09 octubre, 2011

Jueces narcoterroristas

Desde 1945 Estados Unidos se arrogó el derecho de sentenciar quién vive y quién muere. Las reglas de juego las impuso a sangre y fuego. Los efectos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki siguen hasta nuestros días. Basta sólo con dar un paseo por todas las intervenciones, invasiones, bombardeos, es decir actos terroristas que ha padecido la humanidad entera por voluntad de Washington y sus aliados.

La Organización de Naciones Unidas -que sustituyó a la Liga de Naciones- cuya creación supuestamente tenía como objetivo evitar que crímenes como los cometidos durante la Segunda Guerra Mundial, que dejó por lo menos 100 millones de víctimas fatales (entre ellas 6 millones de judíos) se estrenó con la partición de Palestina, generando uno de los conflictos más largos y costosos para la humanidad. La ocupación del territorio árabe le sirvió además para instalar allí su base militar y política llamada Israel.

A pesar de todas las luchas y los muertos que ha causado el imperio en los pueblos árabes, la Casa del terror, esa que produce las sombras, no se sacia. El anuncio de practicarle una cirugía plástica al Medio Oriente para echar por tierra todo esfuerzo de unidad que pueda poner en peligro los intereses de Washington y sus socios, no se quedó en un cuento de hadas. Ese proyecto se está aplicando disciplinadamente.

La invasión criminal y terrorista contra Irak, pese a los costos para la economía estadounidense no puede ser considerada por nadie “una lección” para Washington. Por el contrario, su voracidad lo ha llevado a continuar su tarea criminal en Afganistán y en los días más recientes en Libia, con el apoyo de sus “pranes sionistas y europeos”.

Pero la operación develada por la Secretaria de Estado de George W. Bush, Condoleza Rice, ha cambiado de nombre muchas veces y los rostros que han pasado y pasarán por el bisturí del tío Sam son muchos. Nuestro Continente, desde tiempos de Bolívar es uno de los más codiciados.

La conciencia que ha despertado en Venezuela, al calor de un proceso cuyos antecedentes no podemos ocultar, como las luchas desde los años 60 hasta los 90, sin soslayar la resistencia indígena que las precedió, no es tolerada por ningún gobierno de Estados Unidos.

No puede ser bienvenida la Revolución que pone en riesgo los intereses de Washington, cuyo problema principal es garantizarse petróleo y agua, entre otros recursos, por los caules no está dispuesto a pagar, aunque apropiarse ellos involucre un alto costo para quienes los poseen. Entonces hay que echar mano a lo que sea para detenerla.

La computadora de Raúl

El bombardeo a Sucumbíos, Ecuador -del que sobrevivió supuestamente una computadora (la del comandante fariano Raúl Reyes) y la joven estudiante mexicana Lucía Morett, perseguida a muerte por ser testigo de una masacre aprobada por el presidente colombiano Álvaro Uribe y ordenada por el actual, Juan Manuel Santos- dio inicio a un film en el cual el tema central es el supuesto carácter narcoterrorista del gobierno de Hugo Chávez.

El 1° de marzo de 2008 fue el primer capítulo de esta historia de intriga cuyos guiones son escritos por el Departamento de Estado; se revisan en la Casa Blanca y son interpretados por un elenco nacional y extranjero.

Las acusaciones contra el ex alcalde de Caracas y directivo del PSUV, Freddy Bernal, el general Cliver Alcalá Cordones, Amílcar Figueroa, ex presidente alterno del Parlatino, vinculado con movimientos populares revolucionarios y el oficial de inteligencia Ramón Madriz dan cuenta de las intenciones que tiene la mafia imperial, que no son otras que desprestigiar al gobierno de Chávez y aplicar recetas parecidas a las usadas contra Panamá e Irak, entre otros casos menos recientes.

Acusar a funcionarios, líderes o representantes del pueblo de narcotraficantes es acusar al gobierno bolivariano y a su líder paralelamente. La estrategia es colocar como se hizo con Noriega y S. Husein a Chávez como enemigo público de la humanidad, para justificar ante la opinión pública internacional una intervención política o militar y un bloqueo previo a dichas operaciones.

Estados Unidos y sus aliados del mundo, entre ellos Israel, harán todo cuando puedan para evitar que las más importantes reservas de petróleo probadas del mundo, ubicadas en Venezuela estén en manos del soberano.

La fiera está hambrienta. Sabe que sus reservas están a punto de acabarse; no tiene ni siquiera agua para calmar su sed y por ello afila sus garras para atacar. Lo demás no importa.

El doble rasero del tío Sam

El argumento de Estados Unidos es el supuesto desinterés de Venezuela en el combate a las mafias del narcotráfico. Porque ni toma en cuenta ni reconoce todas las detenciones de capos y numerosos decomisos que han practicado, en estos años de revolución, los cuerpos de seguridad del estado venezolano.

Ciertamente como lo señaló el Canciller, Nicolás Maduro, no es precisamente Estados Unidos quien deba emitir juicios y poner en duda el esfuerzo de un país en el combate contra el narcotráfico: “Un país como ese no tiene moral para calificar a generales y a dirigentes políticos de la República Bolivariana de Venezuela. Nosotros lo repudiamos y creemos que las mafias narcotraficantes están allí, en una sociedad enferma como la de los Estados Unidos”, dijo el funcionario venezolano.

Quien juzga es el país reconocido por la propia Organización Mundial de la Salud como el mayor consumidor de drogas del mundo. Señala el informe reciente de esta organización que “Un total de 72 millones de estadounidenses, 34% de los mayores de 12 años, ha consumido drogas alguna vez; 41% de los jóvenes que asisten a las escuelas secundarias consumen drogas, así como el 47% de los preuniversitarios. El 62% de los estudiantes de secundaria asiste a centros donde se trafica en drogas…”

Entre las actividades que mueven la economía estadounidense, el tráfico de drogas juega un rol importante. Por lo menos unas 300 mil bandas operan en ese territorio, que además es el mayor productor de marihuana del planeta. Probablemente por ello, ha procedido a “controlar” el negocio del narcotráfico en Colombia.

El recetario de Estados Unidos no es muy nutrido por lo visto. La misma receta la preparan, añadiendo u omitiendo algún ingrediente. Pero ello no evita que la conspiración esté en marcha, desde hace varios años, contra el gobierno de Chávez. Y contra el pueblo que le sigue y lo sostiene en el poder por responder a sus expectativas de vida. Porque no es sólo una conspiración para sacar a Chávez del poder. Se trata de un plan para impedir que los recursos energéticos sean administrados por el pueblo; para impedir que la soberanía sea un principio por el cual cualquiera esté dispuesto a dar la vida. Es un proyecto contra los pobres del mundo que han decidido acabar con su miseria. Las élites del imperio narcoterrorista atacan. Esperemos que la respuesta que demos los pueblos estén a la altura del compromiso que reviste acabar con el enemigo. Parece que es hora de la unidad para vencer la barbarie.

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