06 octubre, 2011

"El nacionalismo empuja a la violencia", Vargas Llosa


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Javier Loaiza

Una de las evidencias de los nuevos tiempos tiene que ver con el agotamiento cada vez mayor del Estado- Nación como plataforma de organización de la sociedad, que sufre los embates permanentes de la descentralización, las autonomías, el regionalismo y la globalización, entre otros.

La agenda de los problemas humanos ya no es nacional, está probado que el Estado Nacion es demasiado estrecho e incompetente para atender lo local y demasiado incompetente e inexperto para resolver lo global.

Más allá, la exacerbación del "espíritu nacional", genera formas de radicalismo, fundamentalismo y chauvinismo que rompen las posibilidades de avanzar en el pensamiento y la práctica democráticas centradas en la libertad, el respeto de los ciudadanos y los espacios de inclusión.

"Salvadores" de la sociedad, de la civilización o de los pobres, quieren imponer al resto su megalomaníaca manera de entender el poder y la sociedad y se apoyan en discursos nacionalistas. El viejo "Nacionalsocialismo" nazi y fascista que tantos daños hizo en el siglo pasado, se reencarna en latinoamerica con lo que hemos llamado el "Nacionalpopulismo" que concentra el poder y ejerce el gobierno apoyado en un auténtico "Despotismo electoral".

El recientemente laureado con el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, aborda el tema en sus escritos.

Transcribimos una información recientemente publicada:

"El nacionalismo empuja a la violencia", Vargas Llosa

Por. ANA MENDOZA / EFE. MADRID

Mario Vargas Llosa, ``abrumado'' por las innumerables muestras de cariño que ha recibido tras ganar el Premio Nobel de Literatura, se enfrenta ahora a la publicación de su nueva novela, El sueño del celta, en la que explora los límites de la maldad y reflexiona sobre los peligros del nacionalismo.

``El nacionalismo es una de las fuentes peores de la violencia'', y está detrás de ``las peores carnicerías que ha vivido la Historia moderna. Las dos guerras mundiales son producto del nacionalismo, y las grandes tragedias de América Latina también están motivadas por esta ideología'', afirma.

Desde Nueva York, el escritor peruano habla de su estado de ánimo y desgrana algunas claves de esta novela que Alfaguara publicará el 3 de noviembre en los países de habla hispana.

Desde que la Academia Sueca lo encumbró el pasado 7 de octubre, Vargas Losa (Arequipa, 1936) no para de recibir felicitaciones, y eso ``ha sido como otro premio'', dice este portentoso narrador, siempre apasionado al hablar de su oficio de escritor.

Esa pasión late en las 450 páginas de su nueva novela, en la que da una paso más en ``la cartografía del poder'' por la que le dieron el Nobel --a Vargas Llosa le gusta la fórmula que utilizó la Academia Sueca porque él considera su obra ``una exploración del poder y sus estragos''--, y reivindica la figura del irlandés Roger Casement (1864-1916), un personaje ``fascinante'' donde los haya.

Casement fue cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX y amigo de Joseph Conrad. Fue uno de los primeros europeos en denunciar los horrores del colonialismo en el Congo.

Su estremecedor informe sobre las atrocidades que allí se cometían con los nativos (Ediciones del Viento lo recupera ahora en La tragedia del Congo) tuvo gran repercusión en la sociedad de su tiempo, como también sucedió con el que hizo tras su viaje a la Amazonía, para comprobar ``in situ'' los abusos sufridos por los indígenas del Putumayo, en la frontera entre Colombia y Perú.

Una biografía de Conrad le descubrió a Vargas Llosa la existencia de Casement, cuya trayectoria, parece sacada ``de una novela y, al mismo tiempo, es un personaje misterioso porque hay muchas partes de su vida que están en sombra y que son objeto de controversia''.

``Eso a mí me estimuló porque me dejaba mucho campo para la invención, para la fantasía, para llenar todos esos huecos de su existencia'', comenta el escritor, quien no duda en afirmar que en su nueva novela ``hay más imaginación que historia'', igual que sucedía, añade, en La guerra del fin del mundo y La fiesta del chivo.

``Casement es un hombre fascinante y que representa algo infrecuente: por una parte es un héroe, un hombre que dedicó su vida a una causa muy justa; y, por otra, un ser humano con sus debilidades, errores y contradicciones'', señala Vargas Llosa, que refleja con su habitual maestría las luces y sombras del personaje.

Y es que Casement ``es una contradicción viviente desde que nace hasta que muere'', subraya el autor de La casa verde. Su dura experiencia en Africa y en la Amazonía lo llevó a ver cierta similitud entre el colonialismo de esas zonas y el que sufría Irlanda.

Dejó de ser pro británico y se convirtió en un independentista irlandés. Considerado un traidor por el Imperio Británico, fue condenado a muerte.

Mientras esperaba en la prisión la conmutación de la pena, la Inteligencia británica puso en circulación unos diarios, que ponían de relieve la homosexualidad de Casement y que estaban llenos de ``obscenidades pestilentes''

Todavía es ``un misterio'' si estos diarios fueron ``manipulados para difamar'' a Casement. Fueran falsos o ciertos, la tesis de Vargas Llosa es que el cónsul británico ``los escribió, pero no vivió todo lo que allí contaba''. ``Jamás hubiera podido ser por veinte años diplomático si hubiera hecho la décima parte de las cosas que cuenta en ellos'', subraya.

Vargas Llosa derrocha entusiasmo al hablar de Casement. ``Fue un gran luchador contra el colonialismo, el imperialismo, en una época en que todavía esas palabras tenían buena prensa. En Europa creían que el colonialismo llevaba la civilización a la barbarie, el cristianismo a la idolatría, y que llevaba la modernidad y prosperidad''.

Pero en Africa se dio cuenta de que, ``el colonialismo llevaba miseria, dolor y crueldad a un mundo primitivo, y que detrás de todo eso lo que había era una falta de legalidad y una codicia feroz'', afirma Vargas Llosa, quien asegura que no ha ``exagerado nada'' al narrar las atrocidades que se cometieron en el Congo y en la Amazonía.

La evolución ideológica de Casement hacia el independentismo radical ``debió de ser muy desgarradora para él''.

Pero ``era un hombre muy decente'', y ``rectificaba si la realidad le demostraba que estaba equivocado. Y en eso también es una persona bastante ejemplar, ¿no?'', pregunta Vargas Llosa, antes de recalcar que el radicalismo ``es uno de los peligros del nacionalismo''.

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