores, lo cual es hoy expuesto por algunos de los candidatos presidenciales del Partido Republicano para eventualmente ejecutarse en 2012 (si no es Ron Paul, tal vez Herman Cain ofrezca las garantías suficientes), a contramano de lo realizado por G. W. Bush que contradijo abiertamente buena parte de la tradición republicana. Es de desear que esto pueda llevarse a cabo para bien de la libertad en el mundo puesto que EE.UU. constituye un ejemplo, tradicionalmente para bien pero de un tiempo a esta parte lamentablemente para mal. Hagamos votos para que esta tendencia se revierta y sea seguida por los dirigentes europeos al efecto de poner orden en sus casas (para no decir nada de latinoamericanos admiradores del esperpento conocido como “socialismo del siglo xxi”).
Lograr estos objetivos es inseparable de los esfuerzos cotidianos en pos de la libertad que todos hagamos. Es indispensable mantener vivos estos sueños y proceder en consecuencia para beneficio de todos. En un ámbito más amplio y generalizado es lo que propició Steve Jobs en su ahora célebre y emotivo discurso en Stanford. Dicho sea de paso, se trata de un millonario como los vilipendiados en Wall Street en estos días, activistas que, tal como apuntó Mike Huckabee en Fox News, curiosamente se los ve en sus marchas utilizando en gran escala los dispositivos tecnológicos creados por Jobs. En todo caso, en conexión con la obtención de metas, destacamos esta parte de su presentación ante los graduados: “El tiempo es limitado, no lo desperdicien viviendo la vida de otros […] No dejen que el ruido que hace la opinión de otros opaque la voz interior de ustedes. Y, más importante, tengan el coraje de seguir sus corazones y sus intuiciones. Todo lo demás es secundario”.
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