Es difícil saber qué está moviendo políticamente al ex presidente Vicente Fox, pero resulta evidente que, si ha elegido un adversario, ese se llama Felipe Calderón. Pareciera ser una norma que, cada vez que se presenta un tema conflictivo para su sucesor, las declaraciones del ex mandatario giran, siempre, en el sentido contrario a las opiniones presidenciales.
Ayer, en Washington, cuando estaban muy lejos de apagarse las repercusiones de la entrevista del presidente Calderón con The New York Times, Fox ofreció una conferencia donde volvió a hablar de la seguridad. Propuso nada más y nada menos que el Estado mexicano declarara un alto al fuego contra los narcotraficantes, que nombrara una comisión que iniciara una negociación con ellos y que por esa vía se llegara a una amnistía para los delincuentes. Decía el ex presidente haberse inspirado en las propuestas que hace ya muchos años realizó el mandatario colombiano López Michelsen, de no extraditar a los narcotraficantes a Estados Unidos y no quitarles sus propiedades si abandonaban el narcotráfico. Simultáneamente, el ex presidente ha propuesto, como lo viene haciendo desde hace tiempo, la legalización de las drogas.
Se debe reconocer que ni un solo priista (ni perredista) ha sido tan explícito jamás en una propuesta de negociación y pacto con el narcotráfico. Nadie en los primeros niveles de la política nacional ha propuesto un alto al fuego y una amnistía a los criminales. Si el PRI quisiera debilitar la posición del gobierno federal y del PAN en el debate sobre los pactos o acuerdos con el crimen organizado, las declaraciones de Fox son un arma formidable.
Y nadie lo ha propuesto porque en términos de Estado lo que se está diciendo cae en el absurdo. Primero, un Estado no puede dialogar, negociar y decretar un alto al fuego con los delincuentes. No estamos hablando de una organización guerrillera, de un grupo con intereses políticos o ideológicos. Cuando Fox dice que se puede crear una Cocopa para negociar con los traficantes, en los hechos está equiparando a éstos con el EZLN. No hay comparación posible. Ni siquiera en el nivel de violencia ni mucho menos en el sentido de ésta. Se olvida sobre todo una cosa: los grupos criminales no están, como un grupo armado, en lucha contra el Estado, están explotando a la gente, a la sociedad. Lo hacen cuando la extorsionan, le roban, la secuestran, cuando le venden drogas a los niños y a los jóvenes. ¿De qué se trataría el alto al fuego, por ejemplo?, ¿el Estado dejaría de perseguir a los delincuentes hasta que éstos se sentaran a negociar su propia amnistía?, ¿alguien puede creer que los pandilleros, los secuestradores, los extorsionadores, los vendedores de droga en las calles, abandonarían esas actividades cuando el Estado deje de perseguirlos?, ¿por qué tendrían que hacerlo?
Pero, además, ¿con quién se negociaría?, ¿dónde están los límites de estas organizaciones criminales?, ¿quiénes son los verdaderos jefes de esos cientos, miles de pymes de la delincuencia organizada y desorganizada que operan en los distintos puntos del país?, ¿realmente cree don Vicente que la familia de Fernando Martí, para dar un solo ejemplo, estará feliz de que los integrantes de la banda de los Petriciolet queden en libertad por medio de una amnistía? Porque, no nos engañemos, ellos, como muchos otros, son parte de los engranajes del crimen organizado. Y tampoco nos engañemos con otro punto: no es el Estado el que acabará con los enfrentamientos en muchos casos históricos, en otros personales, casi siempre de intereses muy puntuales, entre los distintos cárteles y pandillas que son los que han ocasionado la enorme mayoría de las víctimas de los últimos años.
Por supuesto que en cierto contexto pudiera haber mecanismos de reinserción de delincuentes, mecanismos para atemperar las pérdidas de muchas familias, de buscar reconciliación, seguridad y paz en el país. Por supuesto que también puede haber distintas ideas y propuestas para sacar adelante una estrategia de seguridad diferente, distinta de la actual. Pero lo único que no puede hacer un Estado es rendirse ante los grupos criminales. Lo único que no puede hacer, y que la ciudadanía no le perdonaría, es dejarla inerme ante grupos criminales que la explotan cotidianamente.
Por cierto, para información del ex presidente, las propuestas de López Michelsen en Colombia fracasaron por completo. Los grandes grupos del narcotráfico y los grupos armados de aquella nación, cada vez más cercanos unos de otros, simplemente no la tomaron en serio, siguieron con sus negocios y aprovecharon la debilidad mostrada por el Estado para convertirse en una fuerza terriblemente destructora que penetró profundamente la estructura institucional del Estado, incluida su clase política.
Los costos de propuestas como las de López Michelsen los pagó Colombia con largos años de violencia e inseguridad. ¿Cómo no puede entenderlo un ex presidente de la República?
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