31 octubre, 2011

Ese liberalismo inmoral

E D U A R D O G A R C í A G A S P A R
Una segunda opinión
Ese liberalismo inmoral

La persona fue clara en sus ideas. Un mérito indiscutible y, por mala suerte, escaso. Lo que dijo pudo entenderlo cualquiera. La pena fue que era falso. Total, un caso de una mentira clara.

Dijo ella, "todo lo que hacen ustedes, los liberales, es analizar los costos de las cosas y actuar como si fueran calculadoras de bolsillo. Son capaces de robar si eso les da ganancias y de engañar a sus mujeres si con eso obtienen placer". Total, otro de esos clisés repetidos, pero que vale la pena examinar.

Siendo un liberal, quizá pueda aclarar algo. Por principio de cuentas, no he engañado a mi mujer haciendo un cálculo de costo y beneficio de placer. Tampoco he mentido intencionalmente para obtener más dinero del posible. Más aún, el asunto nada tiene que ver con ser liberal. Es perfectamente posible que un socialista vaya contra la moral, igual que un liberal.

Los liberales lo somos por una razón: creemos en la libertad del ser humano, en sus derechos. Esta es una idea moral, que parte de una noción sobre nuestra naturaleza. Podemos pensar y somos libres. Limitar nuestra razón y nuestra libertad es inmoral. De estas ideas se derivan principios claros también.

Los liberales pensamos que es inmoral tratar con violencia a otros, y así limitarles su libertad o impedirles usar su razón. Por eso consideramos inmoral al robo, a todo robo, incluyendo a los impuestos que suelen ser demasiados, costosos y mal usados. Igual para un asesinato, al que se considera inmoral por quitar la vida y con eso la posibilidad de ser libre y usar la razón.

En el caso del engaño a la esposa, los liberales lo veríamos con reprobación. El esposo ha acordado una especie de contrato, firmado voluntariamente, en el que promete ser fiel a su esposa. No serlo es una violación del contrato y merece un castigo por definirse. Lo mismo para quien miente en una compra-venta, porque violenta un trato de igualdad de condiciones.

Con esa idea de libertad y poder para pensar, los liberales nos oponemos rotundamente a la planeación central de la economía, a las empresas estatales, a los controles de precios, a los frenos a la importación y exportación... porque todo eso viola la libertad del ser humano y la razón. La moral del liberalismo va muy de acuerdo con las ideas de los derechos naturales.

En lo que se refiere a la religión, la idea es igual. Cada persona, por sí misma, debe decidir su religión, incluyendo la posibilidad de no tener ninguna. La religión no debe ser forzada en las personas, pero es admisible como en el resto de las acciones, realizar labores de proselitismo y persuasión.

La imagen del liberal que justifica engañar, mentir, matar, con tal de tener una ganancia es una caricatura fuera de la realidad, pero tiene su utilidad: permite a los opositores del liberalismo el venderse con la imagen de santos varones, incapaces de hacer mal alguno. Y esto es lo que bien vale una segunda opinión.

Dentro de cualquier sistema económico, hay una constante, la del ser humano capaz de realizar actos indebidos, como robar y matar. Usted encontrará casos de esa imperfección en el liberalismo, pero también en el socialismo y en el intervencionismo. Lo que esa persona olvidó es que también un socialista puede calcular que le conviene engañar a su esposa, o mentir para obtener un beneficio.

Pero la cosa no queda allí, todos los socialismos son inmorales para un liberal porque violan las libertades humanas, las limitan más allá del impedimento de usar la violencia. Y, curiosamente, eso amplía los efectos de las malas acciones. Un empresario inmoral que ataca a su competencia con fraudes, causa un daño menor que un gobernante inmoral que engaña a todos robando o encarcelando.

El liberal coloca una gran confianza en las personas, a las que propone dejar libres creyendo que son capaces, que tienen habilidades, que pueden pensar por sí mismas, que pueden labrar su destino. Por el contrario, el socialismo piensa en las personas y las considera tontas, incapaces, inhabilitadas para hacer su vida, por eso nombra al Gobierno como responsable de la felicidad social.

La verdad, mucho me temo, es exactamente la contraria a lo que dijo esa persona. Los liberales no somos como él dijo. Tenemos una idea clara sobre la persona y la moral.

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