12 octubre, 2011

EE UU sopesa las represalias contra Irán

La Admistración de Obama estudia las medidas que tomará contra el régimen de los Ayatolas a través de la ONU tras desactivar el plan para atentar en Washington

La secretaria de Estado, HIllary Clinton. / Carolyn Kaster (AP)

EE UU está considerando una serie de medidas contra Irán, empezando por sanciones económicas y diplomáticas, como represalia por la presunta participación de ese país en el complot terrorista abortado por los servicios de seguridad norteamericanos. Varios altos funcionarios de la Administración y miembros del Congreso se refirieron ayer a la necesidad de que el régimen iraní pague por su implicación en un atentado en suelo estadounidense que Washington interpreta como una prueba del peligro que representa ese país y algunos han llegado a calificar de “acto de guerra”.

Las represalias que se están estudiando en este momento se limitan a medidas para acrecentar el aislamiento de Irán y serán conducidas, inicialmente, a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero el vicepresidente Joe Biden advirtió que “nada está descartado”. “Es un acto indignante por el que los iraníes van a tener que responder”, manifestó.

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, añadió que la diplomacia norteamericana se moverá en los próximos días para “convencer a nuestros amigos de que las quejas contra Irán están bien fundamentadas”, lo que anticipa un esfuerzo por parte de Estados Unidos para conseguir una resolución con nuevas sanciones económicas contra el régimen iraní. La actuación de Irán representa, según Clinton, “una violación de las normas internacionales y del sistema internacional”.

La Administración norteamericana considera el compló descubierto para asesinar al embajador de Arabia Saudí en Washington y cometer otros actos terroristas, entre ellos un atentado contra objetivos israelíes, como una escalada intolerable en el desafío que Irán presenta desde hace años. El Gobierno iraní ha sido acusado de estimular o participar en actividades terroristas, incluido contra ciudadanos norteamericanos en Irak. Pero nunca se había descubierto un plan para actuar dentro de EE UU contra el embajador de un país aliado y amigo.

De ahí la sensación de urgencia que al instante se ha creado en Washington. El Gobierno se cree obligado a actuar y siente, además, la presión del Congreso para hacerlo. El presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, evitó ayer precisar cuáles son las medidas que debían adoptarse contra Irán, pero animó a la Administración a “hacer sentir la presión” al régimen islámico. Varios destacados senadores demócratas y republicanos coincidieron en que el régimen iraní ha ido demasiado lejos esta vez y es preciso responder.

Estados Unidos ya tiene en vigor una serie de sanciones económicas contra Irán, algunas de las cuales cuentan con el respaldo de la ONU. Ayer mismo, el Departamento del Tesoro impuso otras sanciones contra personas directamente vinculadas a los Guardianes de la Revolución y la Fuerza Al Qods, a los que se considera directamente responsables del complot descubierto. El objetivo ahora sería añadir otras medidas para aislar diplomáticamente por completo a Irán y estrangular económicamente al régimen. “Es necesario enviar un fuerte mensaje a Irán y aislarlo de la comunidad internacional”, dijo Clinton. Estados Unidos confía en que, dada la naturaleza de este caso, contará con respaldo suficiente en el Consejo de Seguridad para hacerlo. Aunque Rusia y China son habitualmente reticentes a que la ONU se involucre en la asuntos de los países miembros, ambos comparten la preocupación internacional por el comportamiento de Irán y podrían encontrar ahora razones suplementarias para respaldar nuevas sanciones.

Una de las razones para que eso ocurra es la implicación de Arabia Saudí, un país rico y petrolero con el que Rusia y China están interesados en mantener buenas relaciones comerciales. Un intento de atacar directamente a un embajador saudí puede ser interpretado por la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad como una provocación excesiva.

Una de las dificultades con las que se puede encontrar la Administración norteamericana es la de demostrar la veracidad de las acusaciones que se han hecho contra el régimen iraní. Hasta ahora, toda la causa está sostenida sobre las declaraciones del único detenido, Mansur Arbabsiar, un ciudadano estadounidense de origen iraní que confiesa haber recibido órdenes de un primo suyo con alta responsabilidad en los Guardianes de la Revolución. Todas las pruebas han sido recogidas por el FBI y han sido obtenidas gracias a que Arbabsiar aceptó cooperar con los investigadores y renunció a su derecho de comparecer inmediatamente ante un juez.

Algunas de esas pruebas podrían no ser suficientemente contundentes como para convencer a la comunidad internacional de actuar de forma unitaria. En ese caso, EE UU podría verse obligado a buscar otras alternativas, como la de sanciones exclusivamente de parte de sus principales aliados. El peso político y diplomático de Arabia Saudí puede, no obstante, facilitar bastante la labor de Estados Unidos.

Aunque no están fuera de la mesa, la opción de represalias militares parece aún bastante lejana. Comprometido todavía en la guerra de Afganistán, EE UU no parece en condiciones de abrir otro frente mucho más complicado. Podrían existir otras acciones militares diferentes a un ataque directo sobre objetivos en Irán, pero no parece que se haya entrado aún en esa fase.

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