28 octubre, 2011

“La resistencia al cambio en México es más profunda de lo que parece”

Jorge Castañeda, en Madrid. / SANTI BURGOS

Nadie duda de que México ha reunido credenciales suficientes para ser considerado un país moderno: democracia, economía de mercado, una clase media emergente... Sin embargo, “las resistencias al cambio son mucho más profundas de lo que parece”, afirma el escritor Jorge Castañeda (México, 1953). Lo percibió con toda crudeza cuando ocupó el cargo de ministro de Exteriores (2000-2003), en el primer Gobierno surgido tras la derrota del Partido Revolucionario Institucional (PRI, 70 años en el poder). Y para explicar esas resistencias, Castañeda, siguiendo una tradición arraigada entre los intelectuales de su país, buceó en el “alma” nacional. El resultado es Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos (Aguilar), un entretenido viaje por la idiosincrasia mexicana y los lastres que, por ejemplo, el individualismo, el desapego a la ley, el victimismo, el rechazo al extranjero o la huida del conflicto suponen para la modernización.

Pregunta. ¿No le han acusado de determinismo cultural?

Respuesta. No. Lo que sí me han dicho es que volver al enfoque cultural es una pérdida de tiempo, que el problema es que no hay políticas públicas correctas ni las reformas necesarias.

P. Justamente, la incapacidad de los partidos de consensuar reformas perentorias, desde la energética a la fiscal, podría achacarse a la irresponsabilidad, la cortedad de miras, la lucha por el poder…

El individualismo explica la reproducción de un liderazgo basado en el viejo patrón caciquil, que vemos incluso en los movimientos sociales

R. Es cierto, pero la siguiente pregunta es: ¿por qué es así? Lo primero que todos los extranjeros notan al llegar a México es que el mexicano es incapaz de decir que no. Y este rasgo anecdótico, si le rascas un poco, refleja una aversión al conflicto y a la competencia que se traduce, por ejemplo, en la incapacidad para la construcción de mayorías, porque el país no cree en las mayorías, cree en los consensos. En México se retuercen las leyes por imperativo político para rehuir el conflicto. Y el individualismo explica la reproducción de un liderazgo basado en el viejo patrón caciquil, que vemos incluso en los movimientos sociales, como el zapatismo o en la actual protesta ciudadana contra la violencia que encabeza Javier Sicilia.

P. En el libro evoca la necesidad de un De Gaulle que cambie la mentalidad del país, como el general hizo en la Francia de posguerra. ¿No le ha salido a usted también esa veta caudillista?

R. Sí, hay algo de eso. No veo otra manera de hacerlo, justamente porque el país es así. Necesitas una figura, pero no autoritaria. De Gaulle pudo hacer lo que hizo porque tenía una legitimidad histórica y democrática. Pero en México no hay ningún De Gaulle a la vista, y esto puede tardar años.

P. De hecho, las élites políticas, empresariales e intelectuales alimentan esos rasgos, como el nacionalismo. ¿No es una forma de defender sus intereses?

Las razones de Calderón para iniciar esta guerra han caído por su peso: ni había crecido el consumo de drogas, ni la violencia (ahora sí), ni ofreció datos sobre el aumento del poder del narco

R. Totalmente. Hay rasgos de carácter nacional fomentados por los poderes fácticos, como la aversión al conflicto. Cada vez que un Gobierno intenta actuar, llega la advertencia: “el costo del conflicto va a ser tan elevado, que mejor ni lo muevas”. Eso explica en parte la pasividad de un presidente como Vicente Fox a la hora de enfrentar la memoria histórica, o la corrupción. Creo fue una posición equivocada, pero no era una posición idiota.

P. En este sentido, Felipe Calderón no ha rehuido el conflicto, y ha enfrentado al narcotráfico.

R. Es verdad, es un comportamiento distinto. Pero alguien te podría decir: mejor nos quedábamos como antes, porque 50.000 muertos es muy caro.

P. ¿Cuál era la alternativa? ¿Dejar que el narcotráfico siguiera enquistándose en el poder?

R. Las razones que dio Calderón para iniciar esta guerra han caído por su peso: ni había crecido el consumo de drogas, ni la violencia (ahora sí), ni ofreció datos concretos sobre el aumento del poder del narco, que había infiltrado la policía desde los años 80. Creo que hubiera sido mejor neutralizar sus efectos dañinos (extorsión, secuestros), crear una policía nacional única, como en Chile o Colombia, para no usar el Ejército, y convertirse en adalid de la legalización de las drogas.

P. Los sondeos vaticinan la victoria del PRI en 2012. ¿Qué puede suponer? ¿Regresa la presidencia imperial? ¿O es un PRI renovado?

R.No creo que sea un PRI renovado, pero llegaría en una situación renovada, con un Congreso de oposición, sujeto a la prensa, a los tratados internacionales... En 12 años de alternancia los otros han aprendido a gobernar. Y los nuevos cuadros priístas han tenido que crecer políticamente fuera del poder real. No habrá regreso a la presidencia imperial. Las condiciones ya no existen. Y la gente tampoco lo añora.

P. Usted sostiene que esos rasgos anacrónicos pueden transformarse, como lo demuestran los emigrantes mexicanos en Estados Unidos, donde respetan las leyes, o donde las mujeres mexicanas han alcanzado cotas de autonomía inauditas en sus lugares de origen. ¿Puede EEUU desempeñar un papel más directo en la modernización en México?

R. Hay dos cosas que son una lástima. Al detener la circularidad desde la época de Clinton (las idas y venidas anuales de los emigrantes), han frenado una influencia muy positiva. Porque esa circularidad no solo era de personas, o de zapatillas deportivas, o de jeans… era sobre todo de ideas. Eso se ha vuelto más difícil. EEUU no entendió que la mejor influencia que pueden ejercer en México es a través de mexicanos que se vuelven abanderados de valores, costumbres y actitudes de modernidad. Algo parecido a lo que pasó con la emigración española a Europa en los sesenta, que contribuyó a socavar las bases del franquismo y preparar el terreno para el cambio. La otra cosa que puede hacer EEUU es poner en la agenda unas exigencias legítimas en la relación bilateral. El más obvio es el tema antimonopolio. Igual que Bruselas combate constantemente las prácticas monopólicas en los países de la UE, EEUU y Canadá deberían esgrimir esta cuestión junto al Tratado de Libre Comercio (TLC).

P. ¿Qué reformas clave debería afrontar un nuevo Gobierno?

R. Hay unas reformas de arranque, que mandarían un mensaje muy fuerte: un ministro civil de Defensa, para empezar un repliegue militar; Pemex: impulsar la reforma constitucional para permitir la inversión privada minoritaria en la petrolera, igual que han hecho los brasileños con Petrobras; crear un Ministerio del Interior, encargado solo de la seguridad, y pasar la parte política a la presidencia, e implantar, una jornada completa en la educación primaria, de cuatro horas a ocho.

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