Horacio Salazar
Este lunes asume como rector del Sistema Tecnológico de Monterrey el ingeniero químico Salvador Alva Gómez, quien sucederá en el cargo al doctor Rafael Rangel Sostmann.
A pesar de que la designación fue recibida por unos con un suspiro de alivio y por otros con una mirada de soslayo, como con cara de what?, lo único cierto es que la sensación general es que la moneda está en el aire.
No es que al nuevo rector le falten credenciales. Sus antecedentes son impecables, si bien muy sesgados hacia el lado de las empresas más que de las universidades.
La primera duda es pues si lo que necesita el Tec es un rector empresario o con mentalidad empresarial. Nadie puede decirlo con certeza. Históricamente ha sido una buena idea y le ha dado al Tec un lustre que no tienen otras instituciones.
Pero los factores que le han pegado últimamente a la institución, que no tienen nada qué ver con calidad académica, y la evolución que ha vivido el mundo en los últimos tiempos, hacen que todas las bolas para averiguar el futuro estén nubladas:
¿Quién se atreverá a profetizar por dónde vienen las cosas?
Yo no tengo aspiraciones de profeta, pero sí creo que el espíritu emprendedor, uno de los sellos que han hecho del Tec lo que es, está declarándose como cada vez más importante. Creo que el futuro favorecerá a la gente más animosa y menos tímida, y creo que el modelo que busca el Tec va por ese lado.
Ahora, como digo una cosa digo la otra, y al paso de los años he visto a muchos chicos Tec en infinidad de circunstancias. Sí son jóvenes más seguros, pero esa seguridad a menudo aborda la forma de altivez. Pocos egresados del Tec conocen el significado de la palabra humildad, o a lo mejor saben lo que es pero no la practican.
Por eso me parece que vienen buenos tiempos para el Tec. El nuevo rector no es solamente un empresario; es una persona que ha reflexionado largo sobre lo que es emprender, y no es meramente un apologista de la empresa per se. Al contrario, su discurso parece impregnado de la necesidad de entrarle a la empresa con el ojo bien puesto en el resto de la vida.
Recuerdo que en los primeros años de la revista Fast Company, mucho del discurso estaba enfocado en la necesidad de no quemarse en la carrera de ratas, de equilibrar las horas de intensidad laboral con las de atención a la parte personal, al yo, a esas cosas que no muchos chicos Tec parecen tener en su horizonte.
Ojalá que en los años por venir para esta institución haya mucha reflexión acerca de lo importante de combinar el trabajo con el ocio, la intensidad con el relajamiento, el foco con la dispersión. Como suelo decir, la vida es una sola y no retoña; tenemos que aprender a dejar pasar algunas oportunidades. Dicen que la ocasión es calva y que más vale que agarremos su único pelo; el secreto es que no es cierto. La ocasión regresa siempre para quien está atento.
Volviendo al asunto del nuevo rector, él mismo dice que lo pensó bien junto con su familia por el factor edad. Tiene 60 años, o si bien esta no es una edad excesiva en algunos sentidos, para los niveles de estrés y responsabilidad que vienen, a lo mejor sí son muchos. Creo que dependerá del equipo que pueda formar a su alrededor, pero si sus años en Pepsi sugieren algo, es que sí podrá con el paquete.
Así pues, ojalá que en verdad el nuevo rector tenga ocasión de marcar su huella personal en la institución que le están encargando. Él ya está más allá de la necesidad de probarle a alguien que las puede. Lo que haga durante su rectorado es un reto personal, una apuesta que ojalá refuerce las capacidades interesantes que hay en el Tec.
Dice un chiste de divorciados que volverse a casar es un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. A primera vista el nuevo rector parece representar un triunfo de la experiencia sobre la esperanza. Confío en que el largo proceso de selección signifique que llegó a la rectoría la experiencia de la mano de la esperanza. Esa sí que es una buena combinación.
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