23 octubre, 2011

La deuda no es el problema

Es simple y llanamente un mecanismo que permite utilizar el ahorro de otros para financiar un proyecto propio. Las instituciones financieras fungen como intermediarios entre quienes tienen un excedente de recursos y quienes los necesitan.
Edna Jaime

Algunos estados del país están muy endeudados, uno, en particular, está escandalosamente endeudado y eso ha prendido focos de alerta sobre la situación de las finanzas públicas estatales y su repercusión sobre la nación. La realidad es que el país tiene una posición muy cómoda en materia de deuda.


Las últimas administraciones federales y las propias fuerzas políticas representadas en el Congreso, han resistido la tentación de gastar más a costa de un mayor endeudamiento. La disciplina fiscal y la estabilidad que le acompaña han permitido que México pueda acceder a los mercados de deuda en condiciones cada vez más favorables, casi como las economía más sólidas del planeta.


Paradójicamente, este marco de disciplina y estabilidad, aunado a condiciones favorables en los mercados de financiamiento, ha tentado a las entidades federativas a buscar recursos vía deuda y la han tenido fácil: usan como garantía de esos empréstitos participaciones federales futuras.


Sería terriblemente injusto que la estabilidad que tan cara ha sido conseguir, se mine por conductas irresponsables de algunos estados. Si la deuda contraída no se invirtió en activos que generen riqueza, alguien tendrá que pagar las cuentas. Y seguro no serán los gobernadores dispendiosos quienes lo hagan.


Contraer deuda no es un pecado. Es simple y llanamente un mecanismo que permite utilizar el ahorro de otros para financiar un proyecto propio. Las instituciones financieras fungen como intermediarios entre quienes tienen un excedente de recursos y quienes los necesitan y así cumplen con una función central:


Determinar si el proyecto a financiarse tiene méritos suficientes para generar un retorno que permita devolver al ahorrador sus recursos más un premio (la tasa de interés).


Joseph Schumpeter, economista liberal, resumió en una sola frase la importancia vital de un intermediario financiero. Decía que los banqueros son quienes autorizan y promueven la innovación en una sociedad. La banca en el país está lejos de desempeñar ese tremendo rol, porque también la tienen fácil. Para qué romperse la cabeza analizando proyectos y sus retornos, si tienen a la mano una garantía. No hay riesgo, pero tampoco innovación.


El problema con la deuda que lo estados contraen es que no se sujeta a la disciplina de mercado o al escrutinio de las instituciones públicas de control interno y externo del gasto. Mucho menos pasan por la observación y sanción ciudadana.


Esto es, los mecanismos de fiscalización y contrapeso que debieran operar para acotar conductas irresponsables no operan o lo hacen débilmente en algunas entidades de la República. No es casual que el escandaloso endeudamiento del estado de Coahuila súbitamente se haya destapado, casi por casualidad. Las grandes sumas de endeudamiento del estado tomaron por sorpresa igual a las autoridades federales que a los propios coahuilenses.


Aunque la mayoría de los estados cuentan con legislaciones que regulan su endeudamiento, y a pesar de que la Constitución establece que la deuda de los gobiernos estatales y municipales únicamente se puede contratar en pesos mexicanos con la finalidad exclusiva de destinarla a la inversión productiva, la realidad es que el único límite real a un mayor endeudamiento es el flujo de recursos federales que respaldan dichos empréstitos.


Considerando lo anterior, algunos estados ya llegaron al techo de lo que se podían apalancar y lo que viene es servir la deuda que contrajeron. Si estos recursos no se invirtieron en proyectos que generen riqueza, entonces tendrán que reducir su gasto, a menos que logren extraer más de la federación o recauden más.


La postura de gobiernos estatales en la negociación de la ley de ingresos 2012 reitera lo que ya sabíamos:


No quieren asumir el costo de recaudar más y en cambio buscan modalidades para extraer más de la recaudación federal. En la iniciativa que se aprobó en Cámara de Diputados, los gobiernos estatales se salen con la suya. Y es posible que estos criterios y posiciones prevalezcan y se conviertan en ley.


El problema con ello es que reproducimos todos los mecanismos e incentivos que generan las conductas indeseadas que luego recriminamos. No debería causarnos ninguna sorpresa el que los ejecutivos estatales se comporten con irresponsabilidad a la hora de manejar las finanzas de sus demarcaciones. Todo está puesto para que lo hagan así.


En el corto plazo, el país tiene una posición sólida en materia de deuda y finanzas públicas. Pero si no corregimos estas dinámicas perversas, nuestra estabilidad se pondrá en un predicamento o nos resultará excesivamente cara.


Porque, ¿cuánto tendremos que dejar de consumir los mexicanos en un futuro próximo para solventar los excesos de ejecutivos estatales que lo único que dejaron a su paso fueron escándalos de deudas escondidas y firmas fraudulentas?

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