HISPANOAMÉRICA
Por Pedro Fernández Barbadillo
En la guerra de las Malvinas, Argentina no estuvo sola frente a la Pérfida Albión; tuvo un gran aliado, el Gobierno de Perú, que llegó a poner en liza 10 Mirage M5-P artillados. Unos años más tarde, los políticos argentinos devolvieron el favor a Perú de una manera indigna. |
El 2 de abril de 1982, unos 800 infantes de marina argentinos, trasladados en absoluto silencio por una fuerza naval, desembarcaron en las islas Malvinas. La junta militar que gobernaba Argentina desde 1976 había decidido resolver así la disputa que enfrentaba a Buenos Aires con Londres por ese pequeño archipiélago, situado seiscientos kilómetros al sur del continente americano, prácticamente desde la independencia de la República Austral.
La operación también respondía a razones domésticas: el régimen del Proceso de Reconstrucción Nacional se estaba desmoronando debido al fracaso de sus planes económicos y a los excesos en la represión de los terroristas de izquierdas, que se había extendido a gentes sin contacto con la violencia.
La soberbia de los militares
Desde su toma del poder, los militares argentinos habían desarrollado una política expansionista, hasta el punto de que en 1978 estuvieron a punto de entrar en guerra con Chile. En los discursos de celebración, Galtieri anunció que las Malvinas eran el primer paso y que seguirían otros en Sudamérica. Varios de los vecinos de Argentina se sintieron amenazados.
Los generales Leopoldo Galtieri y Mario Benjamín Menéndez y el almirante Jorge Anaya demostraron ser unos incompetentes, ya que no tuvieron la astucia de esperar al invierno austral ni a que la Armada británica retirase de servicio a lo largo del año (tal como había anunciado en 1981) varios de los buques que luego formaron la flota de ataque. La cúpula militar estaba convencida de que EEUU apoyaría a Argentina, de que Londres aceptaría el hecho consumado y de que se llegaría a un acuerdo en la ONU.
Además, con una soberbia propia de alucinados, rehusaron dar garantías a sus vecinos de que no les atacarían. El Gobierno de Chile, al que le interesaba la derrota argentina para librarse del peligro, entró en negociaciones con el británico para prestarse ayuda mutua.
Belaúnde leía mejor los mapas
El gobernante americano que más se implicó a favor de Argentina fue el presidente de Perú, Fernando Belaúnde Terry. Éste gobernaba su patria desde 1980, después de ganar las elecciones que pusieron fin al régimen militar de izquierdas que le había derrocado en 1968. Pese a su oposición a las juntas militares, Belaúnde puso por encima los vínculos hispanoamericanos y declaró: "El Perú está listo para apoyar a la Argentina con todos los recursos que necesite".
De la misma manera que Estados Unidos representó los intereses diplomáticos británicos en Argentina, Perú hizo otro tanto con los argentinos en Gran Bretaña. Igualmente, presentó varias propuestas de paz, para lo que estuvo en contacto directo con el secretario de Estado de EEUU, Alexander Haig. En enero había tomado posesión de su cargo de secretario general de la ONU el peruano Javier Pérez de Cuellar, lo que concedía al Perú cierto prestigio.
Belaúnde, que había vivido en Francia y EEUU, estaba convencido de que los británicos iban a derrotar a los argentinos, y así se lo comunicó el 22 de abril a una misión de militares argentinos que llegó a Lima para coordinar el apoyo peruano, cuando ya la flota británica había zarpado de sus puertos.
En un mapa, Belaúnde señaló las playas y bahías de las Malvinas, y dijo al general Iglesias y al almirante Benítez que les sería imposible impedir los desembarcos enemigos y defender sus posiciones. Los dos militares argentinos, según contaron luego los peruanos con los que trataron, creían a rajatabla de que iban a vencer.
Belaúnde demostró que tenía más conocimientos de estrategia y geopolítica que los militares profesionales argentinos. Se volcó en impedir la guerra porque sabía que Argentina sería derrotada y el triunfo anglosajón repercutiría en toda Sudamérica.
Una escuadrilla en vuelo sobre los Andes
Mientras hacía gestiones diplomáticas, Lima desplazó su flota naval al sur, con el propósito de neutralizar el movimiento militar chileno en la Patagonia. Las fuerzas armadas peruanas estaban listas para entrar en acción apoyando a Argentina si Chile tomaba parte del conflicto.
