Jaime Suchlicki
La reciente política del presidente Obama de permitir a cubanoamericanos viajar a Cuba con más frecuencia y a enviar más remesas a la isla, está teniendo consecuencias no anticipadas y no muy positivas dentro de Cuba. La ayuda de los cubanoamericanos mayormente de la raza blanca va a ayudar a cubanos en la isla de esa misma raza. La población negra, que es la mayoría en Cuba (más del 60 por ciento), no se beneficia con estas medidas. El resultado es que las diferencias étnicas y económicas se han profundizado en la isla y solo una minoría se está beneficiando.
A pesar de esto, hay quienes en este país siguen solicitando que se extienda esta política contraproducente a los turistas norteamericanos. El argumento que esgrimen es que si los turistas americanos van a Cuba y el embargo se termina los cubanos se van a beneficiar económicamente; las compañías americanas van a penetrar el mercado; el sistema comunista se va a derrumbar y una transición hacia una sociedad libre y democrática se va a acelerar.
Estas expectativas están basadas en suposiciones incorrectas:
• Primero, que los hermanos Castro son líderes “inocentes” que van a permitir que los turistas y las inversiones socaven la revolución e influencien decisivamente la política interna de la isla.
• Segundo, que Cuba va a abrir su economía y permitir inversiones norteamericanas en todos los sectores de la economía, en vez de dirigir y seleccionar las inversiones extranjeras.
• Tercero, los Castro están tan interesados en relaciones con EEUU que están dispuestos a abandonar lo que ha sido su principal objetivo por 50 años: mantenerse en el poder.
Un cambio en la política hacia Cuba, pudiera tener consecuencias no previstas. Terminar con el embargo y las prohibiciones de los viajes a la isla por norteamericanos, sin que Cuba haya puesto en efecto cambios profundos, reales e irreversibles, pudiera tener impactos negativos:
Al igual que ocurrió a mediados de la década de los noventa, la infusión de dólares de los turistas le quita al régimen el incentivo de adoptar reformas económicas más amplias. Cuba adoptó reformas económicas limitadas a principios de la década del noventa, cuando la isla pasaba por su peor contracción económica. Una vez comenzó a estabilizarse la economía alrededor de 1996, a través de inversiones y del turismo extranjero, además del apoyo que enviaban los exiliados, Castro cesó o revocó las reformas anteriores.
El dinero de los turistas americanos apoyaría los negocios del gobierno castrista y fortalecería las empresas del estado.
Los turistas americanos tendrían contacto limitado con el pueblo cubano. La mayor parte de los complejos turísticos de Cuba se encuentran en áreas aisladas y el cubano promedio no tiene acceso a los mismos; además, están controlados por un eficiente mecanismo de seguridad cubano. La mayor parte de los americanos no hablan español y tendrían interacciones muy limitadas con los ciudadanos. A los turistas tampoco les interesa visitar la isla con el propósito de subvertir su régimen. La Ley 88, proclamada en 1999, prohíbe que cubanos acepten publicaciones de turistas.
Aunque el gobierno castrista lograra obtener los dólares que necesita, el impacto económico del turismo sobre la población cubana sería limitado. Muy pocos dólares llegarían a manos de los cubanos más necesitados, mientras el estado y las empresas extranjeras serían los más beneficiados.
Los turistas comprarían productos, por ejemplo, ron, tabaco, etc., que producen las empresas estatales y se alojarían en hoteles que son propiedad total o parcial del gobierno cubano. Gaviota, la aerolínea principal para transporte alrededor de la isla, es propiedad de los militares cubanos, que también se encarga de administrarla.
Una vez los turistas americanos comiencen a visitar la isla, Castro pudiera restringir las visitas de los cubanoamericanos a Cuba. Para el régimen castrista, los cubanoamericanos representan un grupo mucho más subversivo ya que pueden hablar con amigos y familiares en la isla y persuadirlos a cambiar de opinión sobre el régimen castrista y Estados Unidos. De hecho, el retorno de los exiliados cubanos en 1979-80 precipitó el éxodo del Mariel en 1980.
Si se eliminan las restricciones a los viajes sin que Cuba haga concesiones significativas, “los enemigos de Estados Unidos” recibirían un mensaje erróneo: un líder puede expropiar propiedades estadounidenses sin compensación; permitir que su territorio se utilice para introducir cohetes nucleares destinados hacia Estados Unidos; apoyar terrorismo y propaganda en contra de Estados Unidos alrededor del mundo; y que a pesar de todo esto, Estados Unidos va a “olvidar y perdonar,” además de recompensar estas políticas con turismo, inversiones y ayuda económica.
Desde la era de Ford/Carter la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica ha enfatizado la democracia, los derechos humanos y gobiernos constitucionales. La normalización de las relaciones mientras haya un dictador militar presidiendo la isla enviaría un mensaje erróneo al resto del continente.
Si el turismo se facilitara entre Cuba y Estados Unidos, un gran número de cubanos visitaría Estados Unidos y muchos permanecerían ilegalmente en Estados Unidos, complicando el tema migratorio en este país.
Si Estados Unidos elimina de manera unilateral las restricciones comerciales y de viajes a Cuba, ¿con qué contaría el gobierno americano para negociar con un futuro régimen cubano y promover cambios en la isla? Las restricciones podrían ser un factor importante en las negociaciones con un nuevo régimen que esté dispuesto a otorgar concesiones permanentes para una transición hacia la libertad política y económica en Cuba.
La restricción a los viajes y el embargo deben terminarse como resultado de negociaciones entre Estados Unidos y un gobierno cubano dispuesto a otorgar concesiones económicas y políticas significativas o cuando se establezca un gobierno democrático en la isla.
Emilio Bacardi Moreau Catedrático y Director, Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos, Universidad de Miami.
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