Dos semanas con presiones en el tipo de cambio y las autoridades financieras tan serenas.
Claro que es el papel de las autoridades financieras el llamar a la calma cuando las cosas se ponen difíciles en los mercados, sobre todo para evitar un contagio social que acabe por crear un pánico colectivo.
Pero también tal parece que se creen eso de la solidez de las finanzas y la futura estabilidad de la cotización del peso mexicano.
Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, lo dijo la semana pasada y lo repitió ésta: puede haber desviaciones temporales de la cotización de la moneda de su valor razonable.
El pronóstico, expresado con la contundencia de algo que se cree cierto, es que los 14.02 pesos por dólar que alcanzó intradía la cotización interbancaria es algo que no se quedará, que habrá de pasar. Y estas palabras parecen avaladas por la consulta que hace el propio banco central entre una treintena de analistas del sector privado.
Uno de los pronósticos más inútiles por volátiles de la encuesta entre los expertos nacionales y extranjeros es aquel del tipo de cambio, porque son tantas las variables que lo pueden mover, que más que un pronóstico es un volado.
Pero como sea, en la encuesta levantada a finales de la semana pasada, ya en medio de la turbulencia cambiaria, es que al cierre de este año, en poco menos de tres meses se tengan que desembolsar 12.62 pesos por dólar. Un mes antes el cálculo era de 12.12. Así que una gran devaluación tampoco es avalada por los analistas.
Pero, ¿dónde puede encontrar el Banco de México las certezas para un pronóstico que genera expectativas entre los agentes económicos?
Porque está claro que si el personaje más influyente en México en materia económica nos dice que el peso va a regresar, le creemos. (¡Qué ingrato soy!, ¿por qué aquí es donde me tengo que acordar del catarrito?)
Hay un dato que no se tiene que perder de vista para entender que el sistema financiero mexicano está en condiciones de hacer regresar la paridad con cierta facilidad.
Hoy, 40% de los bonos de deuda mexicanos está en manos de extranjeros que decidieron venir a México, cambiar sus dólares por pesos e invertir en bonos nacionales que les daban la combinación de buenos rendimientos y razonable estabilidad.
La noticia es que esta condición no ha cambiado para nada. Los capitales que tienen inundado el mercado de bonos gubernamentales a tasa fija, los famosos bonos M, menos volátiles que los que hoy salen despavoridos del mercado de capitales y que sí han alterado la paridad.
Veamos algunos números. En septiembre del 2007, en plena época de expansión económica con el dólar a 11.05, la inversión extranjera en bonos nacionales era de 166,000 millones de pesos, en números redondos.
Un año después, en el fatídico septiembre del 2008, cuando quebró Lehman Brothers, la relación peso dólar fue en promedio de 10.57 pesos, básicamente porque el flujo de recursos extranjeros a la deuda nacional había llegado a 285,000 millones de pesos.
En el año de mayor impacto de la recesión, el 2009, la paridad estaba en 13.40 y la tenencia de bonos M en manos extranjera en 265,000 millones, esto también en septiembre.
El 2010, año del Bicentenario y la recuperación, estábamos en plenas fiestas septembrinas cuando los extranjeros tenían ya en su poder el equivalente a 418,000 millones de pesos en deuda gubernamental y la paridad estaba de vuelta en 12.86 pesos.
Y ahora, el mes pasado cuando la inestabilidad en los mercados del mundo está de vuelta y que hemos visto a la paridad brincar de forma importante, el registro es de una relación del peso frente al dólar de 13.88 y una tenencia de capitales extranjeros de bonos gubernamentales a tasa fija por 676,675 millones de pesos.
No hay ninguna evidencia de que prive el nerviosismo en este mercado que sí es un enorme tanque de combustible, porque si bien permite mover muchas cosas en este país con esos recursos, es altamente inflamable.
Por eso, cuando Agustín Carstens dice que hay que estar tranquilos con el episodio de volatilidad actual es porque le está echando un ojo al mercado de deuda y no se ven alteraciones.
Pero cuidado, porque esos capitales aunque menos sensibles también son volátiles y una estampida ahí sí nos quitaría el sueño a todos. Y no exagero: ¡A todos!
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