Comenzada la guerra abierta a finales de abril, los argentinos se hallaron pronto en una situación grave: no podían sustituir el material que perdían, debido a los embargos aplicados por la Comunidad Europea, la Commonwealth y EEUU. Francia no entregó más misiles Exocet ni a Argentina ni a países que se los pudieran ceder, como Perú.
Entonces el Gobierno peruano vendió al argentino 10 aviones de combate Mirage M5-P, y para que llegasen a tiempo, las tripulaciones los llevaron en un vuelo secreto. Una madrugada de mayo, la escuadrilla despegó de la base de La Joya (Arequipa), voló en silencio absoluto a 33.000 pies de altura sobre territorio boliviano y unas horas después aterrizó en la base de Tandil, al sur de Buenos Aires.
En ese vuelo hubo momentos de tensión cuando, cerca de la frontera entre Bolivia y Chile, fueron detectados por los radares chilenos y se les acercaron interceptores de este país, pero por fortuna las aeronaves chilenas se mantuvieron sobre su territorio y no les atacaron.
El 14 de junio, antes de que los Mirage pudieran participar en la guerra, el general Menéndez, gobernador militar de las Malvinas, se rindió.
Pero el papel de Perú no acabó ahí. Fue un intermediario en el tráfico de armas entre Israel y Argentina.
Apoyo de Israel y Libia
El resentimiento que los británicos habían dejado en todo el mundo se volvió contra ellos en esa guerra.
En un libro publicado en Argentina este año, titulado Operación Israel, se aportan pruebas del tráfico de armas entre Israel y Argentina. El entonces primer ministro Menahem Beguin (1977-1983) permitió la venta de tecnología a la Junta para vengarse de los ingleses, contra los que había combatido por la independencia de Israel en los años 40.
Israel envió desde abrigos para las tropas a elementos vitales, como tanques suplementarios para que los cazas argentinos pudiesen hacer el viaje de ida y vuelta a las Malvinas. Perú apareció como comprador de las armas y punto de destino, y en cuanto se recibían se enviaban a Argentina.
Libia había sido una semicolonia británica después de la Segunda Guerra Mundial y de su independencia, hasta el golpe de los círculos naseristas y socialistas de los que salió Gadafi. Éste ofreció a Buenos Aires armamento. Un Boeing voló de Argentina a Libia y regresó cargado de armas; mientras estaba sobre África, estuvo a punto de ser atacado por cazas británicos.
Muchas de esas armas acabaron en las Malvinas, sin pasar siquiera por Buenos Aires, pero otras eran de fabricación soviética y los argentinos no sabían cómo manejarlas.
Venta de armas a Ecuador
¿Cómo agradeció el Estado argentino a Perú su apoyo diplomático y militar? La amistad sincera en las relaciones internacionales es una virtud inexistente. Que se lo digan al coronel Gaddafi, que ha pasado de ser más popular en las cumbres internacionales que la duquesa de Alba en Sevilla a convertirse en un forajido perseguido por sus admiradores.
A Perú y Ecuador les separan disputas territoriales, que de hecho les han llevado a librar varias guerras. Entre 1941 y 1942 se enfrentaron en una guerra que concluyó con el Protocolo de Río de Janeiro, a cuyo cumplimiento y verificación se comprometieron los Gobiernos de Estados Unidos, Brasil, Argentina y Chile. Pese al acuerdo, los dos países volvieron a combatirse en 1981 y 1995. En este último año, armas y municiones argentinas aparecieron en poder de los militares ecuatorianos.
Comisionistas y altos cargos del Gobierno del peronista Carlos Menem vendieron en 1995 armamento a los Ejércitos de Croacia (en guerra contra Serbia) y Ecuador. El trato con el primer país parece que se debió a una petición de Washington. Sin embargo, no hubo mensajes de EEUU que pidieran a Buenos Aires el envío de armamento a Ecuador; sólo un simple negocio.
A finales de 1995 explotó una fábrica militar del Estado en Río Tercero (Córdoba), a resultas de lo cual murieron siete personas y más de 300 resultaron heridas. La voladura fue dolosa, al parecer con la intención de hacer desaparecer las pruebas del contrabando de armas. En 2008, el expresidente Menem fue procesado y se abrió el juicio. Pero, después de dieciséis años de instrucción, el caso concluyó con la absolución de los acusados, empezando por el propio Menem, uno de sus asesores personales, un exministro de Defensa...
¡Qué cara se les debió de poner a Belaúnde Terry y a los militares que volaron en los Mirage a Tandil cuando supieron que Argentina había armado a los ecuatorianos!
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