19 octubre, 2011

Periodismo en tiempos del PRI

La libertad de expresión que hoy se ejerce en buena parte de los medios, no existía en el México de las décadas previas a los años 80

Ricardo Alemán

Una práctica periodística instalada en México, desde la década de los años 90, es el ejercicio de la crítica abierta, en mayor o menor medida, a todas las formas del poder público.

Es decir, que salvo la censura que en años recientes han impuesto las bandas criminales a los medios en distintas regiones y entidades del país —y que ha costado la vida a decenas de periodistas—, lo cierto es que en México se vive una libertad de expresión plena. Más aún, gobiernos y regímenes de presidentes, como los de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, han sido y son criticados como nunca y —literalmente— a placer.

Pero vale recordar que la libertad de expresión que hoy se ejerce en buena parte de los medios periodísticos del país no existía en el México de las décadas previas a los años 80, cuando los regímenes del PRI autoritario y nada democrático —como los de Salinas, De la Madrid, López Portillo, Echeverría y Díaz Ordaz— vivían años de gloria y, acaso por eso, mantenían un feroz control de los medios y de los periodistas.

Ejercer el oficio periodístico independiente, crítico, honesto y, más o menos, libre —en esos años—, era lo más parecido a “vivir en el error”, si no es que en la clandestinidad. Significaba confrontar todos los días al poder presidencial, a sus largos tentáculos de represión y corrupción. Ejercer el periodismo en ese tiempo significaba pelear con dueños, directores y editores de medios —que las más de las veces estaban del lado de lo que ordenara el poder presidencial en turno— por un resquicio crítico que viera la luz más allá de la censura oficial.

De ese periodismo —y de esa época de censura y represión— surgió la pluma de Miguel Ángel Granados Chapa, el maestro que, por décadas y todos los días, regaló a sus lectores herramientas para entender y ejercitar libertades básicas —como la de expresión—, al tiempo que cotidianamente prodigaba lecciones de cómo el periodismo debe estar lejos de la tentación del poder y cerca de la crítica al poder.

Y es que, más allá del elogio fácil y emotivo del momento —por la partida del maestro—, parece justo reconocer que el ejercicio periodístico de Granados Chapa y de un puñado de colegas de su tiempo —por ejemplo Manuel Buendía— simboliza la resistencia civil de una generación de mexicanos rebeldes que, desde la trinchera periodista, hicieron frente a lo más duro, autoritario, represor y censor de los regímenes del viejo PRI.

Al mismo tiempo, la generación periodística de Granados Chapa —y en especial el autor de la Plaza Pública— se convirtió en piedra en el zapato de los políticos déspotas, los pillos convertidos en servidores públicos y los líderes autoritarios que impedían el incontenible avance de la democracia en México.

Esa generación periodística a la que perteneció Granados Chapa —y un puñado de sus herederos en el oficio— contribuyó a la pluralidad, la alternancia, la democracia electoral y al rescate de las libertades básicas en las que hoy se sustenta el naciente periodismo mexicano moderno.

Y es que enfrentar a los gorilas de Díaz Ordaz, a la mafia de Echeverría, las lisonjas de López Portillo o la mediocridad criminal de De la Madrid, con una pluma y un ideal democrático —desde la trinchera periodística—, era una suerte de suicidio profesional. Sin embargo, el periodismo de Granados Chapa y de su generación sobrevivió y brilló en esos años, gracias al espíritu de cambio, de libertad de expresión y fiebre por espacios democráticos.

Paradójicamente, los años en que las libertades básicas se ganaban desde trincheras periodísticas de supervivencia, eran los mismos años en los que, por ejemplo, la voz oficial de los regímenes del viejo PRI se llamaba Jacobo Zabludovsky, el periodista estelar de Televisa, quien nunca se atrevía a cuestionar al priato ni con el pétalo de una crítica. Y, claro, hoy que la libertad de expresión y la crítica son una realidad ganada por muchas generaciones de ciudadanos y periodistas, pululan las otrora voces oficiales convertidas en “críticos” de los regímenes de la democracia y la transición.

Sin duda que muchas generaciones de mexicanos están en deuda con el periodista Granados Chapa, sin duda que el periodismo mexicano le debe mucho, pero también es cierto que, en sus últimos años, profesionalmente incumplió su propia escuela. Desde su Plaza Pública militó por y para un proyecto político. Aun así, nada desdora su trayectoria. Descanse en paz.

EN EL CAMINO

Un abrazo y mucha suerte para León Krauze, amigo y periodista.

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