por Enrique Krauze
Letras Libres nº 57, Junio 2006
Andrés Manuel López Obrador vivió también una dolorosa experiencia con la muerte. En su edición del 9 de julio de 1969, los periódicos Rumbo nuevo , Diario de Tabasco y Diario Presente consignaban la muerte de su hermano, José Ramón López Obrador. Los hechos habían ocurrido a las dieciséis horas del día anterior, en el interior del almacén de telas "Novedades Andrés", propiedad de la familia en Villahermosa. De la declaración que rindió Andrés Manuel López Obrador ante el agente del ministerio público (recogida parcialmente en la prensa), se desprendía que los dos hermanos habían tenido una discusión. Tomando un arma, José Ramón había querido convencer a su hermano de "espantar" a un empleado de una zapatería cercana. Andrés Manuel habría intentado disuadirlo, pero José Ramón lo tildaba de miedoso. De pronto, al darle la espalda a su hermano, Andrés Manuel escuchó un disparo. Trató de auxiliarlo y quiso llevarlo rápidamente con un médico, pero al poco tiempo José Ramón dejó de existir. Versiones distintas consignaban que a Andrés Manuel, accidentalmente, se le había escapado un tiro. La declaración ministerial desapareció de los archivos.
Cabe conjeturar que la muerte de su hermano no pudo menos que pesar profundamente en la vida de Andrés Manuel. Tal vez de allí proviene su conciencia de los peligros de la "pasión tropical", de esa "ruda franqueza", tempestuosa, desbordante, que sin embargo aflora en él saliéndose de cauce con mucha frecuencia. Y quizá también de allí provenga su actitud mesiánica. Él no había sido culpable de los hechos, pero tal vez pensaría que podía haberlos evitado. En un cuadro así parece difícil liberarse de la culpa. Y la culpa, a su vez, busca liberarse a través de una agresividad vehemente, tan temeraria como para tomar pozos petroleros. O mediante vastas mutaciones espirituales. López Obrador pudo haber encontrado su forma de expiación llenando su existencia con una misión redentora. Dedicaría la vida al servicio de los chontales, de los tabasqueños, de los mexicanos, del "pueblo". "Tabasco en sangre madura", había escrito Carlos Pellicer. Andrés Iduarte y Andrés Manuel López Obrador sabían con cuánta verdad.
PERSONALIDAD "MANÁ"
Ése es "el hombre de acción que a todas sus huestes trae redención". La visión actual de Garrido Canabal que desde el poder purificará y organizará a la sociedad, mostrándole el camino de la verdadera convivencia, liberándola de sus opresores. En sus ratos de ocio lee cuentos sobre Pancho Villa, y -dato curioso- recomienda la lectura de El poder y la gloria . Lo inquietante no es su ideología: la opinión liberal en México podría ver con plena naturalidad y con buenos ojos la llegada al poder de una izquierda democrática, responsable y moderna, como ocurrió en Brasil y Chile. Es cierto que su programa da la espalda a las ineludibles realidades del mundo globalizado e incluye planes extravagantes e irrealizables, pero contiene también ideas innovadoras, socialmente necesarias. Tampoco inquietan particularmente sus colaboradores, muchos de ellos capaces. Lo que preocupa de López Obrador es López Obrador. A mi juicio, no representa a la izquierda moderna, responsable y democrática, sino a la otra izquierda que ahora campea en América Latina, la izquierda radical y populista, pero con un elemento aún más perturbador: la tensión mesiánica. "No es un pragmático -comenta Gustavo Rosario Torres, perspicaz tabasqueño, psicólogo de tabasqueños-, el altiplano no lo atempera, le gana la ‘pasión tropical'." Pero no se trata de una simple pasión política, sino de una pasión nimbada por una misión providencial, un mesianismo político que no podrá dejar de ser esencialmente disruptivo, intolerante y autoritario.
En una entrevista de televisión, al preguntársele por su religión, contestó que era "católico, fundamentalmente cristiano, porque me apasiona la vida y la obra de Jesús; fue perseguido en su tiempo, espiado por los poderosos de su época, y lo crucificaron". López Obrador no era cristiano porque admirara la doctrina de amor de los Evangelios, porque creyera en el perdón, la misericordia, la "paz en la tierra a los hombres de buena voluntad". Él era "fundamentalmente cristiano" porque admiraba a Jesús en la justa medida en que la vida de Jesús se parecía a la suya propia: comprometida con los pobres hasta ser perseguido por los poderosos. La doble referencia a "su época" y "su tiempo" implicaba necesariamente la referencia tácita a nuestra época y a nuestro tiempo, donde otro rebelde, oriundo no de Belén sino de Tepetitán, había sido perseguido y espiado por los poderosos, y estuvo a punto de ser crucificado en el calvario del desafuero. No había sombra de cinismo en esta declaración: había candor, el candor de un líder mesiánico que, para serlo cabalmente, y para convocar la fe, tiene que ser el primero en creer en su propio llamado. No se cree Jesús, pero sí algo parecido.
Hay diversos escenarios para la mañana del 3 de julio, pero son tres los que, en mi opinión, tienen mayor posibilidad. El menos probable es la derrota de López Obrador por un margen amplio, digamos más de un siete por ciento: en ese caso, el tabasqueño esperaría una nueva oportunidad en el 2012. Si el margen fuera menor que un siete por ciento, López Obrador repetirá su experiencia en Tabasco: desconocerá los resultados, aducirá fraude, hablará de complot, fustigará a los ricos, redoblará sus apuestas, invocará la resistencia civil, llamará a movilizaciones en todo el país para convocar a nuevos comicios y hasta intentará formar un gobierno paralelo. Si Madrazo se suma a las protestas, la situación sería caótica: aunque, en teoría, ese endurecimiento le daría una posición más fuerte para negociar un pacto de gobernabilidad, las fuerzas desatadas en el proceso podrían resultar incontenibles. Si, por el contrario, el PRI optara por esa difícil convergencia, tendería a desacreditar la movilización del PRD, aunque no necesariamente a detenerla, porque para ello haría falta también negociar con López Obrador y el PRD. La tercera posibilidad -que es alta en este momento-, es el triunfo de López Obrador en las elecciones. En ese caso, la democracia en México también enfrentará una prueba histórica, aunque en otros términos.
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