En la última década, la experiencia de los inversores ha sido una de marcado contraste: algunos han hecho grandes fortunas, mientras otros las han perdido.
Elegir el momento justo, el activo correcto y la estrategia adecuada ha determinado su destinos.
Cuando se invierte, el momento puede ser crucial. Para ganar dinero, hay que comprar algo cuando está barato y venderlo cuando se percibe como algo valioso. El mismo objeto comprado a altos precios hace que rentabilizarlo sea mucho más complicado.
Antes del año 2000, los inversores compraron tantas acciones en empresas de tecnología que los valores hacían prever que sería poco realista pensar en beneficios.
Esta burbuja explotó y la bolsa cayó.
Septiembre 2001, el inicio de nuestro período de 10 años, corre durante ese período de venta.
Esas pérdidas más las de la crisis financiera de 2008 fueron suficientes para descontar las considerables ganancias registradas en los siete años entre esos dos eventos.
Invertir en el momento óptimo
Una inversión inicial de US$100 en la bolsa de Londres, en el FTSE 100 –el índice de las cien mayores empresas de Reino Unido–, habría perdido 4% de su valor, con un retorno de sólo US$96 todos esos años después.
Este retorno oculta una enorme divergencia entre la suerte de diferentes personas. Primero, al elegir el tamaño de la compañía en la que se invierte, parece haber habido un momento óptimo para las de talla media en el FTSE 250 –las siguientes 250 firmas–, las suficientemente pequeñas como para crecer de forma sustancial, pero tambien lo suficientemente grandes como para capear el temporal.
Segundo, el sector. Las acciones de las empresas que venden materias primas casi triplicaron su valor en los últimos diez años. Eso contrasta con las empresas financieras, que perdieron la mitad de su valor inicial.
La creencia que impulsa esto es que determinados materiales, como el cobre o el hierro, son cada vez más difíciles de obtener, lo que hace su producción más valiosa. En contraste, los bancos han visto deudas impagables, bancarrotas y más regulación, todo lo que ha perjudicado sus ganancias.
Tercero, el foco geográfico. Mientras invertir en el Reino Unido, Estados Unidos o Europa en general mermó las ganancias o generó pérdidas, hacerlo en mercados emergentes, como China, Rusia o Brasil, resultó en enormes retornos. El país sudamericano ha dado ganancias del 578%.
Reinvertir fue clave
Las decisiones de inversión a corto plazo han tenido tanto impacto como escoger dónde invertir a largo plazo.
Durante el lapso de inversión que estamos examinado, muchas empresas pagaron una porción de los beneficios a los accionistas. Cómo un inversor usó estos dividendos dictó cuánto dinero hizo.
Si lo reinvirtió en el mercado de acciones, siguió generando retornos. Si lo puso en la cuenta bancaria, menos.
Otras oportunidades
Hay otros activos que un inversor pudo haber comprado aparte de acciones, algunos de los cuales tuvieron un desempeño mucho mejor en este periodo.
Los prestamos a gobiernos o compañías en países en desarrollo resultó altamente rentable, por los pagos de las relativamente elevadas tasas de interés, que se siguen recibiendo hasta que se termine de pagar la deuda.
Otra inversión interesante fue la finca raíz, que en general proporcionó retornos muy atractivos en la última década, incluso después de las fuertes caídas de la reciente recesión.
Finalmente, los fondos de cobertura, como los inversionistas, tuvieron una década dispar. Enfocados en mercados diferentes, algunos tuvieron unos niveles de rendimiento asombrosos mientras que otros todavía están registrando pérdidas.
No sorprende que los gestores de los fondos de inversión de mercados emergentes, como Brasil, Rusia y China, casi hayan triplicado sus inversiones.
Al invertir, durante la última década, valió la pena ser meticuloso.
Gemma Godfrey es física cuántica, fue gestora de un fondo de cobertura y ahora preside la comisión de inversiones de Credo Capital, firma de gestión de fortunas.
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