17 octubre, 2011

Fe y esperanza presidenciales

El Congreso estadunidense titubea en la caridad que quiere enviar a los mexicanos para seguir adelante en este ejercicio

Leo Zuckermann

La narrativa del presidente Calderón para justificar su “estrategia por la seguridad” (ahora niega categóricamente que se trate de una “guerra” contra el crimen organizado) se basa en dos de las tres virtudes teologales: la fe y la esperanza. Así lo ha expresado, con toda claridad, tanto en el diálogo que sostuvo la semana pasada con el movimiento que encabeza Javier Sicilia, como en una entrevista publicada en The New York Times (NYT).

Primero está el asunto de la fe. Dice el Presidente que, de no haber actuado en contra del crimen organizado al comienzo de su administración, el problema “se habría deteriorado mucho más”. Con detenimiento, explica:

“Porque los criminales tienen esta dinámica de tomar territorio, de apoderarse de una plaza, la que me digan, donde hay problemas. Juárez es un pleito por apoderarse de la plaza, digamos, entre el Chapo Guzmán y Carrillo Fuentes. Tamaulipas, Monterrey, concretamente, es un pleito por apoderarse de la plaza entre Los Zetas y el (cártel del) Golfo, que antes eran socios y aliados, etcétera. Sí, es un tema de apoderamiento de los criminales […] Ahora estamos viendo el problema de Veracruz, en el cual este pleito entre zetas y (los cárteles del) Golfo y (lod del) Pacífico está convirtiendo a la ciudad en una plaza encarnizadamente disputada, como lo es el caso de Guerrero. ¿Qué quiero decir? Ante la afirmación de que la estrategia de seguridad pública del gobierno ha empeorado las cosas, yo creo que, al contrario, serían peores si no hubiéramos intervenido. Y probablemente, una buena parte del territorio nacional hoy estaría dominado por capos de un signo o de otro.Y no habría libertad para la gente ni habría paz ni habría tranquilidad ni habría no violencia. No creo en esa no violencia, donde un cártel domina, hace lo que se le da la gana, y la gente no se mete con él, le tiene miedo, porque ese cártel se apodera de la gente, de sus tierras, de sus ranchos, de sus empresas, de sus comercios. Entonces, yo afirmo que actuamos apenas a tiempo para enfrentar y contener a los criminales. Y por supuesto que, como Presidente, me hubiera gustado mucho no haber pasado por este cáliz. La verdad, es que no es agradable para nadie. Pude haber hecho lo que muchos aconsejaban, a lo mejor: No te metas, no hagas nada, mejor ahí no le muevas […] A lo mejor mis hijos hubieran estado más tranquilos si yo no me hubiera metido. Pero mi deber era, evidentemente, enfrentar a los criminales, porque si este gobierno no enfrenta a los criminales, se hubieran apoderado de México. Eso lo afirmo categóricamente.”

Se trata de un argumento convincente, pero como todo argumento contrafactual, imposible de comprobar empíricamente. ¿Cómo saber que, de no haber hecho lo que se hizo, estaríamos peor? Cualquiera podría decir exactamente lo contrario, es decir, que si no hubiera hecho lo que se hizo estaríamos mejor.

En este sentido, se trata de un argumento basado en la fe. Del que cierra los ojos y ve la luz para entender las cosas de Dios. El Presidente afirma que él lo ve así. Pero otro puede cerrar los ojos y verlo diferente. De hecho, varios críticos de Calderón así lo ven: que el problema no era tan grave en 2006 como lo pinta ahora el Presidente. Que el país tenía una de las tasas de homicidios por cien mil habitantes más bajas de su historia. Que ciertamente había problemas en algunas plazas de la República, pero lejos estábamos de que los delincuentes se estuvieran adueñando del país entero. Tan es así que el tema de la inseguridad y el combate al crimen organizado no fue uno de los principales temas de la campaña presidencial de 2006.

El problema es que la discusión se vuelve subjetiva, de acuerdo con la fe de cada uno. Y habrá quienes le crean al Presidente y habrá quienes no le crean.

Luego está el asunto de si ha funcionado o no la estrategia gubernamental para resolver el problema. El NYT le preguntó al mandatario si hoy México es más o menos seguro que cuando él tomó posesión. Como evidentemente no podía decir que es más seguro, pues respondió que algún día lo será. Se trata, entonces, de un argumento basado en la esperanza. La virtud que algún día se alcanzará la felicidad si se hace lo correcto. Y como en el asunto anterior de la fe, habrá quienes le crean al Presidente y habrá quienes no le crean, porque otra vez la discusión es subjetiva.

Objetivamente hablando, con las estadísticas en la mano, lo que podemos decir es que estos años la seguridad se ha deteriorado en el país. Ha crecido el número de asesinatos, secuestros y extorsiones. De acuerdo con las encuestas, hay un ambiente de desasosiego en la opinión pública y cada vez más dudas sobre la efectividad de la estrategia gubernamental. Dudas que se han extendido, de acuerdo con el NYT, al Congreso de Estados Unidos donde se dice que “admiradores” de Calderón han empezado a cuestionar públicamente la estrategia mexicana. Así lo dice el representante Michael McCaul del Comité de Seguridad Nacional: “Él es el primer Presidente en enfrentar el problema y hacer algo al respecto. Sin embargo, ¿ha sido cien por ciento exitoso? No, en absoluto. Parecería que las cosas empeoran cada vez más”. Es por eso que el Congreso estadunidense titubea en la caridad que quiere enviar a los mexicanos para seguir adelante en este ejercicio de fe y esperanza.

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