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Escrito por Javier Loaiza |
El mapa político de Latinoamérica es ampliamente rojo, mientras que el europeo azul. En Europa, de los 27 países de la Unión, solo cuatro conservan gobiernos socialistas. En América Latina de 19, trece son de distintos matices de izquierda.
En Europa, por los menos dos enfrentan una de las más severas crisis económicas, España y Grecia, acompañados de dos países minúsculos, Eslovenia y Chipre. El resto, se pinta de azul, representado por gobiernos de corte conservador-liberal, o dicho en términos del siglo pasado de derecha y centro derecha. En España, Zapatero sigue al frente del gobierno pero con un poder cada vez más deteriorado. Los populares acaban de hacerse al control de alrededor del 75% del poder local y regional.
En Latinoamérica, por contraste, frente a la tendencia de la personalización de la política, el populismo y centralización del poder, seis países – México, Costa Rica, Honduras, Panamá, Colombia y Chile-, no forman parte de ese círculo entre rojo y rosado que pareciera expandirse como un dominó.
Aparte de las condiciones particulares de cada país y de cada uno de estas regiones, podrían señalarse algunas líneas generales. Europa sigue afrontando las secuelas de la crisis financiera y los altos costos del gasto público del añejo Estado Bienestar, mientras Latinoamérica afronta la “Gran Década” según coinciden el presidente del BID, Luis Alberto Moreno, y Enrique Iglesias, Secretario General Iberoamericano.
Los buenos resultados económicos a este lado del Atlántico, obedecen fundamentalmente a los altos precios de los commodities -materias primas o bienes primarios- que les permitió afrontar el impacto de la crisis, sobre todo a los países más grandes, de un lado, y las inmensas remesas de de los migrantes hispanos a Estados Unidos y Europa.
Economía abundante resultado de una gran paradoja. Buena parte de la segunda mitad del Siglo XX, se predicó que el gran problema de la región era haberse concentrado en vivir de las materias primas sin avanzar decididamente en proceso de industrialización y, una vez la gran mayoría invirtieron en parque industrial y capacitación de sus gentes para la Segunda Ola, como la llamara Toffler, su capacidad se tornó obsoleta frente a los avances científicos y tecnológicos de los países ricos.
Los abundantes ingresos provienen de la venta de productos agrícolas, mineros y energéticos, no precisamente del esfuerzo, ni resultado de la planeación y el avance de las economías. Prosperidad que no se percibe acompañada de mejoras en la calidad de vida de las personas, pues en los países se mantienen altos niveles de pobreza y exclusión.
A esa situación hay que agregar las enormes cifras de remesas de los migrantes a los países ricos, lo que además permitiría afirmar que el principal recursos de exportación resulta ser la gente, el talento, la mano de obra, o como se le quiera llamar.
El contraste con Europa es pues, altamente significativo, pues una buena parte de sus ciudadanos vienen de por lo menos dos decenios de abundancia y prosperidad, que se vinieron al traste con la crisis financiera, atribuida principalmente a la explosión de la burbuja hipotecaria, aunque en verdad, en el fondo, no es más que el resultado de la imprevisión de los gobiernos nacionales de afrontar los problemas de la nueva economía, con desbordado gasto público, sumado a la ceguera frente a los nuevos desafíos de los flujos de capital globales y la falta de herramientas para afrontar este tipo de problemas prácticamente inéditos.
Entonces, lo que pareciera leerse es que en Europa hubo un auge de gobiernos socialistas para períodos de abundancia. Y es lógico, desde la perspectiva de este modo de entender la política y la sociedad, la razón de ser del Estado es gastar y gastar, y en épocas de abundancia, mucho más. Ahora, frente a la crisis viene el desencanto y las gentes parecieran volverse un poco más conservadoras y austeras, le pasan la factura al modelo gobernante, lo que podría explicar en líneas generales el mapa azul.
Además de los buenos resultados económicos para las economías latinoamericanas, la abundancia de recursos de muchos de los gobiernos, con interesantes superávits y control de los indicadores financieros, frente a las demandas sociales, abrieron espacio para que autócratas de viejo cuño, con discursos populistas y reivindicadores, se presenten como salvadores de los pueblos y, una vez en poder, desarrollen procesos de concentración de poder para hacer lo que en su entender hay que hacer, sin más trabas y controles que la responsabilidad de “cumplirle al pueblo”.
En resumen, pareciera que en Europa luego del gasto desbordado y la crisis, a los azules ahora les toca atenderla, resolverla y administrarla, arreglar la casa. Por contraste, los héroes latinoamericanos llegan con la consigna de gastar y repartir, armar la parranda.
Coda: Esta es una lectura dentro de los términos convencionales de entender la política. Recomendaría ver los cambios de la nueva política del Siglo XXI para pensar que ambos bloques están destinados a fracasar si siguen con los mismos modelos y herramientas políticas de los siglos 19 y 20.
Para orientarse e l nuevo mapa del mundo, recomiendo ver en Estados Unidos, a un senador casi desconocido y de color, quien apoyado en la nuevas tecnologías para derrota al establecimiento dentro de su partido y gana la presidencia del país más rico del mundo; los movimientos ciudadanos que tienen revolcado el norte de África y el mundo Árabe; el movimiento de los “Indignados” en España; las marchas promovidas por un poeta en México y la aplastante derrota de berlusconi en el reciente referendo.
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