Un conocido mío de hace muchos años, progresista apasionado, en una conversación que tuvo lugar recientemente, puso todas sus cartas sobre la mesa cuando despectivamente me dijo: “Tu gente (refiriéndose a los miembros del movimiento del partido del té) son unos idiotas por alabar tanto a la Constitución. Todo el mundo sabe que se trata tan sólo de una herramienta”. Una afirmación contundente y a la vez realizada con cierta franqueza refrescante. ¿La Constitución sigue teniendo alguna importancia? Recientemente la revista Time hizo esa pregunta en una nota de tapa en la que aparecía la imagen a medio triturar de nuestra carta magna. ¿Será que se les escapó el gato de la bolsa?
La publicación de la revista Time tuvo sus consecuencias. ¿Quedará registrada en los anales de la historia como una provocación? ¿Cómo la chispa que encendió la mecha de una nueva Revolución Americana? Esto fue lo que motivó a que David McIntosh, fundador de la Federalist Society, ganador del Premio Genius de la Fundación Bradley y ex congresista, derrotara en las elecciones primarias al Republicano Dan Burton, de Indiana. Importa determinar cómo y por qué sucedió esto.
Dos comicios de importancia tendrán lugar durante el año 2012. Uno de ellos será la elección presidencial. Pero importa recordar que en los Estados Unidos el presidente sólo puede actuar dentro del espacio político definido por el Congreso. La segunda, y más importante batalla electoral será entonces por el control de la legislatura nacional. ¿Quedará todo en el terreno de la política? ¿O se tratará de una continuación de la batalla populista cargada de patriotismo que inició el movimiento del partido del té en el año 2010 contra la hegemonía de la élite gobernante y con el objeto de reafirmar la naturaleza representativa del gobierno?
Si bien McIntosh es un conservador incondicional, está proyectando una imagen más populista que conservadora, una imagen que pareciera decir: “envíenme como su mensajero para elevar sus voces y llevar la noticia a cada corredor y cuarto trasero de Washington: el pueblo está una vez más en el poder”. Con dicha afirmación, McIntosh pareciera estar desafiando a quienes se creían dueños del poder, a aquellos herederos de un pasado majestuoso, de una era política ya irrelevante: la del Congreso imperial y todopoderoso. Una era que ciertamente ha llegado a su fin.
McIntosh durante su discurso de campaña resaltó la importancia, casi olvidada, del juramento al cargo: “Cuando ustedes me eligieron como congresista la vez anterior, yo hice un juramento sagrado bajo la cúpula de la capital y al interior de cada juzgado en mi distrito: Yo, David McIntosh, juro solemnemente apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos de América contra todos sus enemigos, externos e internos, ser leal y tener auténtica fe en ella… Que Dios me ayude en semejante tarea.
El juramento de apoyar y defender nuestra gran Constitución es el primer deber y el más importante que tienen nuestros representantes electos. Debido a que es ésta Constitución la que garantiza nuestras libertades”.
Entonces McIntosh entra en un mayor detalle y se pregunta ¿Qué significa apoyar y defender la Constitución? La Constitución asigna potestades y protege ciertos derechos fundamentales. Acto seguido McIntosh enumera algunos derechos, hoy en día atropellados, que con su juramento, él se ha comprometido a defender.
La libertad de expresión. Los grupos progresistas proto-fascistas están tratando de imponer la censura bajo la extraña teoría de que las empresas no tienen derecho a expresarse libremente. (La primera enmienda a la constitución dice: “El Congreso no hará ley alguna… que coarte la libertad de expresión…” Es una limitación a las potestades del Congreso que no admite excepción en el caso de las corporaciones). ¿Y la libertad de reunirse? ¿Cómo se atreve Nancy Pelosi a llamar “mafiosos” a aquellos ciudadanos que se reúnen pacíficamente a solicitar a su gobierno que atienda sus pedidos? ¿Y qué pasa con el derecho a no ser privado de la vida, de la libertad o de la propiedad sin el debido proceso legal? ¿Cómo puede concebirse que el Congreso no proteja la vida de personas que aún no han nacido?, ¿cómo se atreven los congresistas a votar en favor de apoderarse del control de nuestro sistema de salud? ¿Cómo se atreven a rescatar a sus cómplices del mercado de valores con nuestro dinero? Y hasta nos indican qué tipo de bombillas de luz podemos comprar, a quién contratar, como cercar nuestras granjas, minas y fábricas. Si hablamos de un plan económico favorable al crecimiento: nuestra Constitución señala al patrón oro.
No se trata entonces de la típica retórica conservadora, sino de un nuevo lenguaje político, creado por el movimiento del partido del té: el populismo constitucional. ¿Es la Constitución la que le da el poder al gobierno para actuar? La respuesta es un rotundo no. ¿La Constitución protege los derechos de los ciudadanos? ¡Entonces dejen de pisotearlos!
Pero esto fue sólo la apuesta de la mesa de McIntosh, quien amplifica el mensaje en razón de su importancia. Él les recuerda su propio juramento al cargo a quienes lo escuchan – creando de este modo una especie de “Juramento al cargo” para el cargo más antiguo y noble en una República: el de ciudadano.
“Por favor, sea que apoyen mi candidatura o no, hagan una pausa y hagan el juramento conmigo: “Juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos de América contra todos sus enemigos, externos e internos y que cumpliré fielmente los deberes de ciudadano. Que Dios me ayude en semejante tarea”.
Y juro también ser leal a mis deberes de ciudadano. Que Dios me ayude en semejante tarea.
Los candidatos (y los políticos en funciones) están empezando a pedirle a la gente que cumplan con sus deberes de buenos ciudadanos, en lugar de limitarse a obedecer las órdenes del gobierno. El juego está cambiando. Este es el corazón del mensaje de los patriotas del movimiento del partido del té: tanto el poder como los deberes de los ciudadanos están por encima de los del gobierno.
Respuesta al interrogante de la revista Time: La Constitución es muy importante. Así como es de radical McIntosh a la hora de tomar la Constitución en serio, y de honrar su juramento de defenderla, también es radical a la hora de demandar que la gente se levante para apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos de América como un acto de mayor integridad.
Estamos afectados por una enorme cantidad de problemas para los que hay una única solución. No es el gobierno la solución sino el pueblo, nosotros. El problema es la falta de integridad.
* Ralph Benko es asesor económico senior del American Principles Project y es editor de la página The Gold Standard Now del Lehrman Institute. Traducción al español de Dayi Sedano.
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