01 octubre, 2011

El legado de Solyndra


La administración Obama está metida hasta las orejas en escándalos después que el “modelo” Solyndra de energía verde se fuera a la quiebra en menos de dos años y tras recibir del gobierno federal una garantía de préstamos de $500 millones. Ahora, la administración está envuelta en otra controversia.

Días antes de una reciente fecha límite, el Departamento de Energía descaradamente aprobó dos préstamos más que suman más de $1,000 millones para proyectos de energía solar que son parte del programa de empleos verdes de la administración Obama. Estas operaciones de riesgo más recientes y destinadas al fracaso son una garantía de préstamo de $737 millones para Solar Reserve, para una torre solar de 110 megavatios en terrenos federales en Nevada, y una garantía de $337 millones para Mesquite Solar 1, para desarrollar una planta solar de 150 megavatios en Arizona.

Este tipo de garantía de préstamos está destinada al fracaso porque o bien se han concedido a compañías que no podrían ser viables sin las garantías o bien porque el préstamo se apoya en conexiones políticas; o también por ambas cosas. Esta ronda de préstamos es del último tipo — tal como parece que se ayudó a Solyndra.

Por ejemplo, Solar Reserve dice que PCG Clean Energy and Technology Fund (East) LLC es un socio inversionista. Ronald Pelosi, cuñado de la líder de la minoría de la Cámara de Representantes, es un ejecutivo de PCG. Otro socio inversionista: Argonaut Private Equity, el empleador de Steve Mitchell, que fue miembro de la junta ejecutiva de Solyndra LLC.

En lo referente a Solyndra, la historia continúa desvelándose según aparecen las conexiones políticas y las decisiones equivocadas. Como informaba el Washington Post:

El Departamento de Energía presionó para que hubiese reestructuración [de la compañía] a pesar de las advertencias previas de personal de la OMB [Oficina de Gestión y Presupuesto] de que la reestructuración de Solyndra podría costar a los contribuyentes $168 millones más que la liquidación.

Más aún, después de que se abonara el préstamo, se dice que Solyndra violó los términos del acuerdo de préstamos, según el Wall Street Journal. Entremezclado en todo esto hay donantes muy importantes a la campaña de Obama como George Kaiser, inversionista de Solyndra que visitó la Casa Blanca varias veces los días previos a la aprobación del préstamo. No hay una buena explicación para este lío y los contribuyentes son los perjudicados de todo esto.

Por multitud de razones, el Departamento de Energía debería haber evitado intervenir en estas dos últimas garantías de préstamo. El secretario de Energía Steven Chu está ahora en el punto de mira dado que mucha de la responsabilidad de la supervisión del programa recae sobre él. Pero Obama es quien lleva la responsabilidad última.

Se informa que el Secretario del Tesoro Timothy Geithner y el entonces asesor económico Larry Summers asesoraron al presidente Obama diciéndole que las garantías de préstamo estaban siendo aprobadas con mucha premura y eran demasiado arriesgadas. Pero Obama insistió apoyándose en la opinión contraria de Chu, de la entonces asesora de energía Carol Browner y de Ron Klain, en aquel entonces jefe de Gabinete del vicepresidente Joe Biden.

Semanas después, el presidente Obama y el vicepresidente Biden promovían Solyndra con todo entusiasmo. Solyndra era la primera compañía de energías renovables en recibir una garantía de préstamo cubierta por el paquete de estímulo de 2009. Obama apoyó la concesión del préstamo el año pasado diciendo que Solyndra estaba “liderando el camino hacia un futuro más brillante y más próspero”.

Hay una importante lección detrás del fracaso de Solyndra que muestra que el gobierno simplemente no puede crear demanda. Hay una forma comprobada de saber si una nueva tecnología funcionará: Se le deja la responsabilidad al mercado. Una buena idea desarrollará sus propias alas y despegará. Una mala está abocada a morir, no importa cuánto quiera alguien que tenga éxito. Como testificó David Kreutzer, de Heritage:

Cuando los ahorros de nuevas tecnologías más eficientes energéticamente superan los costos de adoptarlas, los mercados tienen el incentivo de adoptarlas. Pero son los partícipes voluntarios en estas transacciones del mercado quienes saben mejor cuál es el rango completo de costos y beneficios que son más importantes para ellos.

El gobierno a menudo respalda riesgos cuestionables, pero tirar los dólares del contribuyente en arriesgados proyectos sin consideración por la comprobada verdad del mercado es contraproducente. Los nuevos préstamos son la última fechoría del Departamento de Energía y la administración Obama — y ambos se precipitan a otro gran fracaso que promete otra cara lección para los contribuyentes.

Como país profundamente endeudado, Estados Unidos no necesita derrochar dinero pagando favores políticos y los caprichosos subsidios energéticos del presidente Obama.

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