Por Estuardo Zapeta
Los dos candidatos de “segundo vueltegato” no entienden las premisas –como no entienden muchas cosas— acerca de los argumentos centrales para la despenalización, descriminalización y legalización de las drogas que hoy son consideradas “ilegales.”
He aquí parte de esos errores, y sobre los cuales seguiré insistiendo para terminar con esta guerra sin sentido en la cual Estados Unidos pone los consumidores, las armas, y la “política pública”, los del Sur ponen el producto y nosotros ponemos los muertos. ¡Qué dialpelo!
La guerra contra las drogas que ambos candidatos dicen que llevarán eficientemente, y ganarán, de llegar al poder –ja, ja, ja— está perdida desde su concepción, y la explicación que siempre dan va en la línea de “la Seguridad Estratégica”, mientras que “el problema” de las drogas es eminentemente “económico”.
Pero estos son algunos errores que los “estrategas políticos” están zurrando; perdón, digo susurrando al oído de ambos presidenciables.
Error de política pública: declarar “estado de Sitio” en Guatemala como primer acto de “seguridad” y de lucha contra el narco, y creer que con eso los “narquitos” van a temblar, o por lo menos, junto con Los Zetas, saldrán corriendo del país, y que ellos no comerán, ni dormirán de la gran pena que esa política pública les infunde.
Segundo error: la guerra contra las drogas empujada, forzada, impuesta por los gringos, sólo eleva el valor de la droga, y eso hace atractivo el ingreso de más mafias a las redes del narcotráfico. El atractivo: un producto encarecido, con alta demanda en los USA y con canales de distribución muy bien aceitados en Guatemala. Fijo que cualquiera de los candidatos no le hará ni cosquillas al narcotráfico.
Tercer error: haber declarado al vicio como delito. El vicio no es delito, pero es el político a quien más le conviene que el vicio sea delictivo, por una moral tan falsa como moneda de 35 centavos, y porque, en muchos casos, el político mismo entiende que a más prohibiciones más costo y, entonces, más precio, y por lo tanto él o ella se involucra con fuerza en el negocio, con la ventaja de tener al “Estado” de su lado para declarar “estados de Sitio” cuando se le ronque la gana. Los narquitos necesitan al político, tanto como éste necesita a los narquitos. Es una relación de dependencia, parasitaria diría yo, en la cual uno de los grandes ganadores es el político, porque gana metido en el negocio, gana peleando contra los narquitos (que son en realidad sus aliados) y gana porque se presenta como puro e inmaculado frente a los tontos que creen que el vicio es delito. Hipócritas: si el vicio es delito, por qué no declaran también delito la glotonería.
Cuarto error: aparte de criminalizar al vicioso, también criminalizaron al producto, el cual el vicioso siempre obtendrá, sea legal o extralegalmente, y en ese jugoso negocio, oh sorpresa, siempre encontraremos a funcionarios públicos corruptos.
Conclusión: la solución está en la despenalización, descriminalización y legalización de la producción, distribución, comercio y consumo de drogas.
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