Ante la creciente evidencia de una nueva recesión en los países desarrollados, son cada vez más las voces que reconocen que ésta es prácticamente inevitable. La más reciente fue la de Ben Bernanke, presidente del Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal. En su comparecencia del martes ante el Congreso, Bernanke advirtió que la recuperación está a punto de agotarse y que la respuesta de las autoridades políticas y financieras hasta ahora ha sido insuficiente para evitar esta situación. Las palabras de Bernanke parecen reflejar el sentimiento generalizado de los mercados: una recesión en el mundo desarrollado es un hecho. El comportamiento de los mercados durante el último trimestre parece estar descontando en buena medida la inevitable recesión en EU y Europa. Sin embargo, esto no quiere decir que los mercados han tocado fondo. Lo que los mercados y los especialistas aún no logran descifrar es la severidad y duración de la siguiente recesión.
Si las autoridades financieras de Europa y EU logran restaurar la confianza al mercado a través de medidas contundentes, la recesión en EU podría durar un par de trimestres con crecimiento ligeramente negativo. En el caso de Europa, la recesión sin duda será más larga que en EU, pero tampoco sería muy profunda. Asimismo, la recuperación posrecesión en EU probablemente podría alcanzar un ritmo de crecimiento más saludable que el de Europa. No obstante, en ambos casos se vislumbra un panorama de crecimiento a mediano plazo sumamente moderado, ya que la gradual eliminación de los grandes desequilibrios (principalmente los fiscales) tiene un precio.
Por el otro lado, si las autoridades financieras europeas no logran restaurar la confianza, la recesión podría ser devastadora. Para ser más claros, la Unión Europea no se puede dar el lujo de permitir que Grecia se convierta en su Lehman Brothers. Permitir la quiebra de Grecia, a pesar de su pequeño peso en el PIB de la eurozona, crearía un efecto dominó que podría poner al borde de la quiebra a otras economías más grandes como España e Italia. Pero más allá de eso, la quiebra de Grecia y la incertidumbre sobre España e Italia podría provocar la quiebra de varios bancos europeos, lo cual seguramente paralizaría de nuevo los circuitos de crédito a nivel global -tal y como sucedió en los meses posteriores a la quiebra de Lehman Brothers-.
Asimismo, la quiebra de Grecia podría tener un impacto de dimensiones desconocidas sobre el euro. Lo peor es que esta situación se daría con una limitante adicional al 2008, las autoridades ya han agotado casi todo el arsenal de herramientas de política económica para enfrentar una debacle económica.
Las tasas de interés están ya en niveles cercanos a cero, los gobiernos de países desarrollados no tienen más espacio en sus finanzas públicas para aplicar políticas contracíclicas y cada vez existe más oposición política a las medidas menos ortodoxas de política monetaria, como las inyecciones de liquidez masivas -es decir, la impresión de billetes para comprar deuda pública.
Para resolver la crisis de manera contundente, los líderes de la eurozona deben de implementar una combinación de las siguientes opciones: i) ampliar el fondo contingente de manera considerable -esto implicaría duplicar o triplicar el monto del fondo- y permitir que los recursos se usen para recapitalizar a los bancos más vulnerables; ii) que Alemania acepté que el Banco Central Europeo (BCE) funja como proveedor de liquidez de última instancia para países y bancos mediante un aumento en la emisión de dinero; iii) transformar la eurozona en Estados Unidos de Europa, estableciendo un régimen de transferencias fiscales donde los países miembros fungirían como estados y la política monetaria y fiscal se dictarían centralmente, y iv) establecer un mecanismo que facilite la salida ordenada de la eurozona a aquellos países que así convenga.
Para este columnista, las autoridades financieras europeas finalmente están entendiendo la gravedad del problema y comienzan a dar señales de que utilizarán todas las medidas a su alcance para lograr un desenlace ordenado para la crisis griega. Por lo pronto, ya han reconocido que el fondo contingente debe de ser ampliado de manera considerable y que parte de los recursos deben de ser utilizados para inyectar capital a los bancos más vulnerables -de la misma manera que se uso el TARP en EU durante el 2009. Aunque la discusión de Estados Unidos de Europa parece no estar sobre la mesa aún, el mercado podría forzar una solución de este tipo.
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